Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 14 de enero de 2007 Num: 619


Portada
Presentación
Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA
Muro, pobreza y discriminación
GABRIEL COCIMANO
La TV: estética y manipulación
ALEJANDRO MICHELENA
Imperio estadunidense: quiénes y por qué
ROSA MIRIAM ELIZALDE
Entrevista con GORE VIDAL
Poema
ODYSSEAS ELYTIS

Columnas:
La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUíA

Mentiras Transparentes
FELIPE GARRIDO

Al Vuelo
ROGELIO GUEDEA

Corporal
MANUEL STEPHENS

El Mono de Alambre
NOÉ MORALES MUÑOZ

Cabezalcubo
JORGE MOCH

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Bemolsostenido
ALONSO ARREOLA

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Reseña de Enrique Héctor González sobre Finjamos que soy feliz


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JAVIER SICILIA

¿ES POSIBLE MATAR AL LEVIATÁN?

Desde la constitución del Estado nación y la formulación que Hobbes hizo de él en El Leviatán, los hombres no podemos concebir otra forma de gobierno. Aún hoy en que la globalización y el expansionismo imperial lo han puesto en crisis, los pensadores modernos, como Norberto Bobbio, siguen atrapados en su imaginario. Para ellos, el Leviatán, que nace de la necesidad de limitar el estado salvaje del hombre para generar la paz y la armonía entre ellos, continúa siendo no sólo una verdad incuestionable, sino una verdad que necesita crecer. Así, Bobbio, frente al avance de los imperialismos, no dejó de pugnar por la creación de un organismo internacional más fuerte y unificado que el de la onu. Howard Warrender, más radical aún, ha llegado a proponer –lo que ya Albert Camus había hecho después de la segunda guerra mundial– la creación de un Estado mundial, de un Leviatán universal, que limitara no sólo el expansionismo imperial sino la emergencia del terrorismo.

Pero, ¿por qué combatir a la bestia política del Estado, que lejos de traer la paz, como lo pretendía Hobbes, ha multiplicado las guerras y la miseria tanto en el exterior como en el interior de las naciones, haciéndola más grande? ¿Quién garantiza que al hacer crecer a la bestia no crecerá con ella el horror que se pretende combatir?

El problema de esa creencia, como lo ha demostrado Roberto Ochoa siguiendo a Leopold Kohr, radica en que estamos parados en un punto ciego. Para Kohr, contemporáneo de Bobbio, pero crítico del Leviatán, la unificación de los pueblos en unas cuantas naciones, con el fin de pacificar a las regiones que en la Edad Media estaban en conflicto, no sólo no terminó con la guerra –el Estado se apropió del uso legal de la fuerza que ejerció y continúa ejerciendo dentro de la nación–, sino que hizo que el Estado buscara "más allá de sus fronteras para descargar sus energías", creando nuevas y más virulentas guerras.

La razón de esta paradoja radica en que el poder, para cometer atrocidades, crece y se acumula en el Estado generando, en quien lo administra, una experiencia psíquica de impunidad que multiplica los males. Para Kohr, el problema, por lo tanto, es de orden morfológico. Al igual que para Thompson y Halden, los padres de la morfología biológica, el equilibrio de los seres en la naturaleza se basa en la proporción y los límites de su tamaño –un ratón, por ejemplo, sólo puede ser dentro de su escala: un cuerpo compacto sostenido por patas tan delgadas como delicadas; si aumentara su tamaño no podría sobrevivir–, para Kohr las sociedades se deforman cuando rebasan su tamaño que funciona, al igual que en los seres, como cerco morfológico, en donde la violencia que hay en el cuerpo social puede limitarse. En este sentido, para Kohr, el Leviatán no es más que una desproporción del cuerpo social, una monstruosidad que lejos de hacer controlable al lobo que hay en los hombres, lo exacerba a grados inauditos, y lejos de solucionar las miserias sociales las multiplica.

Contra los males del Leviatán Kohr no propone, como Bobbio o Warrender, su crecimiento, sino su reducción. "Los límites del cerco morfológico –dice Roberto Ochoa al comentarlo– al mismo tiempo que le dan forma a una sociedad, evitan que las reacciones en cadena arrasen con ella. Cualquier sociedad es conflictiva, pero ninguna es tan destructiva como aquella que ha excedido sus límites." La prueba más clara es la virulencia y la miseria social que los Estados nacionales han generado en relación con las de las pequeñas sociedades del pasado.

Sólo desde allí podría matarse al Leviatán. Sin embargo, el monstruo ha crecido en tales dimensiones y su fe en él es tan grande que, pese a la clarividencia de Kohr, no hay ya forma de detenerlo. Frente a él, sólo quedan los focos de resistencia que, como actos simbólicos, se ponen comunitariamente al margen del Estado. ¿Gestos inútiles? No lo sé. En todo caso, en esos intentos que retoman intuitivamente a Kohr, veo la fe de aquellos Padres del Desierto que en el siglo iv se pusieron al margen del Imperio en los desiertos de Siria y que cuando el Imperio se desmoronó hicieron posible rehacer el mundo.

Además opino que hay que respetar los Acuerdos de San Andrés, liberar a todos los zapatistas presos, derruir el Costco-cm del Casino de la Selva, esclarecer los crímenes de las asesinadas de Juárez, sacar a la Minera San Xavier del Cerro de San Pedro y liberar a los presos de Atenco.