Número 127 | Jueves 1 de febrero de 2007
Director fundador: CARLOS PAYAN VELVER
Directora general: CARMEN LIRA SAADE
Director: Alejandro Brito Lemus

RESEÑA

‘Tápate los ojos, mijito’

 

Por Antonio Contreras

Hace poco más de 50 años —a mediados del siglo pasado— sólo tres de cada cien menores de 15 años había tenido relaciones sexuales; hoy, la proporción es de dos de cada diez. Frente a esta realidad, aún hay voces que claman por ocultar o escatimar todo tipo de información sexual a niños y adolescentes. Creen que asuntos como la masturbación, el aborto, los embarazos no deseados, la violación y las diversas prácticas sexuales, entre otros, no son de su incumbencia, pues el sexo es malo a menos que quien lo ejerza sea mayor de edad, heterosexual y casado.

Por esta percepción, originada más por valores ideológicos que por razones científicas, las políticas de educación sexual son cuestionadas por quienes temen a la sexualidad infantil y adolescente. Si éstos expresan de alguna manera sus deseos de placer, es porque sus compañeros los presionan o los adultos los manipulan; porque son pobres e ignorantes o ricos y consentidos, o porque los medios de comunicación, el Internet y las mismas políticas educativas en la materia los alientan a experimentar el sexo. No se concibe que los menores tengan deseos, y por ello se les prohíbe el acceso a la información sexual.

En su libro No apto para menores, la periodista Judith Levine propone desarrollar habilidades para hablar de sexo con los infantes, quienes no son totalmente inocentes, pero mucho menos perversos lujuriosos. En el transcurso de su investigación, Levine entrevistó a centenares de especialistas —pedagogos, profesores de educación básica, estudiosos de la sexualidad, etc.—, así como a padres de familia y observó a niños y adolescentes en diferentes contextos, para luego concluir que los infantes no sólo tienen deseos, sino también derechos, entre ellos el derecho a la privacidad y a ser respetados, dado que esto los prepara para el ejercicio sexual pleno y responsable en la vida adulta, a la vez que los aleja de comportamientos de riesgo. Pero en Estados Unidos —donde realizó su investigación, que bien puede aplicarse en México, como lo evidenciaron las recientes declaraciones del secretario de Salud—, las políticas de educación sexual oscilan entre la muy impaciente protección y el muy severo castigo de los menores. “Parecería que estos últimos fueran frágilmente inocentes hasta el momento en que traspasan cierta línea, punto a partir del cual se vuelven, de manera instantánea e irremediable, malévolos”, dice la autora, para concluir que lo no apto para menores son las circunstancias en las que algunos tienen sexo, pues los predisponen a consecuencias indeseables, como embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual, por no mencionar una experiencia sexual insatisfactoria.

No apto para menores

Judith Levine, Ed. Océano, México, 2006