Usted está aquí: domingo 6 de agosto de 2006 Opinión Toda una época

Néstor de Buen

Toda una época

Mi generación -y quizá me tenga que referir en particular a los jóvenes exiliados de la guerra de España- tuvo una época de intensa actividad política en la que las miras fundamentales estaban dirigidas a la reconquista de España. Los partidos políticos en el exilio: republicanos, anarquistas, socialistas y comunistas ejercían, cada uno a su manera, el derecho para exigir el derrocamiento de Franco, lo que era más o menos viable hasta que, al término de la Segunda Guerra Mundial, se hizo evidente que para los triunfadores de este lado el enemigo real era la Unión Soviética y Franco un aliado muy conveniente.

De todas maneras, nuestra actividad política, estrictamente desde la perspectiva española: aun no éramos mexicanos y yo tardé un ratito en entender que lo era de verdad (fui conscripto un año en el Batallón de Transmisiones) y que no valía la pena conservar una nacionalidad romántica pero ajena a los problemas de cada día, se manifestaba de diversas maneras. Desde las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU), organizadas en España durante la guerra por Santiago Carrillo, hicimos de todo: teatro, futbol (con la formación de una ''Federación de Fútbol de Jóvenes Españoles'' muy exitosa), mítines, campañas en contra de la bomba atómica y todo lo que se nos podía ocurrir. En ese entonces, Stalin era un ídolo de la izquierda.

En 1959 se hizo patente la presencia en Cuba de un movimiento revolucionario, iniciado desde 1956 con el asalto al cuartel Moncada, y surgieron dirigentes carismáticos, que latinoamericanizaron el mundo socialista con la presencia de Fidel Castro y de Ernesto Che Guevara.

Desde entonces, derrotado el dictador Fulgencio Batista, Fidel ha seguido ejerciendo el mando, sólido por no decir férreo, en Cuba. Ha provocado un amplio exilio con la expresión de su presencia política en Miami y el interminable bloqueo estadunidense. Padeció el derrumbe de la Unión Soviética años después de la crisis nuclear. Ha logrado la subsistencia económica difícil de Cuba y afirma sus enormes progresos en el campo de la medicina y la educación. Su régimen es objeto de una intensa propaganda negativa. Nuestro gobierno actual ha contribuido en alguna forma con la famosa frase: "comes y te vas". Sin dejar de reconocer que, por muchos años, la política exterior de México fue absolutamente favorable a las relaciones cordiales con Cuba.

Confieso mi simpatía por Fidel. Que no se opone a la consideración de que un gobierno permanente, por más que envuelto en elecciones formales periódicas y en la asunción de puestos diversos: la jefatura del Partido Comunista siempre a su cargo, no es la mejor solución política. Los ejemplos son notorios: Porfirio Díaz y el PRI, entre nosotros, Franco en España. Por períodos mucho más breves pero con las mismas intenciones, Adolfo Hitler, en Alemania, y Benito Mussolini, en Italia. Mao Tse-Tung en China (a quien admiro profundamente, dicho sea de paso) y algunos más que no faltarán. Pero ese continuismo es negativo desde cualquier perspectiva.

Hay, además, una coincidencia con Fidel: él cumple 80 años en unos días y yo los cumplí en diciembre pasado. También Fidel estudió Derecho. No compartimos, en cambio, su formación previa; él estudió con los jesuitas y yo soy producto de los colegios formados en España y en el exilio, al calor de la famosa institución libre de enseñanza, cuna de los intelectuales que construyeron la República española.

Es curioso. En aquellos tiempos de los cuarenta y los cincuenta, nuestra exigencia era que cayera Franco. Ahora, en Miami, lo que se plantea es que muera Fidel. No es lo mismo.

Pero vivimos notables contradicciones en estos tiempos. He sido admirador del pueblo judío, he leído muchas cosas sobre el origen heroico del Estado de Israel. Admiro de manera ferviente a Golda Meir, a Ben Gurion y a los otros fundadores; he visitado Israel con la enorme emoción de establecer contacto muy cercano con una población importante, culta, de origen latinoamericano y he admirado antes el desarrollo de la Istadrut, ejemplo de sindicalismo positivo aunque hoy esté un poco en decadencia. Hace años, allí dicté una conferencia. Tuve la oportunidad de visitar algún kibutz y de conocer el trabajo colectivo. Curiosamente, los jóvenes judíos de los cuarenta eran amigos muy cordiales de nosotros y compañeros de estudios, algunos, en el Instituto Luis Vives.

Hoy las cosas no son iguales. El drama de Líbano me impresiona, entre otras cosas porque me recuerda los bombardeos que padecimos en Barcelona durante 1938. Lo que ocurre es que en esta nueva guerra los intereses de la extrema derecha israelí y de EU persisten en sus intentos de conquista mundial.

Mi deseo es que Fidel se restablezca. Que se logre la paz en Líbano. Y, de paso, que en México arreglemos razonablemente nuestros problemas. Antes de que sea tarde.

 
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