Número 127 | Jueves 1 de febrero de 2007
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La infidelidad desde el psicoanálisis

Frecuente entre todo tipo de parejas y persistente a lo largo de casi todas las épocas y culturas, las relaciones extramaritales sacan a la luz las dinámicas y estructuras más profundas de una relación. En este ensayo, el psicoanalista Jorge Sánchez Escárcega se plantea: ¿Qué es una infidelidad?, ¿cuándo se comete?, ¿las relaciones sexuales son parte inherente a toda relación extramarital?


Por Jorge Sánchez Escárcega*

Las situaciones de infidelidad no son todas iguales. No pueden colocarse en la misma cesta, por ejemplo, las relaciones extramaritales de una sola vez, quizás más ligadas al momento y a la oportunidad, que a las relaciones de mediano y hasta largo plazo, donde otros aspectos además del sexual son parte componente.

En todo caso, se trata de la violación de un acuerdo, de un convenio establecido explícitamente por la mayor parte de las parejas: el de la monogamia (del cual participan la mayor parte de las parejas de novios, esposos, parejas del mismo sexo, etcétera). La infidelidad es vivida en casi todos los casos de manera muy intensa como una traición a la relación. Pittman (1989) piensa que el término debe reservarse para una relación sexual fuera de un vínculo monógamo o su equivalente. Sin embargo, lo que se entiende por relación sexual difiere ampliamente entre las diversas parejas, pero generalmente se refiere al contacto de las zonas genitales con personas ajenas a la relación.

Sea cual fuere el convenio de monogamia establecido por la pareja, la infidelidad consiste en la ruptura de ese acuerdo que funciona como ideal conjunto. Caso aparte son las parejas donde las relaciones extramaritales son consentidas por ambos miembros y que por lo tanto no deben considerarse “infidelidad”.

Temas como el flirteo con conocidos o compañeros, las citas clandestinas, o el contacto corporal erógeno sin relaciones sexuales, por un lado, y las reuniones o comunicaciones con las ex-parejas, por el otro, suelen ser temas intensamente discutidos en relación a la ocurrencia o no de una infidelidad. A veces, también las fantasías sexuales con personas ajenas a la relación primaria, sean personas conocidas o simples personajes imaginarios.

Los motivos del infiel
Quizá lo que establece más notoriamente el carácter de traición o infidelidad sea el secreto y la mentira, el intento deliberado de desorientar a la pareja respecto a la ruptura del acuerdo de monogamia. El énfasis en este aspecto pretende superar las definiciones descriptivas del término. El hecho de que una situación con un tercero sea propositivamente mantenida fuera del conocimiento de la pareja debido a sus implicaciones afectivas o sexuales, manifiestas o implícitas, define más acertadamente lo que significa infidelidad que cualquier otra descripción de conductas o situaciones. Esta definición de infidelidad intenta asimismo enfatizar el carácter intraconyugal de la ruptura del acuerdo, mientras que el término adulterio probablemente debería reservarse más bien para la violación del acuerdo extraconyugal, es decir, legal o religioso.1

No está de más recordar el otro sentido de la palabra “infiel”: el que ha perdido la fe. Desde un punto de vista psicodinámico, las relaciones de infidelidad —su origen, sus mecanismos, su funcionamiento— se asemejan en casi todo a lo relacionado con el enamoramiento (poseen un carácter temporal, es decir, son “poco duraderas”, e involucran una intensa dosis de irrealidad, fascinación, ilusión y transitoriedad). Por último, las relaciones sexuales, como tales, muchas veces son un ingrediente secundario.

Mecanismos de enamoramiento en la pareja
En términos estadísticos o epidemiológicos, tres cosas aparecen claras: que la infidelidad femenina cada vez se acerca —o ha llegado ya— a los porcentajes masculinos (lo cual se explica en que la posibilidad de expresión sexual en hombres y mujeres se iguala, al menos en ciertas capas sociales); que las situaciones de infidelidad se presentan en no menos de la mitad de todos los matrimonios o relaciones conyugales (incluídos los vínculos amorosos estables entre personas del mismo sexo); y que la aparición del sida no disminuyó la ocurrencia de aventuras extramaritales, por lo menos en el grado en que se pronosticaba, y si acaso han variado ligeramente en sus prácticas (la utilización del condón, el sexo oral en vez de la penetración, la masturbación mutua, etcétera).

Muchas veces el descubrimiento de una infidelidad es sólo el último paso de una relación que ha venido deteriorándose desde tiempo atrás —a veces sin conciencia total por parte de sus integrantes—, y frecuentemente es el motivo manifiesto de la consulta con un especialista. La necesidad de identificar la situación de infidelidad como punto de expresión de una cadena de eventos, circunstancias y coincidencias que le han antecedido y que fueron determinando su gestación, debe considerarse como uno de los principales puntos diagnósticos a explorar en la consulta inicial con parejas en estas circunstancias, y normalmente establecerá el pronóstico de la terapia y de la pareja. El peor pronóstico lo presentan las parejas que tienden insistentemente a atribuir la infidelidad a situaciones del destino, la cultura o el género; a la seducción, insistencia o atractivos del amante; o a la degradación o maldad de la pareja.

