Usted está aquí: martes 20 de junio de 2006 Opinión La batalla de Oaxaca

Luis Hernández Navarro

La batalla de Oaxaca

En Oaxaca hay una guerra entre el magisterio y el gobierno estatal. A la demanda de los maestros de incremento salarial por la vía de la rezonificación, el gobernador Ulises Ruiz respondió con una ofensiva de largo aliento para aniquilar su resistencia. Todo indica que fracasó en el intento. Hoy la situación se ha invertido: los maestros exigen su renuncia.

El mandatario estatal buscó enfrentar a los profesores con la sociedad oaxaqueña. Lo hizo utilizando toda la experiencia autoritaria de los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) para enfrentar movimientos disidentes. Según una encuesta publicada por el diario El Imparcial el 29 de mayo, 97 por ciento de la población oaxaqueña rechazaba el paro magisterial.

Patrocinó una costosa campaña en la televisión local difundiendo un anuncio en el que un grupo de niños pedían a sus maestros que no fueran al plantón y regresaran a las aulas. Propaló masivamente la idea de que el bajo nivel educativo de la entidad es culpa de los educadores. Convirtió una reunión de 310 presidentes municipales en un acto para legitimar una salida represiva contra el movimiento magisterial. Azuzó a la iniciativa privada contra los mentores. Divulgó la especie de que el movimiento era una provocación de Elba Esther Gordillo contra Roberto Madrazo. Descontó a los paristas casi la mitad de su salario.

Finalmente, intentó romper con la fuerza de la policía el plantón que los trabajadores de la educación tenían en el centro de la ciudad de Oaxaca. Esperaba que se dispersaran asustados y la protesta se diluyera en todo el estado. En caso de agravarse contaba con la intervención de la Policía Federal Preventiva (PFP). Buscó, además, que la prensa circulara la versión de que el operativo había sido un "desalojo pacífico".

Pero no sucedió así. Los mecanismos coercitivos usuales no dieron resultado. Los educadores, después de la sorpresa inicial, se reagruparon, convirtieron el enojo y el miedo en coraje, y enfrentaron a la policía con piedras y palos, haciendo valer su superioridad numérica. La población los protegió. Abrió las puertas de sus casas para resguardarlos. Les dejó cubetas de agua en las aceras. Les lanzó trapos mojados desde ventanas y azoteas para que se protegieran del efecto de los gases lacrimógenos. Grupos estudiantiles solidarios tomaron la estación de radio de la Universidad Autónoma Benito Juárez e informaron paso a paso sobre lo sucedido. El gobierno federal no mandó a la PFP a hacer el trabajo sucio. La represión indignó a los maestros y a otros ciudadanos oaxaqueños. El mandatario se ganó el repudio de muchas personas.

Ulises Ruiz contaba a su favor con el presumible desgaste de la dirección sindical del magisterio democrático. Desde noviembre del año pasado en el interior de la sección 22 surgió un movimiento de crítica a sus dirigentes, acusando al secretario general de corrupción y manejo de cuentas bancarias paralelas.

Los opositores, entre los que participaban antiguos líderes seccionales, como el ex secretario general, Alejandro Leal, integraron un Consejo Central de Lucha e intentaron formar, infructuosamente, una sección sindical paralela. Muchos educadores de base vieron la mano del gobierno estatal y de La Maestra en esta intentona rupturista. Sin embargo, las cosas no resultaron como el gobierno esperaba. El intento de modificar la Ley del ISSSTE puso a los trabajadores de la educación en estado de alerta entre enero y abril de este año, reforzó su unidad e impulsó la disposición hacia la organización de una gran protesta nacional. La asamblea estatal del magisterio oaxaqueño, instancia en la que se coordinan los representantes de las delegaciones sindicales con sus dirigentes estatales para decidir el rumbo de su lucha, se cohesionó como en sus mejores momentos.

Detrás de esta respuesta se encuentra, entre otros factores, uno: la existencia de un nuevo magisterio. En el movimiento hay muchos jóvenes, mucha gente nueva, alejada de las viejas prácticas sindicales, pero formada en los principios rectores de la lucha democrática. Las mismas marchas, antes casi silenciosas y rutinarias, se han transformado en espacios donde se vuelca la creatividad y la imaginación popular. Ha habido una especie de renacimiento de la combatividad.

Pero, además, la protesta magisterial se ha convertido, como en sus mejores momentos, en el canal de expresión del enorme descontento popular existente en la entidad. Padres de familia y profesores han tomado las presidencias municipales en las que los ediles actúan contra el movimiento. Pinotepa Nacional, Miahuatlán, Salina Cruz, Espinal, Tehuantepec e Ixtepec son algunas de las alcaldías ocupadas. En los edificios los profes han encontrado gran cantidad de despensas, equipo de deportivo y materiales de construcción para inducir el voto a favor del PRI, que han confiscado y repartido entre la población. Simultáneamente, han avanzado junto a una multitud de organizaciones sociales en la constitución de un gran frente opositor a Ulises Ruiz.

Menudo enredo. En Oaxaca, el gobernador declaró la guerra al magisterio. El bumerán que lanzó va ya de regreso. Los maestros reviraron exigiendo su caída. Y ahora, a menos de dos semanas de la elección presidencial, hasta los pueblos se están rebelando.

 
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