Usted está aquí: domingo 18 de marzo de 2007 Cultura Las Fridas de Ofelia Medina toman la casa-fortaleza del Indio Fernández

Multiplicada, viva, muerta, resucitada, la pintora regala trozos de su vida

Las Fridas de Ofelia Medina toman la casa-fortaleza del Indio Fernández

Temporada de la puesta Cada quien su Frida en ese espacio de Coyoacán

ARTURO JIMENEZ

Multiplicada tres veces, cuatro, viva, muerta, resucitando, muriendo, cantando o como cábula calaca con enagua y huipil, ¡y zancos!, Frida Kahlo recreó un trozo de su vida, la última, en la casa-fortaleza de Emilio El Indio Fernández, en Coyoacán, gracias al performance u obra escénica Cada quien su Frida, de Ofelia Medina.

En un montaje flexible y que ya ha sido puesto a prueba en varios escenarios de la ciudad de México y de provincia, como San Cristóbal de las Casas, la obra ofrece una diversidad de recursos, como la música en vivo y una interacción lúdica con el público.

Por ejemplo, el formato de una fiesta informal con mezcal, café, ponche, tortas, baile, picardía y la mismísima Frida (Ofelia Medina) interpretando corridos revolucionarios, canciones de amor y desamor, sones jarochos como el de La bruja o rolas de Chava Flores, se adaptó muy bien a la casa-fortaleza que El Indio se mandó construir para soñar, una casa-fortaleza con la negrura de la piedra volcánica por fuera y la blancura del encalamiento, por dentro.

Caracterizada por varias actrices, en el primer acto Frida muestra el rostro blanco y dientón de la calaca, apoyada en un bastón-fémur humano. O aparece amortajada, momificada, bella, sensual, para volver a ser parida, ayudada por la muerte. O en silla de ruedas, que abandonaba a su capricho para actuar, interactuar o cantar micrófono en mano.

En medio de veladoras, velas, copal y sahumerios, por momentos sorprendidas por la mirada fuerte del cineasta desde diversas fotos y retratos a mano, y cobijadas por el murmullo de velorio o de conspiración del público sentado en sillas, sofás y banquitos, alguna de las Fridas saluda: "Buenas las tenga y mejor las pase. Bienvenidos al territorio libre de la fridomanía".

Otra Frida espeta: "Desde mis ojos insomnes mi muerte me está acechando, me enamora". Y la reta: "¡Anda, putilla de rubor helado, vámonos al diablo!" Y es que las Fridas no se están quietas o calladas, y cantan o beben mezcal, o bailan entre ellas mismas, como espejo en movimiento, o cuentan la desgracia del accidente del 17 de septiembre de 1925.

El acto siguiente se desarrolla en un estudio del segundo piso. Todos suben, Fridas, los otros personajes, el público azuzado por la Frida-calaca. Frida sufre el dolor de sus fracturas físicas, espirituales, Frida goza su fuerza creativa y de voluntad, a Frida le inyectan sedantes, la cuidan, la quieren, la soportan.

Frida delira, devela mundos, sus mundos, en una, en dos palabras. Madre, amor amarillo, niño, flor, útil, deseo, potrero, año, estaño, otro, potro, putilla, máquina, arroyo soy, risa, mirada, pelo negro, suave, pena, pirata, onda, rayo, tierra, rojo. Y le dice a la muerte-Frida en el eco de su boca, como un beso que grita: "¡Años en mi cuerpo!".

Aparecen o son invocadas, amadas o maldecidas, Concha Michel, Lupe Marín, Tina Modotti. También León Trotsky. Por ahí anda también su hermana, y un Diego Rivera algo desdibujado que tiene el acierto de no interferir, para este caso, en el adentramiento lúdico, onírico, del público en el universo de la pintora.

Las Fridas también gritan consignas comunistas, solidarias, en pro de la Revolución mexicana, de la revolución proletaria, en contra del capitalismo, del imperialismo, de la explotación, de la injusticia de entonces y de hoy. "¡Manos fuera de Guatemala! ¡Ulises, fuera de Oaxaca!"

Gritan, las Fridas, lo que se podría considerar como su filosofía de vida: "Nos guarecemos en lo irracional, lo mágico, porque tenemos miedo a lo cierto. Queremos ser enfermos de nuestra propia verdad".

El tercer acto se desarrolla de nuevo en la sala de la casa, y es un final de reflexión, de albur, de fiesta, de sensualidad, de disidencia actual, de solidaridad con los zapatistas, con los indígenas, con las mujeres.

Al final, mediante la magia del maquillaje express, los asistentes, hombres y mujeres, son transfigurados también en Fridas, con todo y cejas y resplandores tehuanos. "¡Viva la vida!", es otra de las consignas fundamentales.

En Cada quien su Frida actúan la propia Ofelia Medina, Francesca Guillén, Natalia Pérez, Teresa Ruiz, Dayana Tellerías y Miriam Balderas, con música del grupo de Angel Chacón y la participación de las chelistas Jimena Giménez Cacho y Marcela Rodríguez.

 
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