Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de febrero de 2007 Num: 624


Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Borges desde los ojos
de María

HAROLD ALVARADO TENORIO
Entrevista con MARÍA KODAMA

Latinoamérica y la conjetura de Unamuno
GABRIEL COCIMANO

Otro sueño
JOAQUÍN MAROF

Pinochet: dictadura
y amnesia

GUSTAVO OGARRIO

Jhumpa Lahiri
ADRIANA SANDOVAL

Leer

Columnas:
Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

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Adriana Sandoval

Jhumpa Lahiri


Ilustracion de Juan Gabriel Puga

Desde hace ya varios años la novelística en lengua inglesa se ha visto sumamente enriquecida, si no es que dominada, por la participación de representantes de las ex colonias británicas. Un caso reciente es el de Arundhati Roy, autora de la excelente novela The God of Small Things (1997) (El dios de las pequeñas cosas). Ahora toca mencionar a otra joven talentosa, Jhumpa Lahiri, autora de dos libros, uno de relatos llamado Interpreter of Maladies (1999) (Intérprete de emociones), y una novela, The Namesake (2003) (El buen nombre). El primer título fue objeto, entre otros premios, del Pulitzer 2000 en la categoría de ficción. Ya ha sido traducido a varias lenguas y ha gozado de excelentes ventas. También fue nominado para el prestigiado Booker Prize. La novela, por su parte, fue distinguida como el mejor libro del año por diversas publicaciones periódicas y ha sido llevada al cine este mismo año por Mira Nair, la directora de Monzoon Wedding (2001), donde la propia Jhumpa Lahirir representa el papel de la tía Jhumpa.

Lahiri nació en Londres (1967), de padres bengalíes, y se crió en Estados Unidos, en Nueva Inglaterra, donde se ubica la novela. El mundo que narra es uno que conoce muy bien, el de los emigrados perennes que terminan por no pertenecer a ningún país en particular y sin embargo forman parte de dos, o incluso tres en este caso: India, Inglaterra, Estados Unidos.

Intérprete de emociones es tan deslumbrante como El dios de las pequeñas cosas, en particular debido al hecho de que ambas son óperas primas. La colección lleva el nombre de uno de los relatos. Tal vez en su concisión, en lo que sugiere más que en lo que dice, esta colección tenga una calidad más sostenida que la novela –sin menosprecio del texto más largo.

La novela sigue a una familia (los Ganguli) a través de dos generaciones. Abre en 1968 con Ashima Ganguli, recién casada y llegada a Estados Unidos. Siempre en tercera persona, Lahiri es sumamente hábil al narrar, en frases cortas y económicas, los sentimientos de esta joven mujer, a punto de dar a luz, separada de su familia por miles de kilómetros. (La caracterización de personajes es tal vez el campo donde Lahiri se desenvuelve mejor.) La boda de Ashimi ha sido arreglada, como todavía es usual en India, sobre todo en esa generación. La bisabuela materna del bebé que está por nacer, ha sido la designada en la familia, desde siempre, para nombrar a los nuevos descendientes. Sin saber el sexo, la bisabuela ha enviado dos cartas, una con un nombre femenino y otra, masculino. En un giro propio de García Márquez, las cartas nunca llegan y el padre (Ashoke) del recién nacido, ante la presión del hospital –que insiste en que el bebé no puede ser dado de alta sin un nombre–, decide nombrarlo Gogol, en honor al escritor ruso que muy posiblemente le salvó la vida durante un terrible descarrilamiento hace años en India. La falta de un nombre con profundidad de campo histórico para la familia parecería ser una metáfora de la ausencia de una identidad familiar, cultural, nacional, para estos emigrados. La melancolía, la no pertenencia plena, una identidad compleja, son constantes, tanto en los cuentos como en la novela.

Los bengalíes, nos enteramos por la novela, suelen usar dos nombres: uno familiar y otro "bueno". Al registrar al pequeño Gogol en el kinder, su padre da el nombre bueno, Nikhil, pero la maestra se percata de que no llama al pequeño así, y éste dice preferir su nombre familiar. De nuevo, las costumbres del país adoptado van incidiendo en las de los inmigrantes. Mucho tiempo después, Gogol adoptará, por iniciativa propia, el nombre oficial de Nikhil.

A través de la visión cultural, pero sobre todo, de la visión emocional, de los Ganguli, Lahiri establece una comparación constante con la cultura estadunidense, tan distinta y ajena a la bengalí pero, al mismo tiempo, a la que van adaptándose lenta e inevitablemente. Así, los Ganguli empiezan a celebrar la Navidad empujados por las presiones de los dos hijos, Gogol y Sonia, mucho más inmersos en el país que sus padres, en tanto que miembros de una generación ya nacida y educada en Estados Unidos.

Ashoka muere intempestivamente durante una estancia laboral fuera de la casa familiar, en los suburbios de Boston. Su muerte produce cambios importantes en Gogol, ahora Nikhil. Gogol se acercará progresivamente a su familia nuclear y reconsiderará la relación con su padre, elusiva y distante, pero sumamente emocional y fundamental. No será sino cuando los Gungali restantes dejan la casa familiar, que Gogol leerá por primera vez completo el libro de cuentos del ruso, obsequiado por su padre cuando aún era un adolescente.

Este tipo de libros es una manifestación actual y vigente, en aumento, de un mundo globalizado, de numerosas migraciones y adaptaciones, más o menos exitosas a los nuevos países. Estamos frente a un proceso de universalización, paradójicamente, a través de la individualización de un sujeto literario.