Usted está aquí: martes 6 de marzo de 2007 Opinión Subasta de beneficencia

Teresa del Conde

Subasta de beneficencia

Dentro de una semana, a las ocho de la noche de un día que será fasto con todo y que es martes 13, se verificará la subasta de arte en beneficio del Museo del Estanquillo, sede de la colección de Carlos Monsiváis. La venta está integrada por obras de su propio acervo, mismo que contiene anónimos, pero no falsificaciones, porque me consta que somete a pesquisa cada pieza de autor antes de adquirirla. Como su afán acumulativo se inició hace varias décadas, lo que ha reunido supera con mucho la posibilidad de exhibirlo, de modo que la venta tiene por objeto invertir en la depuración, puesta al día y manejo del acervo, así como mantenimiento del recinto. Se publicó un catálogo sobre lo que habrá de salir a la venta y Rafael Matos Moctezuma será quien habrá de gritarla.

Varios artistas han donado obra para beneficio del Estanquillo, entre otros, Francisco Toledo, Irma Palacios, Alberto y Francisco Castro Leñero, Graciela Iturbide, Gustavo Monroy y Perla Krauze.

También el impresor Emilio Payán y la Galería Arvil donaron piezas con objeto de incrementar el volumen de la subasta, y más que nada la variedad de opciones.

Cotejando con los estimados que han privado en otras subastas, puedo darme cuenta de que en ésta se verifica un ajuste, sobre todo respecto de obras gráficas, pues los expertos en estas disciplinas han alertado acerca de posible sobrevaluación de la gráfica de México, cosa que ha dificultado su mercado y su promoción a escala internacional, de aquí, creo, el ajuste que ahora se propone, puesto que tres grabados de Vicente Rojo en tiraje de 50, tendrán como precio de salida 6 mil 500 pesos; una xilografía de Jesús Urbieta, de 80 x 60, en tiraje de 25, saldrá en 4 mil 100 pesos; una serigrafía de Gunther Gerzso, en tiraje de 100, se estima en 7 mil pesos, y dos grabados a puntaseca, de Toledo, en tiraje de 12 más pruebas de autor, en 4 mil 900 pesos. Por estas dos piezas seguramente habrá puja considerable, como también por su grabado al azúcar que pertenece a la serie del Mono de la tinta, una pieza muy apaisada de 70 centímetros de largo que ostenta como precio de salida 6 mil 300 pesos.

Resulta incongruente, por tanto, que la conocida y muy apreciada litografía en tiraje de 150, Crockney Hall (anunciada como Crookey Hool), de Leonora Carrington, se ofrezca en 23 mil pesos, mientras las litos de Miró, editadas por Polígrafa de Barcelona, salgan a 9 mil 500 pesos, pero éstas se encuentran firmadas sólo en la plancha, cosa que modifica su valía, como es sabido.

Lo interesante de esta subasta es que da lugar a opciones varias, una de las más atractivas es la fotografía histórica. Por ejemplo, cuatro fotografías en edición de Domínguez con retratos de revolucionarios, traen en conjunto un precio de salida de 500 pesos, las pruebas litográficas para calendarios de Galas de México, por Armando Drechsler, salen a mil 700 y mil 200 pesos, se piden por impresiones tardías de grabados de Posada.

Claro está, algunas ofertas llaman más la atención que otras, y entre éstas se encuentran las dos xilografías de Gabriel Fernández Ledesma, el par de cerámicas de Gustavo Pérez (a precio de salida muy bajo: 4 mil 200 pesos) o los dibujos originales de Julio Ruelas, que desde luego guardan otro estatus económico, por lo menos uno formó anteriormente parte de la impecable colección Morillo Safa y en ese mismo nivel está la bella escultura en piedra de Luis Ortiz Monasterio, bautizada extrañamente como Apolo. Las piezas de este maestro, fallecido en 1990, se encuentran en museos y algunas han salido al mercado internacional en So-theby's y Christie's.

También se subastarán muebles, todos en muy buen estado de conservación, entre los que destaca una cómoda bombé mexicana en madera de encino y una consola estilo inglés del siglo XIX con cubierta de mármol y espejo.

Medallas conmemorativas, una hecha en Tiffany, cuando se celebró el primer centenario de la Independencia y objetos varios entre los que destaca una jarra pulquera en barro vidriado de Metepec, además de las tiras cómicas y tintas originales o acuarelas de caricaturistas, como El Fisgón o Rius, alternan con lotes de billetes antiguos, un bellísimo tintero art nouveau o las postales fotográficas de María Conesa, de 1918.

También hay un conjunto de dibujos a lápiz de Diego Rivera. Los más costosos están referidos al carnaval de Huejotzingo y otros proceden de aquellas pequeñas libretitas en las que el maestro dibujaba casi compulsivamente, firmándolas después a petición de quien así se lo solicitara. Son auténticos, en tanto proceden todos de la colección de Emma Hurtado.

 
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