Usted está aquí: domingo 15 de octubre de 2006 Opinión Ulises, el mago que desapareció los poderes

Fernando Gálvez de Aguinaga *

Ulises, el mago que desapareció los poderes

Ampliar la imagen Una credencial del IFE, tres fotografías y un documento bancario son los objetos que supuestamente se les cayeron a los asesinos de Alejandro García Hernández, integrante de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, quien falleció este sábado luego de que fue baleado en una barricada de la capital oaxaqueña. En la imagen de la derecha, la bala que le fue extraída del cráneo FOTOFrancisco Olvera

Ampliar la imagen Una credencial del IFE, tres fotografías y un documento bancario son los objetos que supuestamente se les cayeron a los asesinos de Alejandro García Hernández, integrante de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, quien falleció este sábado luego de que fue baleado en una barricada de la capital oaxaqueña. En la imagen de la derecha, la bala que le fue extraída del cráneo FOTOFrancisco Olvera

El primer acto de magia de Ulises Ruiz fue su apretado, desaseado y dudoso triunfo en las elecciones que lo hicieron gobernador de Oaxaca. Todo mundo sospecha que en ese proceso comicial no se respetó el derecho ciudadano a elegir libremente a sus autoridades.

El PAN cuestionó severamente dicho proceso, y ese supuesto triunfo del PRI, sin embargo, año y medio después, es uno de los tenebrosos pilares que se empeñan en sostener al tirano. El Senado de la República se pregunta hoy con ingenuidad si realmente han desaparecido los poderes en Oaxaca, pero la comisión senatorial obtuvo una respuesta contundente, en los hechos, que no ha querido tomar en cuenta: el supuesto mandatario recibió y despachó la semana pasada a una comisión de legisladores en el aeropuerto de la capital oaxaqueña, es decir, en territorio federal, porque Ulises Ruiz no puede trabajar en su territorio, no tiene palacio de gobierno y la ciudadanía lo persigue, repudiándolo cada vez que realiza un acto público.

Pero regresemos el calendario y veamos cómo Ruiz todavía no era investido como gobernante y ya se empeñaba en trastocar los poderes de la entidad. Parece que ya nadie recuerda que tomó posesión no en el Congreso del estado, como marcan las leyes, sino en el auditorio de la Guelaguetza. Por decisión previa a su mandato, Ruiz había ordenado que el inmueble del Congreso estatal fuera transformado en el teatro Juárez, mas como todavía no se construía la nueva sede del Congreso del estado, su toma de posesión se trasladó al cerro del Fortín y los diputados se mudaron desde su primer día de gobierno al teatro Alvaro Carrillo (mudanza que se transforma en atinada metáfora del dizque trabajo legislativo que hoy pretende mostrarse como prueba de la existencia de poderes, pues cabe recordar que muchas de las leyes que hoy presumen los legisladores locales fueron discutidas y aprobadas en hoteles).

Así también se anunció que el palacio de gobierno dejaría de serlo para transformarse en museo sin vocación definida, mientras la casa de gobierno se convertiría en escuela de turismo. Por ello, Ulises Ruiz dejó de despachar en la capital del estado y dirigió su desastrosa e intermitente administración desde San Bartolo Coyotepec, el pueblo del barro negro, laborando lo mismo en una casa que en el Museo de Artesanías, inaugurado dos días antes de las elecciones que lo entronizaron. Por lo demás, en el primer año de su mandato rara vez se veía al gobernador, pues como era uno de los operadores más cercanos de Roberto Madrazo se la pasaba de gira o en la ciudad de México tratando de organizar la insostenible campaña de su jefe. A cambio gobernó la entidad un ex porro que nadie había votado: el entonces secretario de Gobierno Franco Vargas, mejor conocido por la ciudadanía y las columnas de chismes periodísticos como El Chuky.

De golpe y porrazo los poderes del estado serían trasladados fuera de la capital, a un complejo de edificios que se iría construyendo en un municipio conurbado; aquella onerosa e innecesaria obra pública debería ser uno de los rubros mejor auditados por el gobierno federal, así como las remodelaciones y adecuaciones de los edificios que antes fueron sedes de los poderes y diversas dependencias públicas, pues existe la sospecha de que el baile de recursos operado en dichas obras constituyó una de las cajas chicas de la campaña electoral de Roberto Madrazo. Uno de los trucos más socorridos en las constructivas transas ha sido fragmentar en etapas o secciones la obra pública para que las empresas constructoras que participan en las obras no tengan que ser licitadas, como se probó en la remodelación del zócalo.

Mas las ambiciones del equipo de Ulises Ruiz no se saciaron con esas mudanzas y albañilerías "institucionales". En pocos meses Ulises Ruiz comenzó a operar un plan para reconfigurar los puntos neurálgicos de la ciudad capital, por lo que se iniciaron obras para remodelar el zócalo de Oaxaca, la llamada plaza de la Danza, frente al palacio municipal; el parque de El Llano, múltiples templos católicos del Centro Histórico y de otras poblaciones del estado; fachadas de inmuebles, como la llamada "Casa de Cortés", hoy sede del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca. También diversas arterias viales de la zona centro empezaron a ser ampliadas, desapareciendo banquetas y árboles, o bien, en casos como la carretera el Fortín, una de las dos entradas francas a la ciudad, donde la ausencia de estudios técnicos derivó en derrumbes que evidenciaron su inviabilidad y pusieron en riesgo a los habitantes de las faldas del cerro.

