Usted está aquí: miércoles 21 de junio de 2006 Opinión Los evangélicos y la coyuntura electoral

Carlos Martínez García

Los evangélicos y la coyuntura electoral

Con mayores ímpetus que en otras elecciones presidenciales, distintos personajes y agrupaciones evangélicas participan activamente en favor de distintos candidatos. En esa participación de apoyo a una determinada opción electoral, observo ciertos comportamientos que son, también, localizables en el conjunto del protestantismo latinoamericano.

Hoy quienes más hacen llamados a sufragar en favor de algún candidato a la Presidencia de la República son los que hace poco más de una década tenían por mundana cualquier actividad que consideraran ajena a las preocupaciones internas de la comunidad de fe. Pero tal actitud se transformó, tal vez por la toma de conciencia de su considerable peso numérico en la sociedad, y ahora vemos un activismo político en las filas del protestantismo que, en algunos casos, alcanza el mismo celo y vitalidad que muestran en sus campañas evangelísticas. También cuenta en este despertar político electoral que los candidatos, los tres que encabezan las encuestas, han tendido puentes con los liderazgos evangélicos. Los políticos saben que en ciertas zonas del país, el sur y sureste, las iglesias evangélicas representan entre 15 y 20 por ciento de la población.

Es posible que en la presente coyuntura electoral mexicana haya más conocimiento de los entretelones de la política nacional por parte de los líderes evangélicos, pero no necesariamente el sustituto de la anterior ingenuidad es mejor. Lo que va apareciendo son ambiciones personales que buscan los espacios partidistas con más posibilidades de obtener prestigio y/o beneficios materiales. Y en varios casos los aspirantes han estado dispuestos a negociar apoyos creyendo, falsamente, que los representantes del protestantismo que se les acercan tienen poder de influir en el sentido del voto a emitir por los integrantes de las iglesias.

Distintas cúpulas evangélicas no han resistido la tentación de "bautizar" a su respectivo candidato. Me refiero a tratar de justificar con lenguaje religioso, en algún caso hasta con las llamadas profecías, su compromiso particular con alguno de los aspirantes que sucederá a Vicente Fox. Con expresiones evocadoras del Éxodo, unos y otros aseguran que su favorito -casi nadie se ocupa de la única candidata- es el varón que el Señor tiene preparado para que México sea liberado de los flagelos que le impiden ser una nación próspera. A este tipo de chantaje seudo bíblico, son variados los esfuerzos dentro de las comunidades protestantes que le anteponen razones más terrenales, como son analizar las propuestas de cada opción electoral, su perfil ideológico y la trayectoria política del candidato(a) para comparar sus dichos con sus hechos.

Al igual que en la clase político-electoral, en el interior de los liderazgos evangélicos hay reacomodos y toda clase de saltos. Dirigentes que antes eran convencidísimos simpatizantes o integrantes del PRI, ahora ya están con el candidato del PRD. Otros, como los de la Asociación Política Nacional Encuentro Social, promueven la campaña de Felipe Calderón. Por cierto que la firma del pacto de este organismo con el abanderado del PAN representa un cambio dentro de un sector del evangelicalismo mexicano, cuyo conjunto siempre mantuvo cautelosa distancia con un partido ideológicamente identificado con la doctrina social de la Iglesia católica.

A diferencia de otros países de nuestro continente, en los que las leyes permiten partidos políticos confesionales, y por lo tanto los evangélicos han tratado de canalizar su peso poblacional en las urnas, en México las preferencias de los sufragios se dispersan en las varias opciones existentes. De todas maneras no faltan los líderes evangélicos que hacen cuentas interesadas y alegres. Quién sabe cómo, pero hay dirigentes que se atreven a ofrecer el voto evangélico a su político favorito. Tal ofrecimiento es mero voluntarismo imaginativo, muchas ganas de que las cosas sean como a ellos les gustaría que fueran, pero carece de bases sólidas y cuantificables.

Sin embargo, tenemos indicios que nos permiten hacer una cautelosa afirmación. De acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística Geografía e Informática, la franja mayoritaria y más pobre dentro del protestantismo está conformada por las iglesias pentecostales, y las encuestas de la población en general indican que es entre los desfavorecidos económicamente donde se manifiesta una intención de voto decididamente inclinada a favor de Andrés Manuel López Obrador. En este sentido los pentecostales, porcentaje claramente dominante, sufragará por el candidato del Partido de la Revolución Democrática. Cala bien dentro de tal sector una propuesta programática de López Obrador: Por el bien de todos, primero los pobres.

 
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