Número 123 | Jueves 5 de octubre de 2006
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Director: Alejandro Brito Lemus

VIH/sida y conductas de riesgo en Mérida

Detrás de las níveas fachadas

Yucatán ocupa el tercer lugar nacional en casos de sida. En Mérida, ciudad calurosa donde las divisiones sociales y los prejuicios son una constante, en especial para las poblaciones tradicionalmente estigmatizadas, exploramos la situación del trabajo sexual entre varones.

Por Christian Rea Tizcareño

Durante décadas, Mérida fue considerada la Ciudad Blanca por el color de sus casonas coloniales; sin embargo, se tiñó de rojo cuando se identificaron aquí dos de los primeros casos de VIH/sida en la historia de México en el verano de 1983.
Pero detrás de sus muros se esconde un virus más dañino: la doble moral. No es difícil encontrar que el sacerdote que desde el púlpito condena la homosexualidad la compre clandestinamente en las calles; que el diputado que tiene congelada la ley para prevenir la discriminación sea devoto de uno de los oficios más repudiados en Mérida: la prostitución masculina; o que un padre de familia, de los que suelen enseñar a sus hijos a odiar a los putos, en sus ratos libres pague por tener relaciones sexuales con una persona de su mismo sexo.
El atrio de uno de los muchos templos de Mérida ve pasar a los fieles durante la jornada diurna, y en la noche, cuando la urbe duerme, recibe la visita de otros feligreses, quienes se congregan a recibir el sacramento del placer. Alrededor de las iglesias y en las arterias de la metrópoli, figuras varoniles esperan a parroquianos deseosos de obtener la gloria a través de prácticas homosexuales.

Hijos de la vida nocturna
La labor más antigua de la humanidad nunca descansa en la capital de Yucatán, aunque “los mejores días son los viernes y sábados porque va mucho cliente borrachito y extranjero”, dejando jugosas propinas, dice Cristina, una transgénero que ofrece servicios sexuales en las afueras de la ciudad.
A las siete de la noche llega a su trabajo. Por cada cliente gana cerca de 150 pesos. De repente, una voz hombruna le ofrece, además del hotel, 700 pesos por hacerlo sin condón; pero ella desecha la oportunidad: “prefiero perder dinero a perder mi vida. Hay quien oye la cantidad y dice 'vamos'”.
La Cristina, como le dicen sus cuates, tiene 29 años y hace 16 se inició en el negocio: “En aquella época nada más se sabía de la sífilis y la gonorrea, no se oía del VIH; yo me di cuenta cuando se empezaron a morir mis compañeras”.
No falta quien le lance los adjetivos clásicos del estigma en la región para referirse a los homosexuales: “Puyul, cangrejo, marica, cancalás, puñal o maldito sidoso”.
Pero hoy es un muchachito quien la aborda. No es para molestarla y ella le entra al juego, lo deja tentar para descubrir si La Cristina es hombre o mujer. El puberto de primer año de secundaria, antes de regresar a la casa paterna, aprende a usar el condón para protegerse de una infección de transmisión sexual, lección que no recibió en la escuela o la familia.
Las razzias
Mientras las luces de los automóviles recorren su cuerpo, Cristina piensa en uno de sus principales miedos: la razzia —redada con la que la policía yucateca ha pretendido “limpiar” la ciudad de la prostitución. “Porque tienen uniforme se sienten superiores a ti. A golpes te obligan a que les des de chupos (sexo oral) o te penetran a la fuerza, y luego te piden dinero para dejarte ir; si no lo haces, te vas al bote”.
Al final, los superiores justifican el operativo: “Ah, es puto, bien que le hayas rajado la madre, se lo merece”, como narra Carlos, un ex policía, amigo de Cristina. Mas la aprobación de los altos mandos no evitó que el VIH se introdujera en la sangre de los policías mientras perpetraban las violaciones. Tampoco impidió que el virus se extendiera a las células de sus cónyuges mujeres.
A eso de las diez, La Cristina se despide de la luna para irse a descansar. Se entrega al sueño detrás de los muros “inmaculados” de una localidad turística en donde cuesta trabajo pronunciar la palabra condón porque la discriminación infecta cada día más a la sociedad.

Una realidad alarmante
Yucatán reporta al año alrededor de 230 nuevos casos de VIH/sida. Desde el principio, el grupo de mayor riesgo fue el de hombres que tienen sexo con otros hombres. Poco más de dos décadas han pasado y este sector aún encabeza la estadística de prevalencia de sida con 15 por ciento, muy alta, según dijo el médico David Gáber Osorno, encargado del Programa de VIH/sida en la entidad.
Aproximadamente existen diez organizaciones civiles formalmente constituidas que luchan contra el sida en el estado; no obstante, sólo una se especializa en los derechos de la comunidad lésbico, gay, bisexual, transexual, transgénero y travesti: Buenas Intenciones. Hace tres años obtuvo un financiamiento con Censida de cien mil pesos para hacer una campaña de prevención en los varones homosexuales.
Sin embargo, actualmente no hay recursos económicos para esta causa, pues todas las directrices de prevención gubernamentales están enfocadas en campañas como “ProtéGT, el sida no duerme” y “Hablemos de sexo con nuestros hijos”, destinadas a la población en general, y no a grupos específicos. Entre tanto, hay acciones paralelas de colectivos como la Asociación de Médicos Católicos, quienes han dicho que los homosexuales son un “peligro” para la sociedad y que el preservativo no sirve como medida contra infecciones de transmisión sexual.
Mientras La Cristina duerme, la pesadilla continúa: una neblina de discriminación, estigma, ignorancia, omisión y doble moral impiden ver con claridad las garras del VIH/sida en Mérida. Pero no es un mal sueño, de no frenar los prejuicios —por medio de medidas preventivas, educativas y mediáticas—, la posibilidad de erradicar la epidemia en Yucatán seguirá estando muy lejana.

El sida en Yucatán

Habitantes: Un millón 818 mil 948

Edad mediana de la población: 25 años

Tercer lugar en incidencia acumulada de sida a nivel nacional

Casos registrados de 1983 a la fecha: 3,891

Personas con tratamiento por institución: 500 en la Secretaría de Salud; 700 en el IMSS, y 130 en el ISSSTE

Preservativos repartidos gratuitamente por la SS en 2005: 640 mil

Sectores más vulnerables: hombres que tiene sexo con otros hombres, jóvenes y mujeres con esposos bisexuales

Municipios con mayor número de casos acumulados de 1983 a la fecha: Mérida (80 por ciento), Progreso, Tizimín y Valladolid

Los homosexuales representan el 55 por ciento de la población con VIH/sida: 2,141

Jóvenes entre 25 y 44 años: alrededor de 69 por ciento