Usted está aquí: domingo 25 de febrero de 2007 Cultura Fascination del crimen

Vilma Fuentes

Fascination del crimen

En los últimos años, el público parece preferir los crímenes reales a los ficticios. Una novela policiaca actual tendrá menos lectores que un libro donde se narra un crimen realmente ocurrido en una aldea entre gente desconocida. Lo mismo sucede con las ficciones televisivas que no suscitan tanto interés como programas donde se exponen casos reales, elucidados o no, pero que ofrecen el misterio de las pasiones que conducen al crimen e incitan al telespectador a tratar de descubrir los móviles que condujeron al acto irremediable.

¿Significa esto que, en la actualidad, conozca su apogeo una especial inclinación por asesinos y víctimas en carne y hueso frente a los productos imaginarios? No lo creo: en tal caso, las centenas de cadáveres producidos por bombardeos, terrorismo y otras ingeniosos métodos para suprimir en masa deberían despertar un mórbido interés más duradero que el causado por el simple asesinato de personas oscuras. Acaso, por paradoja, el crimen real espabila más la imaginación que un crimen imaginario, artificio a veces privado de credibilidad. En Francia, un programa como Hagan entrar al acusado, que expone casos reales, permite al público realizar la investigación y juzgar en el lugar de los inspectores y jueces.

Sin embargo, un Maigret, un Sherlock Holmes o una película basada en una novela de Agatha Christie siguen teniendo éxito. Maigret, comisario de Simenon; Holmes, detective de Doyle; Poirot y su ayudante Hasting, y Miss Jane Marple, creaturas de Christie, proponen a la imaginación enigmas sugerentes, intrigas tentadoras, crímenes que incitan a buscar las causas y los caminos que condujeron a su cometido. El juego del novelista consiste en extraviar al lector con falsas pistas, y a sorprenderlo al final del libro con una conclusión imprevisible. Este juego es más sutil que el de novelas, películas, series televisivas policiacas actuales que se contentan con la abundancia de tiroteos y cadáveres, casi gratuitos, entre carreras de autos, helicópteros, motos y otros transportes tan sofisticados como las armas que se utilizan. Colombo es tal vez uno de los últimos investigadores policiacos que aún deduce, induce y elucida gracias a una lógica; por desgracia, se limita a un duelo con el criminal conocido de antemano y que, por tanto, no ofrece ningún misterio.

Holmes, Poirot, Maigret son herederos del caballero Augusto Dupin, el primer detective moderno, creación del genial Edgar Allan Poe, traducido al francés por Baudelaire. La investigación tiene como base la inteligencia, la aprehensión de los elementos claves, el despejo de los indicios verdaderos de los falsos, el análisis constante de la pesquisa. Dupin y sus herederos evitan caer en la trampa donde tropiezan sus rivales -prefectos, comisarios, procuradores-, la "manía de negar lo que es y explicar lo que no es", como escribe Poe en El doble asesinato de la calle Morgue.

Pero Doyle como Christie no llevan tan lejos como Jules Maigret esa tentadora investigación de los odios, envidias, miedos, codicias y otras pasiones que conducen al crimen. El personaje de Simenon nos descubre los motivos espirituales y sentimentales del criminal (y de la víctima, pues no se es víctima gratuitamente). Y ése es el secreto del éxito del crimen en Maigret. Simenon, quien lleva la novela policiaca a los niveles de la literatura, permite a todos comprender la miseria moral del asesino. Baudelaire escribe: "Soy la víctima y el verdugo". Cada quien puede plantearse esta turbadora cuestión al leer uno de los 10 volúmenes de 900 páginas que comienzan a publicarse con las novelas policiacas de Simenon, este investigador del alma humana... o inhumana. Maigret, personaje imaginario, pero vuelto tan célebre que parece haber devorado a su creador y vivir con más realidad que su progenitor, Georges Simenon.

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