Usted está aquí: viernes 23 de junio de 2006 Opinión El futbol y las pulsiones

José Cueli

El futbol y las pulsiones

Recordando campeonatos mundiales anteriores, pero sobre todo observando el actual, cada vez estoy más inclinado a pensar que quizá lo que mejor podría definir al futbol como fenómeno es su carácter enigmático.

Intentar definirlo desde cualquiera de las disciplinas con las que guarda interrelación resulta por demás complejo. Ya comentaba con anterioridad que intentar encasillarlo en un fenómeno de masas resulta por demás reduccionista. Sin embargo, es tentador tratar de relacionarlo y aproximarse hacia él desde el sicoanálisis, dada la complejidad del fenómeno y la multiplicidad de posibles aproximaciones que brinda la llamada metasicología freudiana.

Sabemos que lo pulsional, en el sentido sicoanalítico del término, es lo más originario y, por tanto, lo más propio del sujeto.

Lo primero que aparece en el individuo es el instinto, es decir, la dimensión puramente biológica, que pasa a convertirse en pulsión (dimensión síquica) gracias a la interacción con el ''otro".

En la última teoría de las pulsiones, Freud enuncia dos tipos: pulsión de vida y pulsión de muerte. Dependiendo de las fantasías inconscientes de los progenitores, entre otros muchos factores, en el individuo predominará uno u otro tipo de pulsión. El individuo que puede desarrollarse en un ambiente favorable tenderá a la pulsión de vida.

Un factor fundamental en la superación de las crisis normales del desarrollo es justamente la capacidad de juego la que tiene la función esencial de la elaboración de los conflictos inherentes a las diferentes etapas del desarrollo. Del ejercicio de dicha capacidad se derivan beneficios múltiples: desarrollo intelectual, un mejor desarrollo emocional, ejercitación de la motricidad y de las habilidades sociales, autoestima, seguridad, etcétera.

En estos individuos predominará la pulsión de vida y, por tanto, tendrán una estructura síquica más equilibrada y un yo más fuerte. Los sujetos carenciados emocionalmente y con una historia opuesta a lo arriba descrito serán portadores de una carga importante de pulsión de muerte y, por tanto, tendencias tanto a la auto como a la heteroagresión y a la violencia.

Las conductas observadas en y ante el futbol muestran derivados de estos dos tipos de pulsiones. Por supuesto, la división no es tajante sino más bien asunto de proporciones.

Por una parte, vemos sujetos que exhiben una conducta positiva, gozosa, respetuosa y, sobre todo, realista en cuanto a juicio crítico se refiere. Disfrutan la parte lúdica y festiva del fenómeno deportivo sin caer en excesos y mantienen un equilibrio que permita la coexistencia entre la participación en el fenómeno de masas, en el cual existe cierto grado de dilución (como señaló Freud en Psicología de las masas y análisis del yo), sin detrimento significativo en su yo observador.

Sin embargo, vemos otro sector, cada vez más numeroso, de individuos en quienes la desestructuración síquica se hace evidente. Flaquean los mecanismos defensivos y aflora la agresión indiscriminada, apareciendo partes regresivas, como la omnipotencia, la megalomanía, la violencia extrema, la irracionalidad y la pérdida total del juicio crítico y la capacidad reflexiva. Inclusive se confunde la realidad con la fantasía y aparecen regresiones a conductas infantiles (en el sentido sicoanalítico).

Tal parece que lo pulsional aflora, en cualquiera de sus dos vertientes, tanto en la cancha como en sus alrededores. Urbi et orbi lo pulsional emerge, la represión secundaria se fragiliza y aparece entonces lo más primario, lo más auténtico (erótico y/o tanático) de la estructura síquica del sujeto.

 
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