Usted está aquí: sábado 24 de marzo de 2007 Política El aborto no es un homicidio (o una lección elemental de biología)

Julio Muñoz Rubio

El aborto no es un homicidio (o una lección elemental de biología)

En días recientes se ha reavivado una nueva edición de la polémica entre abortistas y antiabortistas a raíz de la iniciativa de varios integrantes de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal para ampliar la despenalización del aborto. De nuevo se escuchan las voces de la ultraderecha y las altas jerarquías de la Iglesia católica que utilizan y repiten ad nauseam el único seudoargumento que tienen para oponerse a y condenar el aborto en cualquiera de sus modalidades: la vida (humana) comienza desde el momento de la concepción y, por lo tanto, el aborto, al ser una interrupción del proceso vital, es un homicidio.

Por una obligación moral ante la sociedad, es necesario hacer un esfuerzo para explicar por qué las afirmaciones de los señores de El Yunque, los Rivera Carrera y los Serrano Limón, de Pro Vida, son totalmente falsas y reveladoras de la más profunda de las ignorancias.

El seudoargumento arriba citado se basa en una completa confusión entre lo que es vida y lo que es un individuo biológico. Si bien no existe hasta el momento una definición de vida clara y tajante, admitida unánimemente por todos los científicos, sí se admite desde hace casi dos siglos, cuando Theodor Schleiden y Mattias Schwann emitieron su teoría celular, que existe una unidad mínima de materia viva que puede existir de manera autónoma a las demás. Esta unidad es la célula. Todo ser vivo está compuesto de pequeñas unidades de vida llamadas células. Algunos seres vivos, llamados unicelulares, al mismo tiempo que son una célula, son el individuo biológico, pero solamente ellos.

Aceptada esta verdad elemental, vemos que en el ser humano, tanto espermatozoides como óvulos son células, unidades de vida al igual que las neuronas, los leucocitos, los hepatocitos o los odontoblastos. Cuando un espermatozoide fecunda a un óvulo, se forma una nueva célula, distinta a las dos que le dieron origen, pero sigue siendo una célula. La diferencia fundamental es que esa nueva célula contiene la información genética de los dos potenciales progenitores del individuo que está por producirse, pero que aún no lo es. El hecho de que esa célula-huevo sea el resultado de esa fecundación del gameto femenino por parte del masculino, no le confiere el estatus de individuo biológico, pues no puede sobrevivir de manera independiente a quienes sí son individuos biológicos: la madre y el padre. Solamente los individuos biológicos pueden desarrollarse y sobrevivir de manera independiente a otros de su misma y de otras especies, gracias al proceso de diferenciación y especialización de sus partes. En el caso de los vertebrados superiores, grupo al cual pertenece el ser humano, ni embriones ni fetos pueden considerarse individuos biológicos pues carecen del desarrollo que les permite alcanzar esa independencia en su existir, aunque estén compuestos de células y, por lo tanto, haya vida en ellos, pero no individuación. Por esa sencilla razón, la destrucción de una célula o un conjunto de células cualquiera del ser humano no puede ser considerada un homicidio.

Si la tesis antiabortista de la ultraderecha fuera correcta tendríamos que extenderla a cualquier modalidad de pérdida celular. Cualquier hemorragia sería un asesinato de células del tejido sanguíneo y tendría que ser sujeto de persecución legal, en algunos casos con la atenuante de la involuntariedad del "homicidio", como en la menstruación, pero no lo sería así en el caso de la pérdida de células del tracto bucal expulsadas en un escupitajo, o en la extracción de una muela, menos aún en la amputación de un miembro. En todos esos ejemplos existe una masiva pérdida de células de uno u otro tipo. Hay pérdida de vida, a veces consciente y voluntaria. ¿Han de considerarse estos casos como asesinatos? ¡Vaya ridiculez! Hasta se sonroja uno de pena al tener que estar ocupando espacio en un diario serio como este para explicar cosas tan elementales a personas tan ignorantes como las que conforman la ultraderecha de este país.

En fin, cada una de las "discusiones" que se tienen cuando se intenta despenalizar el aborto es una confrontación de la verdad y el saber contra la mentira y la ignorancia. Inevitablemente la ultraderecha se ubica en el segundo bando. Ningún legislador puede hacer la mínima concesión a la ignorancia; esto, en estos momentos, incluye en primerísimo lugar a los legisladores del Distrito Federal, quienes tienen la obligación de perseguir el bien público combatiendo el fanatismo y la ignorancia. La despenalización del aborto debe extenderse. Ya.

 
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