Etiología de una infidelidad
Una situación de infidelidad, sea que se presente como ocasional o como crónica, generalmente refleja, a la manera de un síntoma, un debilitamiento de los lazos emocionales que se dan en una relación de pareja a consecuencia del aumento de los mecanismos de escisión (división, separación) e identificación proyectiva (modificación del vínculo o la relación para adaptarlo a las necesidades inconscientes personales) en uno o ambos compañeros, a la vez que se intenta mantener inalterada y preservada una parte del vínculo con la pareja, es decir, los aspectos de la relación que se sienten necesarios para la continuidad personal, conyugal, familiar o social.

En otras palabras, los mecanismos psicológicos involucrados en el nacimiento, desarrollo o finalización de una relación extramarital no son más que una forma apenas exacerbada de los mismos mecanismos que han estado operando en el vínculo “normal”. Los mecanismos de manejo de emociones y ansiedades que van estableciendo su marca o su sello en la relación amorosa, particularmente en cuanto a su capacidad de “dividir” o parcializar los intercambios, al final dan lugar a una modalidad más de esa fragmentación de la relación a través de la infidelidad. Puede decirse entonces que en una situación de este tipo se divide “afuera de la relación” lo que de hecho ya se divide “dentro” del vínculo. Se coloca en una tercera persona lo que normalmente se ha venido escindiendo o dividiendo ya en el compañero.

Manejo terapéutico
Los terapeutas de pareja intentamos reconocer los patrones de cooperación inconsciente (colusión) involucrados en una infidelidad y establecer las formas en las que este evento expresa la división, la identificación proyectiva y la represión de aspectos dolorosos o que generan ansiedad de las relaciones emocionales que la pareja no ha podido manejar.2

El análisis de los mecanismos de escisión es fundamental, ya que una infidelidad normalmente involucra varios tipos simultáneos de escisión, por ejemplo, entre relaciones “buenas” y “malas” (ubicadas naturalmente entre la pareja marital y la extramarital), entre sexualidad y vínculo amoroso; entre relación física y relación de compromiso, entre excitación restringida temporalmente y vínculo a largo plazo, etcétera. En especial, entendemos la situación de escisión como originada en el interior de cada uno de los miembros de la pareja a consecuencia de la imposibilidad de elaborar las tensiones, ansiedades y conflictos de la relación, y la posterior ubicación de estos aspectos internos sobre personajes externos: la pareja y el compañero extramarital. Un ejemplo típico sería la proyección de imágenes excitantes y ansiedades culpígenas sobre el compañero extraconyugal, mientras que las ligas nutrientes y las necesidades de seguridad se mantienen controladas en la pareja marital.

Estos mecanismos de escisión se encuentran funcionando normalmente desde bastante tiempo atrás dentro de la relación de pareja —a veces desde el inicio mismo del noviazgo—, y lo que establece el surgimiento de la infidelidad es simplemente la incapacidad por ambos miembros de seguir manteniendo esta escisión dentro de los límites de la relación de pareja, involucrando ahora en forma erotizada a otras personas a través de una relación corporal o afectiva.

La situación de infidelidad expresa el fracaso y consecuente crisis de los modos habituales de manejo en una relación de pareja. Si bien se calcula que las infidelidades están detrás de aproximadamente 60 por ciento de las intenciones de divorcio (muchas parejas no expresan legalmente esta situación por no complicar los trámites de separación), en opinión de otros autores, aproximadamente la mitad de las parejas que descubren una infidelidad y que deciden permanecer juntas recomponen su relación, integran afectos, sentimientos y fantasías, elaboran escisiones y, con mayor o menor grado de dolor y confrontación, solidifican su vínculo sobre bases más realistas. Por supuesto, las posibilidades de este resultado dependen en buena medida del nivel de funcionamiento previo alcanzado, del tipo de patología, de los mecanismos de defensa, las estructuras de personalidad, las ansiedades individuales y de pareja, así como de esos otros aspectos intangibles, indefinibles y sorpresivos que inescrutablemente suelen estar en la base de una relación amorosa.

1 Pittman, F. (1989). Mentiras privadas. Buenos Aires: Amorrortu, 2003.
2 Sharff, D. y Savege Sharff, J. (1991). Objects Relations Couple Therapy. Maryland: Jason Aronson, 2004.

* Psicoanalista miembro titular de la Asociación Mexicana para la Práctica, Investigación y Enseñanza del Psicoanálisis y de la Asociación Mexicana de Psicoterapia Analítica de Grupo; Profesor Investigador Titular de la Universidad Intercontinental.