Muchos otros proyectos quedaron en el tintero, gracias a las movilizaciones y denuncias de la ciudadanía y la prensa, sobre todo durante las catastróficas obras del zócalo, que hicieron recular las pretensiones del gobernador itinerante por construir un estacionamiento debajo del mercado 20 de Noviembre, en pleno Centro Histórico, el más emblemático de Oaxaca, o bien su intención de implementar un espectáculo de luz y sonido en Monte Albán, así como allegarse los recursos captados en la taquilla de esa zona arqueológica, arrebatándole la administración al INAH. Tampoco pudo desarrollarse el segundo piso que se proponía levantar en la calle Héroes de Chapultepec, avenida que marca el límite de la zona centro. Del mismo modo, se detuvo su pretensión de revivir una obra carretera conocida como Libramiento Norte, que hace 15 años fue detenida también por la sociedad civil, ya que destruiría la única reserva ecológica cercana a la ciudad de Oaxaca conocida como Parque Nacional Benito Juárez desde un decreto firmado por el general Lázaro Cárdenas cuando fue presidente. Un periódico denunció que el responsable de varias de esas obras era ni más ni menos que el hermano del gobernador, quien ya había estado a cargo de otros trabajos de remodelación durante el sexenio de José Murat, como por ejemplo la reconstrucción del salón Paraninfo de la UABJO tras un incendio provocado por porros, donde el encargado del remozamiento se mandó retratar en pleno techo, disfrazado de guerrero jaguar. Ya fuera de la capital, obras innecesarias fueron moneda corriente, como la edificación de flamantes palacios municipales donde ya había y en localidades donde los municipios no cuentan con recursos para resolver las necesidades básicas de los pobladores.

Mas el Rey Mago de Oaxaca siempre se sintió insatisfecho con sus tropelías y quería dejar su sello irracional por todas partes, por lo que su violencia sin sentido también ha ido desapareciendo muchos de los árboles más añejos y monumentales de la capital, pues tanto en el zócalo como en el parque El Llano, así como en diversas calles del Centro Histórico y de la colonia Reforma, muchos inmensos laureles de la India, que conformaban parte del paisaje citadino desde hace siglo y medio, fueron talados impunemente. Ni siquiera a la sombra fresca de esos especímenes vegetales tiene derecho la ciudadanía oaxaqueña en plena era del calentamiento global.

Pero trucos de magia negra más oscuros han sido operados por la administración que hoy se encuentra en vilo, y es que de hecho las garantías individuales han desaparecido para cualquiera que se oponga a los designios del Rey Mago. Así, el gobierno de Oaxaca ha operado contra la libertad de prensa y expresión cerrando y atacando medios de comunicación, como el diario Noticias. Ha amenazado a periodistas e inclusive agredido sistemáticamente a los humildes voceadores que venden dicho diario, quienes han sido apresados, golpeados o baleados por el "terrible delito" de trabajar y vender un periódico opositor. Así también, el gobierno del estado ha encarcelado a opositores políticos, ha utilizado cuerpos parapoliciacos para disparar contra inconformes hiriendo o matando a varios, ha torturado presos políticos y ha detenido a líderes de organizaciones políticas y sociales en plenas mesas de negociación. Son también ya varios los asesinatos de defensores de derechos humanos, líderes indígenas y activistas políticos que no han sido esclarecidos y que se suscitaron antes del movimiento magisterial.

De igual forma, el gobierno decidió que podía bombardear con gas lacrimógeno la zona centro de la ciudad, sin importarle que al tratar de disolver el plantón magisterial que reprimía hubiera afectado a los ciudadanos que habitan y laboran en el corazón de la capital, e inclusive a los turistas que se hospedaban y paseaban por las calles. Así pues, las garantías individuales no sólo fueron violentadas a los inconformes, sino a cualquier ciudadano nacional o extranjero que se encontrara en la zona. Todo eso sin tomar en cuenta que Oaxaca es una de las regiones del país con mayor número de feminicidios sin castigo, como denunció hace meses un grupo significativo de organismos defensores de derechos los humanos.

La conclusión, entonces, es clara: si el señor Ulises Ruiz ha atentado contra la paz, los derechos de los ciudadanos, el patrimonio histórico, cultural y natural de Oaxaca, las instituciones y las leyes, por lo que la desaparición de poderes ha sido empujada desde antes de tomar protesta por el gobernador ilegítimo y su equipo, resulta entonces extraño que el Senado de la República siga preguntándose cómo ser consecuente con esa responsabilidad legal e histórica que les confiere el artículo 76 de la Constitución mexicana.

* Crítico e historiador de arte. Entre sus obras se encuentra Oaxaca: la ciudad que sueñan sus pintores.

 
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