Número 120 | Jueves 6 de julio de 2006
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Director: Alejandro Brito Lemus

Las formas diversas de ser hombre

Hace tiempo que ser hombre dejó de verse como sinónimo de ser macho. En esta entrevista, el sociólogo de la Universidad de Londres, Victor Seidler, autor de varios libros sobre masculinidades habla sobre la manera en que se ha modificado el concepto en los últimos años.

Por Fernando Mino

En México el machismo fue, por mucho tiempo, considerado la quintaesencia de la hombría y, más aún, del sentimiento patriótico. Hoy esa idea se ha derrumbado; se acepta que hay muchas formas de masculinidad modeladas socialmente y que no hay nada parecido a una “naturaleza violenta” en los hombres. El inglés Victor Seidler, especialista en el tema de masculinidades, profesor de Teoría Social de la Universidad de Londres y autor de libros como La sinrazón masculina (1994; en español 2000) y Transforming masculinities (2005) estuvo en México para dictar una conferencia en el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la Universidad Nacional Autónoma de México. En esa oportunidad Letra S conversó con él.

¿Existe algo así como la masculinidad mexicana?
En México la masculinidad tiene un significado particular, pues existen tradiciones particulares que asocian ser mexicano con ser hombre. La masculinidad tiende a reforzar cierta idea de superioridad con respecto a las mujeres, y a la vez cierta jactancia en el hecho de ser un macho. Sería interesante estudiar la historia de las masculinidades en México y ver cómo la idea de lo mexicano desarrolló una noción particular de masculinidad vinculada con la idea de nación.
Esto ha cambiado obviamente con el paso del tiempo, y es interesante ver cómo existen en México, en situaciones urbanas o rurales, diferentes relaciones entre padres e hijos, y cómo contribuyen esas relaciones a crear diferentes tipos de masculinidades. Me he percatado de que en México los padres se interesan de modo especial en la suerte de sus hijos y dejan la suerte de sus hijas al cuidado de las madres. Cuando el padre se hace responsable de su hijo, también siente que una de sus responsabilidades es la de disciplinarlo. Y parte de esa disciplina incluye el recurso a la violencia: golpear a su hijo. ¿Fuiste de niño golpeado por tu padre? ¿Cuál fue el efecto de haber sido golpeado como una forma de disciplina?, ¿cómo se modela la masculinidad en la relación entre padres e hijos?¿Qué sienten los muchachos al verse tan duramente disciplinados, mientras las chicas no lo son? ¿Qué efecto tiene todo esto sobre la masculinidad? En las investigaciones en torno de las masculinidades en México, y en ellas se apuntan cambios notables en los últimos veinte años, relacionados con la manera en que muchos hombres recurren, como padres, a un grado menor de violencia física del que padecieron como niños. Ese es un cambio importante.

Otro cambio tiene que ver con la noción de lo macho, misma que antes se ostentaba con mucho orgullo, y que tenía que ver con la forma en que los hombres vivían su masculinidad, en cómo se comportaban y comunicaban entre sí, y en cómo aprendían a ser hombres. Ha habido algunos cambios en los últimos diez o quince años. Ya no hay tanto orgullo en la noción de lo macho, la gente ve eso como algo ambivalente, y muchos hombres resienten cierta crítica al ser llamados así.

Entonces, la masculinidad
y la feminidad no son naturales

Hemos aprendido a ver estas categorías como esencias, pero en realidad se trata de construcciones. Si vemos las diferencias generacionales, también percibimos comportamientos diferentes en los hombres. Aprendemos a identificar tipos muy distintos de masculinidades y también de sexualidades. Vemos por ejemplo en México una noción de masculinidad -lo mexicano fuertemente ligada a los cuerpos, de tal suerte que si los jóvenes no se ajustan a ese ideal padecen cierto tipo de violencia. Si manifiestan sentimientos tiernos, o son particularmente sensibles, hay algo equivocado en ellos. Existe todo un modelo de relacionarse en el que subsiste un fuerte miedo al sentimiento gay, una homofobia relacionada con la estructura de una masculinidad fuerte. Esta masculinidad tiene como marco el temor frente a sentimientos tiernos que es necesario negar. Los hombres pueden mostrar estos sentimientos en su relación con las mujeres, pero no al relacionarse con otros hombres. De este modo, aunque en México los hombres se abracen, no es mucha la intimidad que comparten.

¿Qué papel juega la sexualidad
en la construcción de lo masculino?

La sexualidad es importante sobre todo porque es algo de lo que no se habla, debido a una fuerte tradición católica. Algunos muchachos sienten vergüenza de sus sensaciones sexuales y les cuesta trabajo aceptarlas. Esta vergüenza hace que se sientan incómodos con sus propios cuerpos. A menudo se inician sexualmente con prostitutas y esto tiene un efecto profundo en su manera de relacionarse después con su propio cuerpo y en la vinculación que hacen entre amor y sexo. No hablan de sexo porque esto remite a una primera experiencia traumática de la que pueden avergonzarse. Todo esto la relación con el propio cuerpo, la influencia de la tradición católica, el temor a la sexualidad- señala diferencias y también similitudes entre México y otros países latinoamericanos.

¿Qué papel juega la violencia en
la construcción de las masculinidades?

Un papel absolutamente crucial. ¿Qué autoriza a los hombres a ejercer la violencia sobre las mujeres? ¿Qué les hace sentirse superiores a ellas? Existen diferencias muy interesantes en la forma en que se comportan los hombres en México y cómo se conducen en tanto migrantes en Estados Unidos. En ese país los mexicanos descubren que la violencia no es algo aceptable en el contexto familiar y deben aprender a ajustar su conducta a esa realidad. Hay proyectos latinos muy interesantes en Oakland, California, con hombres mexicanos que tienen que cambiar sus conductas porque las mujeres tienen ingresos propios e insisten en que los hombres cambien si desean mantener una relación con ellas. Las mujeres tienen además el poder de denunciar actos de violencia y hacer que a un hombre lo deporten.

Es interesante ver cómo esos mismos hombres al regresar a México necesitan reforzar su autoridad, y a menudo le dicen a su mujer: 'Estamos de regreso y tienes que hacer ahora lo que yo diga. Estamos ahora en México y yo soy el hombre y tú la mujer, olvida todo lo aprendido en Estados Unidos, ahora tienes que obedecer'. De este modo, el hombre que ha vuelto a México tiene que reforzar su autoridad o exponerse al escarnio de otros hombres. Debe mostrar que posee el control absoluto en la relación con su mujer.

El sexo y la violencia
están, entonces, ligados.

En efecto, están muy ligados. Si los hombres sienten que su honor está en juego, recurrirán a la violencia para preservarlo. No saben cómo negociar sin ser violentos. En México las diferencias sociales generan violencia y es muy difícil para los hombres rechazar una cultura de violencia y desarrollar una cultura de amor y comprensión en sus relaciones. Esto no significa que un hombre no deba ser hombre, sólo tiene que reflexionar sobre las diversas maneras de poder serlo.