Usted está aquí: lunes 19 de marzo de 2007 Opinión Democracia y seguridad nacional

Javier Oliva Posada

Democracia y seguridad nacional

Si bien 100 días de gobierno son pocos comparados con los 2 mil 190 que suman los seis años de un sexenio, las acciones desarrolladas en ese lapso sí aportan datos, tendencias, agenda y prioridades de cada administración al comenzar sus funciones. Por eso, y nuevamente en la semana que acaba de pasar, los operativos policiacos y militares desplegados en varias partes del país -ahora fue en Tabasco- reciben el beneplácito de la población en general y de los medios de comunicación. Sin lugar a dudas, se requerían, pero al mismo tiempo cumplen un muy importante papel de legitimación.

La percepción que hay sobre esos operativos, luego de acostumbrarnos a verlos, es que son la respuesta estructural a la profunda problemática que implican y que aún está por llegar. Es decir, las propuestas e iniciativas del gobierno en reformas legales que vayan al fondo del problema de la corrupción en los penales, a la administración e impartición de justicia, son aspectos que de no atenderse seguirán socavando las bases de la naciente democracia mexicana. Tan importante como una reforma electoral lo es una en materia de justicia, pues lo cotidiano de la democracia se traduce en expectativas y, sobre todo, en la confianza que cada ciudadano tiene en las autoridades, sean locales o federales, al momento de la aplicación de la ley.

Si se invierte la ecuación, de que para que haya democracia primero debemos contar con la seguridad, es una postura que nos acerca a las tesis del neoconservadurismo que aspira desde hace tiempo a controlar al ciudadano con el argumento de que los riesgos que se viven demandan de supervisiones, informes y demás procedimientos rutinarios que proporcionan información respecto de lo que lee, hace, piensa y siente cada individuo. De ciencia ficción. Pero si suponemos que la democracia es un estilo de vida y concepto de lo cotidiano, que propicia justicia, empleo, educación, salud, y otras acciones promovidas desde el gobierno, que son a su vez precedidas por valores como el civismo, la tolerancia, el respeto, la honestidad, ejercidos por esa misma sociedad, entonces, las condiciones para garantizar la seguridad, son mejores.

Sin embargo, el sábado se realizó un operativo en Tabasco. Luego de un desafiante atentado contra un general de División en situación de retiro y responsable de la seguridad pública en la entidad, y el abandono, días después, de una cabeza humana en las inmediaciones de unas oficinas de gobierno en la capital del estado, pusieron en lógica alerta a las autoridades locales y federales.

Los mexicanos contamos con unas fuerzas armadas de claro sentido y vocación sociales. Acostumbrarnos a verlas en papel de vigilantes y garantes de la paz en las calles de las principales ciudades del país, puede llevar a cuestionarse respecto de la necesidad de contar con esas mismas fuerzas armadas, en tanto las policías locales, como se ve, están muy lejos de cumplir sus misiones.

La etapa que vive México reclama articulación de propuestas e iniciativas legales, dos de las principales funciones en un régimen presidencialista como el nuestro. La observancia y conocimiento de la trayectoria histórica e institucional, puede ser una guía en estos momentos de arranque en el segundo gobierno panista al frente del Poder Ejecutivo. Coordinar los esfuerzos es una nota que distinguiría a la nueva administración.

Por último, ¿alguien puede explicar por qué y en qué papel la esposa del Presidente encabezó e hizo uso de la palabra en una ceremonia de la Marina de Guerra en Acapulco el pasado viernes 16? Se trató de la despedida al buque-escuela Cuauhtémoc, que anualmente hace el viaje de adiestramiento para la tripulación.

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