Presentan el Diccionario de la clase política mexicana
Prevalece la idea de que los políticos son "haraganes y despilfarradores"
Ampliar la imagen A la izquierda, Pedro López Díaz, autor del Diccionario de la clase política mexicana, coeditado por La Jornada y la Facultad de Economía de la UNAM. Lo acompañan Joel Ortega Juárez y José María Calderón Foto: Víctor Camacho
La clase política mexicana conforma intrincadas redes y vínculos que prácticamente no se han modificado en el último siglo. Eso puede constatarse con una lectura detallada de sus apellidos, trayectorias, puestos laborales o en la práctica reciente del cambio de un partido político a otro -u otros- sin el menor rubor o explicación.
De este modo, pese a las enormes cuotas que la sociedad puso para democratizar el país, los políticos "siguen siendo los mismos, están ahí", dijo categórico Joel Ortega Juárez.
En un auditorio del Palacio de Minería, donde se encuentra instalada la Feria Internacional del Libro, Ortega y José María Calderón acompañaron a Pedro López Díaz, autor del Diccionario de la clase política mexicana, realizado en coedición por La Jornada y la Facultad de Economía de la Universidad Nacional Autónoma de México.
En la presentación del volumen, un hecho incontrovertible quedó manifiesto: la pobre imagen que la sociedad tiene de los políticos mexicanos.
Es claro, expuso Calderón, que con una simple lectura del trabajo de López Díaz "difícilmente llegaremos a saber que los políticos constituyen uno de los sectores más desprestigiados de la población económicamente activa del país", y con muy escaso porcentaje de consenso por la imagen que se tiene de ellos como "haraganes, despilfarradores y socialmente insensibles". Pero su utilidad es indudable a partir de la información ahí contenida.
En su crítica a los políticos nacionales destacó que independientemente del color del partido y del nivel de gobierno que tengan, en general "comparten intereses y beneficios".
Y dio un dato: los políticos mexicanos tienen niveles de ingreso 50 veces superiores a los de los trabajadores mexicanos y claras oportunidades de tener acceso a formas de consumo suntuario; de este modo, afirmó, "la clase política que va en retirada y la que está en ascenso, toda ella, ha sabido aquilatar la importancia de contar con un cargo público desde el cual mantener una relación con las fuentes legales e ilegales de enriquecimiento".
López Díaz abonó a tales señalamientos, pero destacó también la existencia en México, como en todos los países, de elites y contraelites; quienes se ubican en la segunda categoría se dedican a la política, si bien no siempre tienen visibilidad social. Se trata, en muchos casos, de los llamados "burócratas de partido", a los cuales, acotó el autor, "consideré que era necesario incorporar al diccionario".
Como lo había dicho en entrevista con La Jornada, el académico de la UNAM puntualizó que el diccionario representa el punto de partida para un proyecto más ambicioso sobre las elites políticas mexicanas, que necesariamente son un conjunto más acotado que el de toda la clase política, pues mientras aquéllas disponen de los resortes del poder en México, esta última se conforma de grupos socialmente organizados en partidos, asociaciones, sindicatos, etcétera, y tienden a profesionalizarse en la política.
Para Joel Ortega la utilidad del diccionario es clara: la clase política mexicana ha sido la misma desde siempre y su mensaje permanente a la sociedad es: "aunque toques, no te dejo entrar".