Usted está aquí: jueves 24 de agosto de 2006 Opinión El frente legislativo

Orlando Delgado Selley

El frente legislativo

Sin una decisión final en el frente presidencial estamos en vísperas de que se constituya el nuevo Congreso de la Unión. Aunque ha podido documentarse un importante conjunto de irregularidades en las casillas, a nivel presidencial parece que las dos fuerzas verdaderamente contendientes tuvieron un número similar de votos. En las votaciones para diputados federales y senadores no ocurrió lo mismo: las fuerzas de la coalición Por el Bien de Todos tuvieron avances importantes: el PRD tiene 127 diputados y 29 senadores, que junto con los de Convergencia y el PT hacen una bancada de 160 diputados y 36 senadores, pero ciertamente se encuentran en condiciones difíciles para llevar adelante el proyecto alternativo.

La derecha panista logró la mayor bancada relativa con 206 diputados y 52 senadores, que junto con los legisladores del PANAL (nueve diputados y un senador) conforman la fuerza parlamentaria de mayor peso. La alianza PRI-PVEM cuenta con una bancada numerosa (122 diputados y 39 senadores), pero carece de relevancia en sí misma y, por ello, está sujeta al mejor postor. El repentino acuerdo electoral en Chiapas da cuenta de que se inclinarán hacia la derecha, confirmando su ausencia de principios políticos y su disposición a venderse. Así parece que la derecha cuenta con mayoría legislativa, mas no tiene el respaldo ni el reconocimiento de buena parte de la población.

Las coordinaciones legislativas en la Cámara de Diputados enfrentarán un desafío extraordinario. En un ambiente de crispación, habrán de producir acercamientos y establecer con precisión lo que diferencia sus proyectos políticos. Se trata de construir acuerdos que permitan que el país transite, manteniendo las posiciones firmemente frente a quien resulte presidente. Acción Nacional eligió a un hombre que probablemente no es el mejor para una tarea esencialmente compleja. El PRI decidió que su coordinador fuera un peón de los poderes fácticos, proclive a acuerdos a hurtadillas y que, por supuesto, estorbará. El PRD ha elegido a un hombre de izquierda, honesto y conocedor de la problemática nacional, capaz de producir acuerdos sin renunciar a sus principios.

Los temas están definidos. De un lado se plantearán de nueva cuenta las reformas estructurales perseguidas por Zedillo y Fox, esto es, el PRI y el PAN. Del otro lado, aparecerán líneas centrales del proyecto alternativo, a lo que se añadirá la impostergable reforma a las instituciones electorales y la exigencia del despido de los nueve consejeros del IFE y su sustitución por personas honorables y reconocidas por todas las fuerzas políticas.

En las dos plataformas legislativas resulta fundamental la participación de los contendientes. Si el grupo parlamentario mayor se propone excluir al PRD y sus aliados, el daño a la nación será extraordinario. Para el partido del sol azteca será igualmente necesario incorporar al PAN.

Las reformas estructurales del PRIAN no debieran plantearse, ya que desatarían a todos los demonios. La reforma fiscal, basada en la generalización del IVA; la reforma eléctrica como preparación a la privatización petrolera, y la reforma laboral pactada entre el sindicalismo charro priísta, las cúpulas empresariales y el gobierno panista deberían dormir el sueño de los justos.

En esta legislatura con dificultades habrá presupuesto anual. De modo que lo pertinente sería buscar un acuerdo en la ecuación ingreso/gasto que permita, en primer lugar, incrementar la inversión pública como proporción del PIB a nivel de cinco puntos, a partir de ahorros sustanciales en el gasto corriente. Segundo, reducir el precio de los energéticos: luz, gas y gasolina, eliminando el dispendio sindical, acabando con la ordeña a los ductos y concentrando nuevamente a Pemex en una sola empresa, lo que eliminaría funcionarios innecesarios.

Tercero, comprometer que no habrá aumentos impositivos a cambio de un acuerdo con los grandes consorcios nacionales y extranjeros para que cumplan cabalmente con sus obligaciones fiscales, y dirigir los recursos adicionales a mejorar la educación primaria y secundaria, alargando la jornada escolar y ofreciendo alimentación a los alumnos. Cuarto, aprovechar los cuantiosos excedentes petroleros para dotar de infraestructura al país, lo que elevaría nuestra capacidad de crecimiento potencial y mejoraría la productividad, a cambio de compromisos que incrementen el empleo y los salarios.

De esto se ocuparán en estos años los legisladores. Si se atreven a intentarlo y logran algo, habrán cumplido y recuperarán la credibilidad en su carácter de representantes. La política habrá ganado la partida a la inmundicia televisiva.

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