Usted está aquí: jueves 20 de julio de 2006 Opinión Voto por voto

Octavio Rodríguez Araujo

Voto por voto

Yo sí estoy seguro de que no ganaron Felipe Calderón, Roberto Madrazo, Roberto Campa ni Patricia Mercado. Mi razonamiento es muy sencillo y, por lo mismo, poco original, pero contundente: 1) El IFE y Televisa tenían encuestas de salida (exit polls) que no dieron a conocer a las 8 de la noche del domingo 2 de julio. ¿Por qué? Porque presentaban a López Obrador encima de Calderón, como se demostró en las encuestas de salida de medios extranjeros. 2) Los resultados del conteo rápido realizado por el IFE en siete mil 636 casillas, y que se iba a dar a conocer a las 11 de la noche del mismo domingo, no fueron informados. ¿Por qué? Por lo mismo que en el punto anterior. 3) Los resultados del cómputo de cada uno de los 300 distritos fueron alterados para que ganara Calderón y, lo más importante, porque este personaje, su partido (el PAN) y sus voceros en diversos medios han tratado en todo momento de convencer de que los votos ya fueron contados y que volverlos a contar no sólo es una ofensa para los miles de funcionarios de casillas, sino para los votantes.

Esta última aberración y falta total de lógica es la que, sobre todo, me permite asegurar que Calderón (los demás no importan mucho en este caso) perdió. Si Salinas hubiera ganado en 1988 habría sido el primer interesado en que se contaran los votos; si Calderón estuviera seguro de que ganó sería también el primer interesado en que se contaran los votos. Su resistencia es la prueba de su situación de perdedor. No hay que buscarle mucho. Sólo sus voceros en las páginas de los periódicos de derecha y en los medios electrónicos también de derecha son los únicos que a estas alturas siguen diciendo que los cómputos distritales fueron ciertos y que Calderón ganó y debe ser considerado ya, antes de lo que dictamine el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, "presidente electo" de México. Si el calendario político y constitucional permitiera que el ganador tomara posesión al día siguiente de la elección, Vicente Fox ya le hubiera puesto la llamada banda presidencial ante un Congreso sólo compuesto por panistas y algunos priístas empanizados.

La necedad de los hombres y las mujeres comprometidos con la estrategia de la continuidad y con las pautas de las organizaciones de ultraderecha, por un lado, y las justificadas movilizaciones de los seguidores de López Obrador que ahora exigen "voto por voto, casilla por casilla", han puesto a México en vilo (como he titulado mi próximo libro ahora en imprenta), y no faltan los agoreros de una anulación de la elección presidencial para que la Cámara de Diputados elija a un interino. Ya se barajan nombres. Sí puede ocurrir esto, aunque no es deseable, entre otras razones porque las heridas que se le han impuesto al país con el fraude o sólo con la sospecha de fraude no cicatrizarán con una declaración de nulidad. Esta sólo será un apósito.

Lo único que curará las heridas de la polarización en México es que la sala superior del tribunal electoral haga lo que tiene que hacer: dar certidumbre al país sobre los resultados electorales bajo criterios de transparencia y objetividad. Si esto no ocurre los millones de ciudadanos que votaron, por quien haya sido, serán objeto de burla institucional y tendrán derecho a no creer por largo tiempo en las instituciones de la República y a actuar al margen de éstas. Lo que tampoco es deseable para todos.

Si los gobernantes conocieran la historia del país y las muchas veces que la burla institucional al pueblo ha provocado movimientos sociales de diferente magnitud e importancia, sacarían las manos del proceso electoral, donde las metieron junto con enormes recursos estatales que son del pueblo, y dejarían que los principios de justicia y de democracia recobraran la importancia que merecen. Ellos creen que con los abusos del poder institucional en favor de un candidato salvarán sus intereses no siempre legales, pero se equivocan. Pueden perder mucho, mucho más de lo que pueden perder millones de mexicanos que apenas tienen lo suficiente para subsistir y que creyeron que su voto serviría de algo.

Los fraudes ya se hicieron, la mentira ya recorrió aparatos de televisión y de radio por todo el país, pero hay una instancia todavía que puede salvarle la cara a la democracia y hacer que el país avance por este sendero que, pese a sus imperfecciones, siempre será mejor que cualquier forma de autoritarismo. De no respetarse los votos, de los que sufragaron por uno u otro candidato y que están viendo que fueron alterados, el autoritarismo será el único recurso que tendrán éstos y los futuros gobernantes para mantener la estabilidad del país. Y esto será una regresión que no estoy seguro que el pueblo tolerará, no esta vez.

PS: ¿A qué le teme Felipe Calderón que ya aumentó de seis a doce elementos su escolta del Estado Mayor Presidencial? ¿Al pueblo? Se equivoca. El pueblo lo único que quiere es que se respete su voto; no quiere violencia, como se ha demostrado en las gigantescas marchas absolutamente civilizadas y pacíficas de días pasados.

 
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