Usted está aquí: domingo 19 de noviembre de 2006 Cultura La honestidad de un revolucionario

La honestidad de un revolucionario

Pablo Espinosa

Una vez que cruzamos el umbral de un nuevo siglo, la historia ha caído por su propio peso en justicia, reconocimiento, identidad y soberanía respecto de la obra del mejor compositor en la historia de México: Silvestre Revueltas (1889-1940). En el pensamiento musicológico europeo no hay duda que la música de Revueltas es un emblema no sólo de lo mexicano, sino de la Revolución Mexicana y de lo revolucionario en el extenso sentido del término.

Telúrico, explosivo, anímicamente arrollador, pero sobre todo sencillo y sincero, gente del pueblo, persona normal, dueño de conocimientos pero sin alzarse el cuello hasta las gafas para disfrazarse de ''intelectual", Revueltas venció a la adversidad, surgió de un rincón olvidado de la patria y se convirtió en un expresador de los sentires y los pensares de los de abajo. Entre los demonios que enfrentó Silvestre figura el triste sentimiento de la envidia, que envilece tanto a quien, sumamente sufriente, lo deja circular por sus venas. Por encima de ángeles y demonios, la obra de Silvestre Revueltas se elevó como un mensaje de armonía y justicia social que pocos artistas en el mundo han conseguido cifrar en arte.

De entre el cúmulo de grabaciones de la obra revueltiana destaca por supuesto la que realizó Eduardo Mata. La más reciente es la de José Luis Castillo con la Sinfónica de Guanajuato, pero la insuperable es la del finlandés Esa-Pekka Salonen al frente de la Filarmónica de Los Angeles. Prodigio.

 
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