Usted está aquí: viernes 10 de noviembre de 2006 Opinión Morelia en la Cineteca

Carlos Bonfil

Morelia en la Cineteca

Del 9 al 12 de noviembre la Cineteca Nacional presentará una selección de lo mejor del Festival de Morelia, sobre todo los cortos premiados en las cinco categorías concursantes (animación, ficción, experimental, corto michoacano y documental). Hace dos semanas la cadena de salas Cinépolis había presentado, por primera vez en la ciudad de México, una selección de los largometrajes extranjeros invitados al festival, acompañados también de los cortos ganadores.

Esta vez no se proyectarán en la Cineteca esos largometrajes, aunque sí se añadirán otros cortos que recibieron menciones de los jurados, cuya calidad en ocasiones rivalizaba muy decorosamente con lo finalmente premiado.

A esta selección se añade el homenaje al joven actor Gustavo Sánchez Parra por su trayectoria notable. Este actor, reconocido por su participación en la cinta de Alejandro González Iñárritu Amores perros, ha encarnado en múltiples cortometrajes tipos urbanos que concentran la rabia, el rencor social, la afrenta y en no pocas ocasiones una ternura inocultable.

El homenaje pretende estimular este profesionalismo en el momento en que mejor se perfila su desempeño de comediante. La iniciativa rompe saludablemente con la tradición de hacer del tributo a los actores un auténtico mausoleo.

El corto de animación El doctor, de la realizadora estadunidense Suzan Pitt, es un delirio visual de 20 minutos que incursiona, al modo de la tira cómica underground, en la vida del pueblo de Esmeralda de los Hoyos, en particular en el sueño de un viejo médico fatigado, partero de monstruos esperpénticos. El imaginario de la cultura popular desfila sin recato y en la más jocosa incorrección política con el exceso como nota central, pero siempre a partir de un sobresaliente empeño profesional.

En el cielo como en la tierra, de la joven boliviana Natalia López, egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), conquista la categoría de mejor corto experimental, aunque estrictamente no pertenece a ella. Su búsqueda narrativa se sitúa, sin embargo, en los márgenes del relato tradicional y destaca por su propuesta alternativa. Narra en atmósferas enrarecidas una historia de desamparo. Dos adolescentes, Manuel y Octavio, descubren en un acercamiento de índole homoerótica su primera educación sentimental luego de ser abandonados por sus padres.

Es notable la manera en que una relación de fuerza se establece en el primer contacto amistoso, con un joven taciturno que anhela el contacto del adolescente mayor, encallecido por la desventura. Cuando el entorno social deja de ofrecer aliciente alguno y toda perspectiva es de desesperanza, los jóvenes reconocen la necesidad de cobijarse uno a otro, superando así el desasosiego. El relato sobrio, a ratos enigmático, no incurre en la tentación del patrocinio piadoso, en el melodrama o en la exploración de la miseria. Esto en sí es un gran acierto en nuestro medio fílmico.

El corto ganador en ficción, Ver llover, de la joven Elisa Miller, estudiante también del CCC, narra otra historia de iniciación sentimental, con recursos expresivos más tradicionales; todo en un registro realista, con notable atención al detalle y a la sicología de sus personajes juveniles. El joven Jonás (Diego Cataño, el Moko de Temporada de patos) vive una irresistible infatuación amorosa por Sofía, quien harta de las rutinas pueblerinas ha decidido emigrar a un mejor destino en compañía del adolescente indeciso.

El dilema moral de Jonás, quien tiene que elegir entre la compañía de su madre solitaria y la aventura pasional, es el centro y encanto de este estupendo cortometraje. La propuesta tiene gran frescura y su contraparte urbana, en un registro parecido, es otro de los cortometrajes que merecían ser también premiados, Dime lo que sientes, de Iria Gómez, egresada del CCC: una historia de desencuentros afectivos en pleno centro capitalino, que culmina con la identificación casi mágica de Julián y Micaela, víctimas de la crisis económica, subempleados sin mayores perspectivas, que descubren en la complicidad sentimental el mayor estímulo.

El corto michoacano Reincidente (Backslider), de Antonio Flores Orozco, muestra de la vitalidad de la producción regional de cortometraje, y La palomilla salvaje, documental del uruguayo Gustavo Gamou, merecen por su riqueza expresiva una nota parte.

Esta selección se proyectará a partir del jueves y hasta el domingo en la Cineteca Nacional.

 
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