Usted está aquí: lunes 17 de julio de 2006 Deportes Tarde triunfal del colombiano Ricardo Rivera, entregado y carismático

Torero y sentido homenaje a Joselito Huerta en su quinto aniversario luctuoso

Tarde triunfal del colombiano Ricardo Rivera, entregado y carismático

Bien Silis, con enrazado novillo

Muchas cualidades de Montoyita

Encierro disparejo

LEONARDO PAEZ

Ampliar la imagen El diestro colombiano Ricardo Rivera mostró magia taurina con su segundo de la tarde, al que le cortó una oreja Foto: Jesús Villaseca

Cuando una empresa toma en cuenta al público, éste responde, como ocurrió en la novillada inaugural de la temporada chica 2006 en la Plaza México, que no obstante la lluviosa tarde registró cerca de ocho mil asistentes, lo que sólo ocasionalmente lograba la anterior administración.

Con más de media hora de retraso por el aguacero, más la media hora -innecesaria y sin avisar del cambio oportunamente- en que ahora inició el festejo, éste dio comienzo pasadas las cinco de la tarde.

Hicieron el paseíllo Juan Luis Silis, del Distrito Federal; Ricardo Rivera, de Cali, Colombia, y Juan Manuel González Montoyita, también de la capital, para lidiar un encierro disparejo de presentación y de juego de la legendaria ganadería mexiquense de San Diego de los Padres, actualmente propiedad de don José Marrón y ubicada en San Miguel de Allende, Guanajuato.

Con los sucesivos cambios de propietario, de simientes y de criterios de empadres es explicable que en la actualidad el hierro acuse indefinición en el comportamiento y variedad en pelajes y encornaduras.

Desfilaron negros discretos de cabeza, cárdenos bien armados y hasta un castaño de armoniosas formas y mejor lidia. En general recargaron en el caballo pero llegaron sosos, débiles o geniudos a la muleta, a excepción de segundo y quinto, que salieron por el honor de la divisa.

Existía verdadera expectación por ver al joven colombiano Ricardo Rivera luego de sus actuaciones en Guadalajara, donde consiguió, después de muchos años y gracias a su entrega y carisma, llevar gente a la desairada plaza del Nuevo Progreso.

A su buena planta, nivel técnico y valor sereno, el joven Rivera aúna ese don maravilloso que unos cuantos poseen: carisma, es decir, capacidad para generar simpatía espontánea en los demás, caerle bien a la gente, más otra cualidad: sabe vender las suertes y venderse, consciente de su capacidad de seducción.

Y es precisamente ese rasgo carismático el que deberá vigilar este sólido prospecto colombiano. Como le corean todo y le festejan desde el brindis hasta muletazos buenos, regulares y malos, Ricardo tiene que observarse a sí mismo delante del toro y no abusar de ese don, pues corre el riesgo de que la misma entrega de la gente lo equivoque.

Con su primero, Marinero, de 412 kilos, que tomó una vara y al que quitó por chicuelinas y bello remate por bajo, inició la faena con muletazos por alto, siendo derribado en uno de ellos. Vino entonces un silencio expectante, seguido de derechazos largos y naturales hondos. Cobró una estocada entera atracándose de toro, hubo fuerte petición de oreja y fue sacado al tercio tras los insistentes aplausos.

Con su segundo, Lince, de 482 kilos, precioso castaño bocinero, jugado en quinto lugar, que recargó en un puyazo, Ricardo Rivera inició con un péndulo fallido y suaves muletazos en redondo por ambos lados, sólo que en tandas de escasa ración: tres, cuando el noble novillo pedía seis.

De pronto, surgió la magia tauromáquica al ligar el derechazo con el cambiado por la espalda y el pase de pecho. Enseguida dejó una estocada entera en todo lo alto y ahora sí el juez tuvo que soltar la oreja.

Luego del chubasco, a Juan Luis Silis se le vio algo frío aunque siempre decidido y quieto con Mimoso, soso y con peligro, al que despachó de una casi entera y fue llamado al tercio. Con su segundo, Barbabosa -¡vaya nombre comprometedor!-, con una bravura seca que además de enjundia exigía recursos, Silis se ciñó en dramáticas chicuelinas, con la muleta fue cogido sin consecuencias en dos ocasiones y dejó otra estocada casi entera, escuchando sonora ovación.

Por su parte, Montoyita derrochó toda la tarde dos cualidades que lo caracterizan: verticalidad y una privilegiada suavidad al ejecutar las suertes. Con dos reses deslucidas y sin transmisión, logró hacerlas lucir, no así a la hora de matar, poniéndose pesado en ambas. Con todo, junto con sus alternantes se ganó la repetición.

Y el sábado, en el hermoso cortijo que lleva su nombre, el espíritu del inolvidable maestro Joselito Huerta convocó a cinco príncipes del Renacimiento a honrar su memoria en un sentido festival taurino: Omar Huerta, que ha vuelto a las lides novilleriles con renovados bríos; Curro de los Reyes, Federico Garmendia, Pepe Arroyo y Miguel Casanueva. Ya hablaremos sobre sus toreras actuaciones.

 
Compartir la nota:

Puede compartir la nota con otros lectores usando los servicios de del.icio.us, Fresqui y menéame, o puede conocer si existe algún blog que esté haciendo referencia a la misma a través de Technorati.