Usted está aquí: jueves 24 de agosto de 2006 Opinión El anexo secreto de Bush

Angel Guerra Cabrera

El anexo secreto de Bush

La convalecencia de Fidel Castro ha provocado en los grandes medios de (des)información un aluvión de opiniones sobre la revolución cubana, la mayoría transidas de una ignorancia supina hacia la realidad social de la isla, comenzando por la estúpida idea de que la continuidad de la revolución depende de la supervivencia de su líder histórico.

No existe diferencia entre el discurso de un iletrado como George W. Bush y el igualmente rabioso de un escritor del fuste de Mario Vargas Llosa. Predomina en ellos el odio y el deseo irrefrenable de liquidar lo antes posible las extraordinarias conquistas culturales y sociales conseguidas por el pueblo cubano. De Cuba lo que más temen es la telúrica fuerza moral de su ejemplo en una circunstancia en que el orden imperial presenta síntomas de grave resquebrajamiento. De allí que carezca de sentido discutir sobre las probabilidades de que los sectores más agresivos de Estados Unidos decidan acabar con la revolución cubana mediante una intervención militar porque está claro que no existe una vía distinta para intentarlo.

Otra cosa es cuándo e inclusive si podrían llegar a ponerlo en práctica. Tendrían que considerar varios factores. En primer lugar, el inigualable grado de alistamiento existente en Cuba para derrotar un ataque yanqui, basado en la concepción de "guerra de todo el pueblo". Bush es un imbécil, pero en el Pentágono hay profesionales capaces que aconsejarían no emprender esa aventura. El empantanamiento en Afganistán e Irak lleva a suponer el supremo descalabro que implicaría para Estados Unidos agredir a la isla. Además, la correlación política y militar de fuerzas en el mundo es francamente desfavorable al imperio en la actualidad.

Sin embargo, este análisis tiene una enorme limitación y es que supone la existencia de un pensamiento racional entre quienes en la actualidad toman las decisiones en Washington.

Vienen a mi mente los analistas del Pentágono y de la CIA citados por Seymour Hersh en un reciente artículo publicado en The New Yorker, quienes refiriéndose a la debacle del ejército de Israel en Líbano confiaban al autor que ni Cheney ni Rumsfeld sacarían las debidas conclusiones respecto de lo que ellos definían un ensayo fracasado de la agresión que se prepara contra Irán. Estos tipos, dijeron a Hersh, sólo oyen lo que quieren oír. Tanta razón tenían que a los pocos días salió Bush a proclamar la "victoria" de Tel Aviv sobre la resistencia libanesa.

De esta premisa de irracionalidad nazi en la conducta de la pandilla bushista hay que partir antes de intentar cualquier valoración sobre la posibilidad de una agresión a Cuba. No en balde, al relatar las medidas de preparación para la defensa de la isla tomadas ante la situación político-militar creada por la enfermedad de su líder, el presidente en funciones de Cuba, Raúl Castro, afirmó: "No podíamos descartar el peligro de que alguien se volviera loco, o más loco todavía, dentro del gobierno estadunidense" (www.granma.cubaweb.cu).

Existen hechos concretos que no pueden obviarse. Cuba es la única nación a la que Washington ha dedicado una comisión y un plan gubernamental detallado, conocido en la isla como Plan Bush, para producir el "cambio de régimen" y regresarlo a la condición de colonia de Estados Unidos. Asimismo, es el único país -excepto el Irak ocupado- para el que la Casa Blanca ha nombrado un encargado de coordinar la "transición". Por si fuera poco, en días recientes designó también a un veterano oficial de la CIA como responsable de coordinar el espionaje y la subversión de "la comunidad de inteligencia" contra Cuba y Venezuela. Un cargo de esa categoría se reservaba hasta ahora sólo para Irán y Corea del Norte, integrantes, según Bush, del eje del mal.

Con Raúl Castro ha coincidido gran parte de lo más granado de la intelectualidad progresista en el mundo al suscribir un llamamiento en defensa de la soberanía de la isla (www.porcuba.org). Sus autores denuncian el peligro de un anexo secreto en la segunda versión del Plan Bus, publicado en junio pasado. Y no es para menos. Si está fuera de toda duda que en la isla no va a producirse la añorada sublevación contra el gobierno, si la hostilidad de Estados Unidos durante casi medio siglo se ha estrellado contra la resistencia cubana, si la retórica de Bush y sus voceros contra Cuba es cada vez más agresiva, ¿qué escenario puede estar encaminado a crear el mencionado anexo que no sea el de una intervención militar?

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