Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 4 de marzo de 2007 Num: 626

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Desmesurado borrego de Pavlov

Fueron irritantes, por decir lo menos, la cantidad, la intención y el tono de la gran mayoría de los comentarios que, durante los pasados días, fueron expresados en torno a la septuagésima novena entrega de los premios Oscar. Nunca antes habían sido nominadas, en la misma edición, tantas personas nacidas en México, circunstancia irresistible para todos aquellos que no quieren o no pueden abandonar el absurdo según el cual no hay premio cinematográfico más importante que ése entregado por la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos.

SIN MEDIDA NI CLEMENCIA

Prácticamente la totalidad de los medios especializados –y también los que a sí mismos así se consideran--, más los espacios dedicados al cine dentro de algún medio, más los que sumaron su oportunismo arribista y su palmario desconocimiento del asunto, vertieron una cantidad desmesurada de opiniones que fueron de lo ingenuo a lo disparatado, como pudo verificarse un día sí y otro también, desde el momento en que se dieron a conocer las catorce nominaciones que implicaban a algún connacional y, por lo menos, hasta el día posterior a la entrega del citado galardón. Mañana, tarde y noche mediáticas repitieron hasta dar náusea los mismos lugares comunes que, puntuales como eclipses, acostumbran proferir en similares circunstancias, generando en sus audiencias una expectativa cuyo exceso tendrá, por acaso, el solitario y dudoso provecho de haber demostrado --una vez más-- que los medios masivos de comunicación condicionan gustos, preferencias y sentires de un público al que, se supone, únicamente le dan lo que él pide.

RA, RA, RA

Para decirlo sin ambages, esta vez el chovinismo nacionalista desplegado fue nauseabundo. Todos los años hay al respecto una cuota de patrioterismo que se alimenta con la presencia –inclusive lo ha hecho, también y absurdamente, de la ausencia en la terna finalista-- de la cinta mexicana seleccionada por la Academia local para participar en la categoría oscariana de mejor película en idioma distinto del inglés. Dicha cuota crece notablemente cuando alguien, digamos Emmanuel Lubezki últimamente, es nominado por un trabajo que realizó fuera de México, para una producción extranjera.

Si para concitar una algarabía como de 16 de septiembre han bastado una o dos posibilidades, así sean remotas, de que alguien o algo relacionado con este país obtenga un Oscar, ahora que dichas posibilidades se multiplicaron, han de haber faltado cohetes, serpentinas y confeti para la legión de enfiestados que, ni por un instante, deben haber sentido bochorno al escuchar que por televisión una tal Atala Sarmiento desgañitaba su patetismo al son de "¡vamos México!" y frases equivalentes cada vez que se avecinaba la entrega de un Oscar donde estuviera nominado un mexicano. Igualita que el Perro Bermúdez arengando a la selección de futbol…

No ha de ser visible de tan obvio: México, como tal, no iba a ganarse un Oscar, por la sencilla razón de que esa no es una competencia entre países, aunque la mercadotecnia de TV Azteca –máximo botón de muestra de lo mismo que hicieron el resto de los medios-- quisiera convencernos de que "México se merece un Oscar".

Otra obviedad invisible: ni dos, ni catorce ni todas las nominaciones al Oscar que puedan recibir cineastas connacionales favorece de manera directa ni decisiva al cine mexicano. Tampoco, desde luego, los premios efectivamente obtenidos. Favorece a esos cineastas, lo cual está muy bien.

A SALIVAR SE HA DICHO

El de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos es, única y exclusivamente, el máximo premio cinematográfico que se concede en ese país a la producción ahí realizada, más la categoría de mejor película en idioma distinto del inglés. El resto es, aunque Malinche no quiera, triste pleitesía de buen salvaje que busca para su propia frente la estrellita kindergardenesca.

La industria del cine en India es mayor, pero la estadunidense es más poderosa que ninguna otra, y es a ese poder, a las posibilidades de mercado y al ejercicio de una influencia mundial innegable a lo que responde el pavlovianismo de propios y extraños, tan asimilados que no se arredran para decir, cada dos por tres, "la Academia entrega el Oscar", como si fuese LA Academia y no existiera otra, como si el Oscar fuese EL premio, aunque Todomundo sepa, o intuya, que ahí se premian y despremian muchas cosas y, a veces, también al buen cine.

Así pues, felicidades a Eugenio Caballero y a Guillermo Navarro, pero lo mismo a Scorsese, Morricone, Whitaker, Mirren, Santaolalla, Monahan, Martí, Ribé, Arnt y demás ganadores.