Usted está aquí: miércoles 21 de junio de 2006 Opinión Balance de la Jornada

Balance de la Jornada

Carlos Hernández

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Se empiezan a definir los octavos de final. Muchos dicen que aquí comienza el verdadero Mundial, una vez que han quedado fuera los equipos comparsas.

Así parece ser. Los conjuntos eliminados han sido meros observadores de palo, con un nivel ínfimo para competir ante las potencias.

Así, por la puerta trasera se fue la selección de Costa Rica. La FIFA, que cuida muy bien el negocio del balón, la escogió como rival a modo para que los anfitriones adquirieran confianza. Y no se equivocó: a los centroamericanos aún les dura el temblor de piernas con el que salieron al primer partido.

Tres derrotas definen su peor participación mundialista, mientras -quién lo iba a decir-, Trinidad y Tobago fue una de las revelaciones.

Ticos y trinitarios, dos equipos de la Concacaf, ya fueron eliminados, pero en un nivel similar se mostraron selecciones como Serbia y Montenegro, Polonia y la misma Paraguay.

La grata sorpresa, para beneplácito del futbol latinoamericano, fue Ecuador. Sin embargo, casi nadie apostará por su triunfo ante Inglaterra, que ayer brindó un gran primer tiempo pero decayó en el segundo ante la reacción sueca.

En sus partidos previos los ingleses habían caído en un futbol de balonazos al grandote Crouch, pero durante sus primeros 45 minutos de ayer se mostraron como un equipo con variantes. Sobre todo con un David Beckham de pases milimétricos, un peligroso y ya recuperado Wayne Rooney y esa aportación al futbol arte que representó el golazo de Joe Cole. Con anotaciones así, como se dice, el partido debería terminar para que empiece el festejo.

Pero el encuentro no concluyó en ese momento y permitió la reacción sueca, que será el primer sinodal fuerte para Alemania.

La calificación teutona fue apenas normal. La medianía de sus rivales no permite definir el nivel real en que está, pero eso se verá ante un contrincante como Suecia.

Para oponer a ingleses y alemanes, América cuenta con una Argentina que ha sorprendido a los propios pamperos, tan proclives al autoelogio, y a un Brasil que no ha necesitado la magia para ganar y clasificar.

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