Usted está aquí: miércoles 17 de enero de 2007 Opinión Portentosa memoria

Carlos Martínez García

Portentosa memoria

Una cosa es recibir inspiración literaria, influencias y estímulos de otros autores para intentar escribir uno mismo sus propias historias, pero muy otra es seguir a pie juntillas la narración de otro(a) autor(a) y después publicarla bajo la firma propia. Esto último fue lo que hizo Liébano Sáenz, y para justificarse da una explicación bastante endeble.

En el último número de Proceso, correspondiente a 2006 (31 de diciembre, número 1574), dimos elementos suficientes como para concluir que Un milagro de Navidad, publicado en tres partes (24-26 de diciembre) en Milenio Diario, y que apareció bajo la autoría de Liébano Sáenz, seguía estrechamente la historia, desenvolvimiento de la narración, personajes y hasta reproducción de los diálogos del cuento The Christmas Miracle of Jonathan Toomy, de Susan Wojciechowsky. Ambos cuentos, el de Sáenz Ortiz y el de Wojciechowski, ganadora de varios reconocimientos por su trayectoria como escritora de narraciones infantiles, entre ellos el American Library Asssociation Notable Children's Book y el Internacional Reading Association Teachers' Choices Award Winner, tienen tantas coincidencias que parece en extremo difícil que el político mexicano desconociese la existencia del cuento original, publicado en 1995. Tímidamente ha intentado Liébano Sáenz explicar tales similitudes. Puntualizo sus razones y comento por qué me parecen insuficientes.

1. En la sección Trascendió (2/1/07) de Milenio Diario se dice que Liébano Sáenz Ortiz envió una precisión sobre el cuento ya mencionado. La explicación es la siguiente. "Sáenz escribió la versión que recordaba haber escuchado y aclara que 'de haber sido de mi conocimiento una publicación previa, así lo hubiera consignado'. Dice que el relato corresponde a una versión que escuchó hace muchos años y la adaptó, pero que sabe ahora que la historia original es autoría de Susan Wojciechowski, por lo que ofrece una disculpa a ella y los lectores. Que su propósito fue "hacer llegar a los lectores de Milenio Diario un cuento acorde al sentimiento colectivo de la Navidad". De aceptar esta argumentación, al mismo tiempo es necesario reconocer que, respecto al cuento inicial, hubo una correa de transmisión impecable y que no le alteró prácticamente nada significativo al escrito de Wojciechowski.

2. Ya que el planteamiento de la historia, su desarrollo y conclusión son exactamente iguales en los dos cuentos; que también las descripciones de las peculiaridades físicas y de carácter de los personajes son las mismas; y que además Liébano Sáenz reproduce diálogos que más parecen traducciones de las conversaciones originales en inglés, debemos concluir que su memoria es portentosa y digna de orgullo. Dice que el relato lo escuchó hace muchos años. Dado que guardó tanto tiempo en su memoria lo que le contaron verbalmente y fue capaz de reproducirlo con asombroso parecido al escrito de Susan Wojciechowski, con seguridad memoria tan privilegiada debe recordar con detalle quién se lo contó, cuándo lo hizo y dónde, así como detalles de la hora y el clima.

3. Pero la inalterabilidad en la transmisión del cuento original nos depara una sorpresa más. No solamente Liébano Saénz recordó en los últimos días de 2006 la narración oída varios años atrás, y la rememoró tal cual la escribió Wojciechowski, sino que la persona quien a su vez se la narró a él prácticamente se la sabía de memoria. Basta cotejar el cuento original para llegar a esta conclusión. ¿O será que una persona anterior en la cadena se lo contó con toda fidelidad al hombre o mujer que después se lo repitió a Sáenz Ortiz? Parece que ese juego llamado el teléfono descompuesto (ejercicio para comprobar cómo un mensaje en la medida que se va trasmitiendo a otras personas irremediablemente se distorsiona) fracasó estrepitosamente en el caso que estamos analizando.

4. Por lo menos estamos ante dos deslumbrantes memorias, que conservaron intacto el cuento de Wojciechowski. En el caso de Liébano Saénz, y basado en la narración publicada en tres partes, debemos reconocer que fue en extremo fiel a una historia que debió arrobarlo cuando la escuchó, porque guardó el más mínimo detalle de la misma. Hoy reconozco que la ficción de Ray Bradbury, en su novela Fahrenheit 451, tiene cabal cumplimiento en memorias tan poderosas como la de Sáenz Ortiz.

En la sociedad descrita por Bradbury, para sus dirigentes los libros deben desaparecer tragados por el fuego. Los gobernantes se organizan para extinguir los libros, porque hacen pensar y eso tiene consecuencias nefastas para la cúpula gobernante. Al final de la novela, el personaje central, Montag, huye para salvar su vida, amenazada por el delito de tener libros. Encuentra a un grupo de vagabundos muy especial: cada uno fue poseedor de libros y voraz lector. Para evitar la pérdida del conocimiento de grandes autores, cada integrante del grupo fijó libros en un lugar donde las llamas no podían llegar: su memoria. Es así que Granger, al presentarle la biblioteca andante a Montag, dialoga con él: "Todos tenemos memorias fotográficas... Yo soy La Republica de Platón. ¿Desea leer a Marco Aurelio? Mr. Simmons es Marco... Quiero presentarle a Jonathan Swift, el autor de ese malicioso libro político, Los viajes de Gulliver. Y este otro sujeto es Charles Darwin, y aquél es Schopenhauer, y aquél, Einstein, y el que está junto a mí es Mr. Albert Schweitzer, un filósofo muy agradable, desde luego. Aquí estamos todos: Montag, Aristófanes, Mahatma Gandhi, Gautama Buda, Confucio, Thomas Love Peacock, Thomas Jefferson y Mr. Lincoln. Y también somos Mateo, Marcos, Lucas y Juan. Todos rieron silenciosamente". Parece que la privilegiada memoria de Liébano Sáenz es como la de los personajes de Bradbury. No sería extraño que en ella guardase obras de variados autores(as), desde grandes clásicos hasta creadores de literatura infantil como Susan Wojciechowski.

5. Finalmente, ¿por qué no aclaró a los editores del periódico que el cuento firmado por él era ­como una semana después lo dice­ "una versión oral que escuchó hace muchos años"? Sobre todo cuando la serie de tres partes fue presentada por el diario como "una muestra (de) su vena creativa". ¿Acaso no debió consignar que el relato le había sido transmitido por alguien más? En su aclaración, que en realidad no explica a cabalidad el asunto, dice que lo escrito por él "corresponde a una versión oral" que le fue contada. ¿Cuántas veces la escuchó? ¿Solamente una, y eso le bastó para guardar la historia en su memoria prácticamente de manera textual? ¿Habrá escuchado una lectura en voz alta de la obra de Susan Wojciechowski, y años después recordó igualita toda la trama, menos quién la redactó originalmente? Tiene una memoria convenientemente selectiva, ¿no? Lo cierto, y reconocido por él, es que su vena creativa literaria tendrá que mostrarla en otras narraciones, porque en este caso lo que él llama adaptación es mucho, pero mucho más que eso.

 
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