Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 8 de abril de 2007 Num: 631

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Dos poemas
JOHN MATEER

Festival de Medellín, la poesía en tiempos de desesperación
JOSÉ ÁNGEL LEYVA entrevista con FERNANDO RENDÓN

Recuerdos y enseñanzas de Joan Miró
ALBERT RÀFOLS-CASAMADA

Miró: un espíritu vivo
ANTONI TÀPIES

Miró y sus constelaciones
MIGUEL ÁNGEL MUÑOZ

Reliliputiensear
RICARDO BADA

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


Directorio
Núm. anteriores
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Alonso Arreola
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Los laberintos del puercoespín

Eso. Una puerta de salida
Jorge Moch

Debimos hablar antes sobre este extraordinario proyecto musical. Era una deuda con cierto lector de talento extremo. Sin embargo, no dando aviso ni explicación alguna, decidimos esperar la llegada de este abril para lograr coincidencia con la salida del noveno álbum en estudio de Porcupine Tree (Fear of a Blank Planet), que a ellos nos referimos. Tal hecho, hay que subrayarlo, es significativo hoy porque la música de este cuarteto inglés, sin exagerar, es la más singular en el panorama del nuevo rock… ¿progresivo, psicodélico? O por lo menos la más difícil de encasillar siguiendo cánones de género y filiación. Como ejemplo tomemos la pieza "Arriving Somewhere", de su disco Deadwing (2005).

Un largo comienzo de teclados propone paisajes introspectivos recordándonos, tal vez, al Camel de Andy Latimer. Luego, tras el breve dibujo de una guitarra que se resuelve en decidido arpegio, la voz que canta con aliento de licor añejo: "Never stop the car on a drive in the dark. Never look for the truth in your mother eyes." Otros versos se armonizan sobre un bajo de notas largas y llega un rasgueo folk a la "Wish You Were Here" (Pink Floyd); de ahí a la colisión de una batería que crece sosteniendo el primer solo de guitarra (más un tema a recordarse que una muestra de inasible virtuosismo). Regresa entonces la letra y, tras un breve interludio instrumental, el sello de la casa: un metal progresivo tipo Dream Theater pero sin excesos escolásticos, nutrido por la inteligencia de obligados melódicos con sabores clásicos. Después, resolviendo un nuevo horizonte de teclados, el vacío rítmico con espolvoreadas de trip hop, la despedida de una guitarra que –¡pasando el minuto diez!– desemboca en los versos principales ahora guiados por el perfume de un pop ligero, disperso finalmente en el aire del largo fade out. Sin duda un viaje extraño. (El lector puede corroborarlo en www.myspace.com/percupinetree.)


Foto: cortesía de www.porcupinetree.com

Así, a base de personalidad múltiple y flexibilidad acústica, el lenguaje sin tiempo ni terreno de Porcupine Tree se ha ganado el fiel amor de quien, una vez en su doctrina, no la abandona nunca. De ahí que el proyecto que iniciara lúdicamente con la historia de una banda apócrifa nacida en la mente de Steve Wilson en 1989, hoy desplace cientos de miles de discos en los cinco continentes abriendo las puertas a giras de igual magnitud. Influenciados por grandes nombres del art rock mundial, esta es una de esas pocas bandas que invitan a trazar laberintos, redes subterráneas para descubrir a más músicos de la escuela heterodoxa –"antibárbara", diríamos en estos días de furia.

Verbigracia: en Porcupine Tree, además del mencionado Steve Wilson, toca el tecladista Richard Barbieri, hombre cuyo ingreso a las grandes ligas se dio en los años ochenta con una de las más sui generis agrupaciones del movimiento new wave británico: Japan. Compañero entonces del extraordinario bajista Mick Karn, Barbieri conoció la influencia de un compositor y vocalista de excepción: David Sylvian, personaje prolífico a través del cual decidimos llegar, ¿por qué no?, hasta su colega Trey Gunn, ejecutante del Warr Guitar recientemente invitado con su grupo ktu al Festival de México en el Centro Histórico. Gunn es conocido por sus propios proyectos pero sobre todo por su estadía en King Crimson, conjunto bajo el mando de Robert Fripp, un guitarrista que, amén de su ostracismo, ha compartido experiencias con músicos disímbolos como el ex The Police Andy Summers. En este punto recordamos a su compañero, el inigualable baterista Stewart Copeland, también miembro de Oysterhead, grupo del bajista Les Claypool, fundador de Primus, ese famoso trío experimental que por un tiempo girara como telonero de Rush. Hablamos ahora del pilar del progresivo canadiense que precisamente durante el siguiente mes, mayo, lanzará al mercado su nuevo disco Snakes & Arrows. Ello también se aplaude porque, es innegable, los de Rush (Geddy Lee, Alex Lifeson y Neil Peart) son una poderosa fuente de inspiración para Porcupine Tree –en quienes aterrizamos nuevamente.

Tal periplo –uno de muchos posibles– nos deja ver que hay artistas de rock, y bastantes, que no sólo representan una tendencia sino también una puerta de salida hacia lugares en donde la industria y los medios tradicionales, sencillamente, no saben respirar. Quede así la invitación a trasponer el umbral, pero siguiendo las migajas de nuestro propio pan.