Usted está aquí: lunes 2 de octubre de 2006 Espectáculos Emoción, risa, intimidad y llanto en el homenaje a Chavela Vargas

La intérprete de La Macorina fue reconocida por 50 años de carrera artística

Emoción, risa, intimidad y llanto en el homenaje a Chavela Vargas

"Ha sobrevevido y ha convertido su sobrevivencia en parte entrañable de la autobiografía de su público", dijo Monsiváis

Atavida con su jorogo cantó al lado de Eugenia León y Lila Downs

ARTURO CRUZ BARCENAS

Ampliar la imagen La cantante oriunda de Costa Rica interpretó y casi recitó algunos de los temas. Aquí con Eugenia León Foto: Yazmín Ortega

La madrugada eterna y la vida intensa, envuelta en deseos de gozar y conocer lo negado hasta ahora, fue el tono del concierto-homenaje a Chavela Vargas, la noche del pasado sábado, en el Teatro de la Ciudad, por sus 50 años de carrera, de artista, de cantante. Fueron dos horas de emociones, risas y lágrimas, recuerdos, intimidad.

A las 20:30 horas comenzó el reconocimiento a la artista oriunda de Costa Rica y criada en México, quien dijo que entre los aplausos que ha recibido en sitios como el Olimpia de París o el Carnegie Hall de Nueva York, se queda con los del Palacio de Bellas Artes de México, lo cual le valió una de las muchas ovaciones en el foro de Donceles.

Afuera lloviznaba. Algo de frío. Adentro, entre las butacas, la espera desesperaba. Por varios puntos del teatro se escucharon vibraciones, unas percusiones cuya armonía se fue conjuntando progresivamente. Era el Grupo Kaïraba, de percusionistas africanos.

Movimiento de cadera

Con el ritmo llevado al frenesí, una figura conocida se hizo presente en el escenario: Yolanda Montes Tongolele. Una emoción creció. Los tambores africanos hacían mover una vez más a la belleza del mechón blanco. Sinuosidad, movimiento de cadera que libera el pensamiento. Muchos quedan hipnotizados.

Jorge Reyes, el chamán defeño, hizo sonar un caracol. En medio de esa sonoridad prehispánica y marina entró Chavela.

El público, de pie, aplaudió y gritó tantas cosas. Todas muestras de cariño. La noche apenas comenzaba y una emoción cundía porque había la certeza de que en el Teatro de la Ciudad la noche sería memorable.

Vargas abrió los brazos. Su jorongo rojo pareció cubrir a todos. Se escucha "Ponme la mano aquí, Macorina..." Hay quien brinca. En cualquier ángulo, el pelo de Chavela se ve cano. La homenajeada canta, casi recita, casi se desgañita, al interpretar Un mundo raro, de José Alfredo Jiménez. Destaca el trabajo de Jorge Reyes, quien ha hecho nuevos arreglos a los éxitos de Vargas. Ha creado la tendencia prehispánico-ranchera.

Las ciudades, también del poeta José Alfredo, con su verdad: "...las ciudades destruyen las costumbres". Acabó la pieza y el público quería más, pero fue todo por el momento. Entró Rebecca de Alba. Chavela se desvivió en piropos para la belleza que muestra prestancia. Con un vestido oscuro, su talle destacó más. "Y esto apenas comienza; van a estar siete mujeres", acotó Chavela, quien fue sentada en el centro de una escalinata que se veía algo rara.

Rebecca pronuncia un texto que se aprendió de memoria: "Chavela lleva a México por el mundo en sus entrañas". De nuevo en esa especie de trono, escucha ahora a Elsa Aguirre, quien se ve despampanante, tan bella como siempre, con su voz grave. Muy señora, tanto como para inspirar esa canción que dicen que le compusieron: Flor de azalea.

Sigue con Un motivo y cierra con Solamente una vez. Se equivoca en una frase, pero no importa. A ella se le perdona todo.

Imelda Miller, otrora famosa por su participación en el festival OTI, interpreta con un trío de guitarristas Somos, Franqueza (de Consuelo Velásquez) y termina con Y volveré.

Libertad y soledad casi sinónimos

El ambiente está listo. Aparece Lila Downs, con su vestimenta síntesis de la cultura mexicana, de norte a sur. Se ve envuelta en aplausos. Canta ad-hoc La tequilera. Su voz se alarga; pasa de un tono a otro, de los graves a lo agudo. Un alarde de control de su instrumento. Avanza con Qué bonito amor, de José Alfredo, el tema que refiere el orgullo de haber sido elegido por ella, entre tantos hombres. Se va el Mariachi 2000.

Dedica "al sur" La Sandunga. En un momento, con Chavela, se forma un dueto. Chavela reitera lo dicho por ella hace tres días: "Yo algún día me tengo que ir y entonces quedará Lila Downs". Y entre lo pronunciado habló de sus viajes y lo que eso significa: "Libertad y soledad casi son sinónimos". Cuatro temas interpretó Lila. Las demás sólo tres.

Va el turno de Eugenia León. En el espacio se siente una especie de competencia. A ver quién canta mejor. Comienza con Toda una vida. Besa la mano de Chavela. Con Fallaste corazón logró un coro colectivo. Fue uno de los mejores momentos de la noche.

Blanca Guerra leyó un texto pleno de elogios. También hizo un juego de palabras que dio un tono cachondón a la noche.

De nuevo, Chavela canta. Para el dolor y el recuerdo: María Tepozteca, un clásico con tono de despedida. Jorge Reyes remata con sus percusiones los fraseos más intensos. Las cosas simples son otro adiós. Chavela le dijo a Jorge Reyes que el día de su muerte sólo quiere oír esta canción.

Piensa en mí, de Agustín Lara... el acabose. "México está dormido ahora, pero dejen que despierte; ¡el susto que nos va a dar!", comentó Chavela tres veces durante el homenaje. Se va con Ponme la mano aquí. Coros, aplausos, baile. "¡Bravo, Chavela!". Entre la aparición de un artista y otro, Chavela platicaba con el público. Algo como muy familiar.

Carlos Monsiváis entró entre aplausos. "Sólo voy a hablar un minuto", comentó antes del concierto, pero la verdad es que discurrió más. "Buenas y silenciosas noches. Esta ha sido una velada inolvidable, de gratitud (...) Hoy todos somos intérpretes y público. Lo que se escucha son las intensidades del alma o de la garganta, ese cernidor de los sentimientos (...) No hay mayor dolor que recordar los tiempos felices a la hora de la desdicha.

"No hay mayor desdicha que recordar los tiempos en que sólo éramos dichosos. ¿Qué más decir de Chavela Vargas? Ella ha sobrevivido y ha convertido su sobrevivencia en parte entrañable de la autobiografía de su público (...) (ella) ha vivido como le ha dado la gana. Eso es lo malo. Uno puede vivir tranquilo, pero muy probablemente por eso morirá intranquilo."

Tito Vasconcelos: "Chavela es una voz. Le canta a la noche, a la luna, al tequila. Es una voz de la noche y su estilo es único. Definitivamente habrá quien tenga mejor voz, pero su estilo es único".

 
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