Usted está aquí: domingo 15 de octubre de 2006 Opinión Lula: de lo malo lo menos malo

Marcos Roitman Rosenmann

Lula: de lo malo lo menos malo

Las segundas vueltas transforman adversarios en amigos. Se trata de una mutación en favor del pragmatismo. Emerge un discurso del miedo, pero al revés. En Brasil, lo que durante tres años se llamó traición a un programa de gobierno, hoy se oculta en pro de la relección. Se acabó la crítica a Lula. Hay que cerrar filas frente al enemigo común. Ya habrá ocasión de ajustar cuentas. Aunque probablemente la ocasión se postergue sine die. Se trata de una estrategia conocida: hay que elegir entre lo malo y lo peor. Para justificarla se aduce el efecto de lo peor. Privatizaciones, trasnacionales y subordinación al imperialismo. Un regreso al pasado.

Sin embargo, la realidad es tozuda. Los argumentos indican que durante el gobierno de Lula existe continuidad con el proyecto de Cardoso, es decir, se privatiza, se hacen concesiones a las trasnacionales y en política internacional se es dubitativo. No se trata de ser ultraizquierdista, pesimista o maximalista. Las cifras y los datos hablan. Así, el número de días que un brasileño pobre debe trabajar para pagar sus impuestos no ha dejado de crecer desde hace 25 años. Cuando Lula fue electo era de 135 días, ahora hay que sumarle siete días más. El sistema impositivo es regresivo. Una familia con dos salarios mínimos al mes (325 dólares) gastaba hace 10 años 26 por ciento de su presupuesto en impuestos indirectos, en 2004, según la Secretaría de Rentas Federales, sube a 48.8 por ciento. Así, la carga tributaria de la familia pobre subió 20.6 por ciento, mientras la de una familia con ingresos de 4 mil 835 dólares fue de sólo 8.4 por ciento. Pero no se trata sólo de una regresión en este apartado. En política ambiental, la ley conocida como el legado de Lula sobre la Amazonia, no exenta de polémica, se considera una privatización encubierta, entrega 5 millones de kilómetros cuadrados a las grandes multinacionales para su uso y disfrute donde en codirección con el Estado, podrá aplicar su política agroindustrial de transgénicos y deforestación. Suma y sigue.

La reforma agraria ha sido un fiasco. Juliano de Carvalho, asesor de la Asociación Brasileña de la Reforma Agraria, quien trabajó en su plan nacional dijo antes de abandonar: "El gobierno de Lula no tiene capacidad para alterar la estructura latifundista. Los únicos resultados positivos se refieren sólo al programa de fortalecimiento de agricultura familiar, lo que es poco para sustentar la afirmación de que la reforma agraria de calidad está siendo realizada. Lo que aún diferenciaba el gobierno de Lula de los demás era su postura ante los movimientos sociales. Ahora, ni esto. Su política es inicua al latifundio. No afecta al monopolio de la tierra". Y tiene razón. Un exiguo 2.8 por ciento de terratenientes es dueño de 56 por ciento de las tierras agrícolas, en tanto que 50 por ciento de pequeños campesinos dispone de 2.5 por ciento y se acerca a los dos tercios de la población rural. Sin embargo, las multinacionales Aracruz Celulose, Archer Danils Midlan, Bunge Corporation y Cargill se adueñan del territorio agrícola en connivencia con latifundistas en el estado de Espíritu Santo y del centro-oeste brasileño para deforestar, plantar soja y destruir reservas naturales a partir de 2003, es decir, con el beneplácito del gobierno de Lula. Sin olvidar las 8 mil hectáreas selváticas arrebatadas por Cargill a la etnia indígena manokí de forma ilegal. Sin olvidar Monsanto, que hace y deshace a su antojo. Sigamos.

Si queremos hablar de valores éticos, la remoción de los militantes que han denunciado la corrupción es la tónica que han seguido en el PT. Tampoco olvidemos el desprecio al programa electoral. Quienes se apegan a su cumplimiento se han enfrentado a una lucha que culmina con su expulsión o su renuncia. Esos han sido los casos de Heloísa Helena, Cristovam Buarque o Frei Betto, por citar los más destacados. El proyecto social se evaporó en el camino. Incluso, Leonardo Boff, teólogo de la liberación, cercano al PT, se aleja por convicción ante tanto desaguisado. En definitiva, el desencuentro es producto de la propia acción del gobierno de Lula. Sus logros son exiguos en función de sus objetivos. Se han frenado y han retrocedido. Se han transformado en "una izquierda responsable". En realidad han mutado, deciden disfrutar del poder a costa de perder credibilidad e identidad política, acompañando su que hacer de arrogancia y corrupción. Es el nacimiento de la llamada izquierda neoliberal.

Tras su primer mandato, pensaban ganar en primera vuelta. Sin necesidad de recular ni dar explicaciones. El fantasma de una derrota no estaba en sus planes. Pero no ganaron. Y ahora el miedo se apodera de ellos y de la izquierda social. Quienes combatían a este gobierno por corrupto, falta de principios éticos, renuncia al programa, por traición a los movimientos sociales, llaman zafarrancho de combate. Emerge otro discurso: la necesidad histórica de parar a la derecha, acompañando a un líder que encarna un Brasil posible. Lula se recubre de una aureola que hace años dejo de pertenecerle. En esta segunda vuelta, el diseño de su campaña apela a su pasado, a su origen proletario, obrero metalúrgico, vamos a enmendar el rumbo. Así se justifica el voto útil y se explica la necesidad de cerrar el paso a una socialdemocracia de derecha.

Que nadie piense que no hay diferencias entre los candidatos. Simplemente llamo la atención de lo fácil que resulta franquear los principios éticos en beneficio de una postura pragmática donde prima la lógica del poder. En esta dinámica, un conjunto de personalidades y organizaciones populares piden el voto por Lula en esta segunda vuelta. Seguramente las razones para ello no faltan y si fuese brasileño también lo haría, sólo que no mentiría sobre los motivos. De lo malo lo menos malo y basta. El lobo no está fuera, ni se encuentra en la otra orilla, convive en nuestra casa. El PT no cambiará su itinerario. Seguirá su rumbo hacia la derecha. La izquierda, anticapitalista por definición, debe reflexionar sobre la construcción de alternativas en el interior de un sistema capaz de fagocitar proyectos emergentes desarticulandolos, incorporarlos o cooptándolos.

 
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