Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de agosto de 2006 Num: 596


Portada
Presentación
Bazar de asombros
Carlos Monsiváis y la poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES
Carriego, Borges y Gardel: tres artistas de las "orillas" de Buenos Aires
ALEJANDRO MICHELENA
Lo vigente en Jorge Luis Borges
Cristalizaciones de Borges
ADOLFO CASTAÑÓN
Un texto desconocido de Borges en sus contextos
ANTONIO CAJERO
El mundo virtual de Borges
ADRIANA CORTÉS Entrevista con ARTURO ECHAVARRÍA
Al vuelo
ROGELIO GUEDEA
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
Y Ahora Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

La Casa Sosegada
JAVIER SICILIA

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Tetraedro
JORGE MOCH


Directorio
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Lo vigente en Jorge Luis Borges

El pasado 14 de junio se cumplieron veinte años del fallecimiento del más grande escritor argentino, Jorge Luis Borges. El paso del tiempo ha permitido valorar su obra por encima de lo anecdótico, lo circunstancial, y los tantos preconceptos y malentendidos que acompañaron la peripecia de sus últimos años.

Borges se radicó en la década del ochenta en Ginebra, Suiza, ciudad donde había vivido siendo muy joven, en los años más fecundos de su formación intelectual. Allí iba a culminar sus días. El resto de su existencia había transcurrido, sin grandes sobresaltos ni hechos espectaculares, en Buenos Aires, con algunos viajes esporádicos –casi todos realizados en la vejez– vinculados a su fama literaria. A pesar de esas andanzas por el mundo, es probable que, al igual que Kafka y que su admirado maestro Macedonio Fernández, no le hubiera molestado no salir nunca de su ciudad natal que está presente, explícita o sutilmente, en toda su obra. La peculiar erudición y universalidad que lo caracterizaron, no podían haber dado frutos en otra urbe que no fuera ésa, afrancesada y al mismo tiempo profundamente criolla.

En torno a la obra de Borges hay consenso crítico: está entre las mayores del continente. Es algo que al presente casi nadie pone en duda. Pero hace poco más de veinte años no era así. Entonces los equívocos y las polémicas rodeaban su figura y su producción.

Muchos lo consideraban una especie de aristócrata algo trasnochado. Cuando en realidad, ese hombre casi ciego, que habitaba con su madre en un añejo apartamento de la calle Maipú, era apenas un porteño de buen pasar, como otros que en esos años todavía defendían –con digno anacronismo– una forma de ser que mezclaba un refinamiento de perfil europeísta con un orgullo criollo que con los años se había tornado una rareza.

Para otros era apenas un personaje extravagante, a quien gacetilleros y animadores televisivos de medio pelo hacían decir barbaridades (que en realidad eran sutiles tomadas de pelo para conjurar la ignorancia o estupidez de ciertos supuestos periodistas).

Pero el Borges auténtico se encuentra en sus textos. Primero aquel joven ultraísta, animador del grupo Martín Fierro, el que publicó libros de poemas como Fervor de Buenos Aires, donde le canta a la nostalgia de los viejos barrios que iban cambiando irremediablemente. Luego, en los años cuarenta, se opera en el escritor una metamorfosis y aparece el narrador, el agudo y penetrante autor de los relatos filosóficos y fantásticos de Ficciones y El Aleph, donde se encuentran narraciones tan perfectas que lo transformaron en uno de los maestros del género.

Paralelamente fue desplegándose el ensayista, preocupado por temas tan diversos como "el eterno retorno", "el compadrito", "los sueños" o "el tango". Pero además existió un Borges conferencista, que tuvo tal éxito que muchos que nunca leyeron sus libros siguen recordando su porte algo dubitativo, su modo pausado de hablar arrastrando las palabras, y la destreza con que lograba meterse al auditorio en el bolsillo.

Por su parte, él mismo ha confesado con orgullo que la condición que más le satisfacía era la de lector. Y en realidad fue, por sobre todas las cosas, un atento y profundo lector. Una parte importante de sus escritos, y todas sus opiniones literarias y conferencias, surgen de esa aventura de lector que había comenzado en la biblioteca familiar y no se detuvo hasta el final de su vida. En su carácter de lector inquieto, Jorge Luis Borges redescubrió autores, colaboró a iluminar en nuestro idioma literaturas lejanas en el tiempo y en el espacio, resignificó y amplió el canon de las lecturas imprescindibles. Y él mismo, en los géneros que cultivó, se tornaría con el paso del tiempo en modelo imprescindible de buena literatura.