Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 11 de marzo de 2007 Num: 627

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

El extraño canto de la dulce Filomena de San Juan de la Cruz
LUCE LÓPEZ-BARALT

La noche oscura
Canciones

SAN JUAN DE LA CRUZ

El género incómodo
NATALIA NÚÑEZ entrevista con PATRICIO GUZMÁN

Cervantes en Italia
SERGIO FERNÁNDEZ

Poesía testimonial de Oaxaca
BERTHA MUÑOZ

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Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Corporal
MANUEL STEPHENS

Cabezalcubo
JORGE MOCH

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA


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Hugo Gutiérrez Vega

LUIS PALÉS MATOS Y EL CARIBE (III Y ÚLTIMA)

Lo mismo sucede con todos los poemas del Tuntún de pasa y grifería en los cuales presiden la ceremonia el gran Cocoroco diciendo Tu-cu-tú, y la gran Cocoroca diciendo To-co-tó. En ellos una grave alegría se une a una liviana tristeza, y los años de esclavitud miran de frente y con lucidez los años de libertad precaria, constantemente conculcada: "Hombre negro triste se ve desde La Habana hasta Zimbambué." La grave alegría brota del solo hecho de nombrar las cosas, los paisajes los seres:

Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico,
fogosas y sensuales tierra mías.
¡Oh, los rones calientes de Jamaica!
¡Oh, fiero calalú de Martinica!
¡Oh, noche fermentada de tambores
del Haití impenetrable y voduista!
Dominica, Tortola, Guadalupe,
¡Antillas, mis Antillas!
Sobre el mar de Colón aupadas todas
sobre el Caribe mar, todas unidas,
soñando, padeciendo y forcejeando
contras pestes, ciclones y codicias,
y muriéndose un poco por la noche,
y otra vez a la aurora redivivas,
porque eres tú, mulata de los trópicos
la libertad cantando en las Antillas.

Es la "Mulata-Antilla", las islas-mujeres, el amor que libera, la premonición de Filí-Melé y el amor que exalta, subyuga y aniquila: "Yo te maté, Filí-Melé:/ tan leve tu esencia,/ tan aérea tu pisada,/ que apenas ibas nube ya eras nieve,/ apenas ibas nieve ya eras nada."

En toda esta imaginería se conjugan el amor y la muerte, la danza, el rito, los fieros bebedizos de ron con pimienta, la ardiente cachaza de esa interminable isla antillana de alma que se llama Brasil, las transparentes aguas a veces ferozmente enturbiadas por el ciclón, que siguen y siguen hasta llegar a Cozumel y rodear con un brazo de marinero la cintura mínima de Isla Mujeres, ahí frente a las costas de la península de Yucatán, en lo que llamamos, con deseo de unión, el Caribe mexicano.

Se conjugan también dos momentos de la mujer-isla; la osada juventud como un desafiante paradigma de la sensualidad:

En el raudo movimiento
se despliega tu faldón
como una vela en el viento;
tus nalgas son el timón
y tu pecho el tajamar;
vamos, velera del mar
a correr este ciclón
que de tu diestro marear
depende tu salvación.
¡A bailar!

Y el amor en la atardecida, exaltado también, pero pensativo, esperando aunque lo acompañe una sorda desesperanza:

Perdida y ya por siempre conquistada
fiel fugada Filí-Melé abolida.

Así nos habla desde el alma de un poema de amor y despedida que es, sin duda, uno de los más fuertes y originales de la poesía universal:

Un mar hueco, sin peces,
agua vacía y negra
sin vena de fulgor que la penetre
ni pisada de brisa que la mueva.
Fondo inmóvil de sombra,
límite gris de piedra...
¡Oh, soledad, que a fuerza de andar sola
se siente de sí misma compañera!

El poeta va hacia su muerte y el último amor le entrega para el viaje un perfume a la vez pálido y poderoso. La cercanía de un final presentido concitó las memorias de los días dorados y, gracias a estos fantasmas, no desapareció del todo la esperanza. Sabía Palés que la poesía –arte de las artes en la realidad americana– no cambia nada, pero cuando es verdadera y cumple las obligaciones de sinceridad y de belleza formal de la que habló Darío, tiene una acción y función que se fijan en el tiempo, producen gozo a quienes la escuchan, y dejan su impronta en las conciencias individuales y en lo que con cierta cautela hemos dado en llamar "conciencia colectiva".

Por las calles antillanas y por las calles del mundo todo, la mulata de Palés Matos pasa bailando las plenas y danzas rituales del Caribe, mare nostrum de las incansables mezclas. Su danza libertaria tiene todas las formas de vida; el deseo, la búsqueda del propio ser, la soledad, las humillaciones, los dolores, el amor y el desencuentro. La contemplamos con los ojos abiertos y el aliento entrecortado, pues con ella pasan la juventud, la libertad y la poesía que nos devuelve a la casa del padre y nos dice una palabra que nada significa y lo dice todo:

¿Por qué ahora la palabra
Kalahari?

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