Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 18 de junio de 2006 Num: 589


Portada
Bazar de asombros
La memoria del horror
SIMONE DE BEAUVOIR
La representación prohibida
JEAN-LUC NANCY
Alemania: antes y
después de Shoah

STEFAN GANDLER
Sobre Shoah
Struthof, entre la
memoria y el olvido

EVGEN BAVCAR
El presente y lo inmemorial
CLAUDE LANZMANN
Buenos Aires: recuperar
la tertulia

ALEJANDRO MICHELENA
Lo que el viento a Juárez
Mentiras transparentes
FELIPE GARRIDO

Columnas:
A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Las Rayas de la Cebra
VERÓNICA MURGUIA

Mujeres Insumisas
ANGÉLICA ABELLEYRA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

Teatro
NOÉ MORALES MUÑOZ

El viaje Real
LUIS TOVAR

(h)ojeadas:
Reseña de Mayra Inzunza sobre La posibilidad de una isla


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Stefan Gandler *

Alemania: antes y después de Shoah

Dieciocho años, ocho meses y dos días después del final militar del nacionalsocialismo, nació en Munich, la que había sido la "ciudad del movimiento nazi", un niño. Seis años después, su maestro de primaria en el pueblo austríaco donde pasó los primeros años de su infancia, lo llamó "ario". Al preguntar a sus padres qué significaba esta palabra, lo único que le contestaron fue que así se llama a las personas con el pelo rubio y los ojos azules.

Otros seis años más tarde, cuando participaba en un simulacro de incendio con las juventudes de los bomberos voluntarios, encontró una svástica de cuatro o cinco metros de altura en el ático del palacio municipal del pueblo alemán donde vivía en aquel momento. Había además varias svásticas más pequeñas y banderas nazis enrolladas. Se percató, por primera vez en su vida, que el nacionalsocialismo había estado allí, en aquel lugar, hacía poco tiempo. Empezó a entender que "ario" es algo más que otro nombre para un color humano. Esta palabra lo ubicaba del lado de las svásticas, que no sólo estaban en los libros de historia, sino ahí, a un metro de distancia, cubiertas con mucho menos polvo del que había imaginado por los rumores sobre el pasado nazi.

Dos años más tarde, en la secundaria de Wiesbaden, presenció el ataque de un grupo de padres de familia a su maestro de historia por haber tratado el tema del nacionalsocialismo en cinco o seis sesiones, después de que un alumno pintara una svástica en el pizarrón. Tímidamente fue aumentando su percepción de que casi nadie en ese país quiere que se vean las svásticas, que están en los áticos, guardadas.

Siete años más tarde, cuando era estudiante de filosofía en la Universidad de Frankfurt, leyó algunos textos breves sobre el nacionalsocialismo y referencias al nazismo en textos de la teoría crítica, pero aún así no salió del acuerdo general implícito en la República Federal Alemana —hasta el día de hoy intacto—, de no dar demasiada importancia al pasado alemán del periodo 1933-1945, y menos aún a la destrucción de los judíos europeos.

Otros tres años más tarde vio la película Shoah, de Claude Lanzmann. Se estrenó en 1987 en Frankfurt, en el cine Camera, en manos de un círculo cinematográfico de estudiantes y otras personas. El silencio y la supuesta distancia en el tiempo y en el espacio, que no han podido ser realmente interrumpidos por los textos existentes sobre el tema, ni por la serie televisiva Holocausto, se desvanecieron radicalmente con la primera proyección de Shoah en esa ciudad. Al salir de la función nos veíamos a los ojos, estudiantes de izquierda de Frankfurt, y sabíamos que ya no éramos los mismos que los que habían entrado a la sala cinematográfica nueve horas y media antes. Ese "él", de quien he escrito hasta aquí, se convirtió en el "yo" que soy hasta hoy. La total oscuridad en la que había vivido antes —por lo menos en referencia al tema del nacionalsocialismo y del genocidio de los judíos y gitanos europeos—, se había iluminado en cuestión de nueve horas.

Escuchar las voces y ver las caras en la pantalla grande de Simon Srebnik, Abraham Bomba, Richard Glazar, Filip Müller, Rudolf Vrba y otros sobrevivientes judíos de los campos de exterminio, que habían visto con sus propios ojos el aniquilamiento de su pueblo, en confrontación con las voces y las caras de Franz Suchomel, Joseph Oberhauser, el doctor Franz Grassler y otros nazis alemanes, que habían participado directamente en el asesinato de cientos de miles de judíos y otras víctimas, provocaron algo que era necesario desde hacía años y que se había anunciado veladamente: la interrupción definitiva de la falsa idea de vivir en una sociedad que está lejos, muy lejos en el tiempo y en el espacio, de los crímenes nacionalsocialistas. Esta supuesta lejanía sólo pudo existir en nuestras cabezas por el silencio y la oscuridad en que nuestra sociedad nos había mantenido y de los que no habíamos logrado zafarnos, aunque nos consideráramos muy críticos de la sociedad burguesa existente y de su correspondiente sistema de reproducción capitalista.

La película Shoah destruyó este nudo en la percepción, este nudo en la cabeza, este nudo en la (supuesta) realidad cotidiana. Al caminar por la estación de trenes de Frankfurt, al ver los rieles de ferrocarril en viajes por Alemania y Europa, siempre tenía (y tengo) presente las imágenes de estos mismo rieles que en la película acompañan los recuentos de los mencionados sobrevivientes, testigos de lo que pasó al final de los largos viajes por toda Europa en Auschwitz, Treblinka, Sobibor y los otros campos de exterminio nacionalsocialistas.

Un año más tarde, en 1988, el rector de la Universidad de Frankfurt, Klaus Ring, de fuerte tendencia derechista, invitó a varios ex colaboradores de la economía nacionalsocialista para presentarlos a los estudiantes de la universidad, a lo largo de por lo menos dos años, como "ejemplos para la juventud". Solamente con la inspiración y los ojos abiertos que nos había provocado Shoah, entendimos plenamente la gravedad de este intento y nos lanzamos en su contra. Después de la primera conferencia de Hans Lutz Merkle y ante la presencia de cien policías, que desalojaron del auditorio a todos los estudiantes que se atrevieron a preguntarle sobre su pasado antes del 8 de mayo de 1945, el gobierno del estado alemán de Hessen intervino y obligó al rector a cancelar su intento de rehabilitar, en un lugar clave para ello, a varios de los "líderes de la economía" (Wirtschaftsführer) más importantes del nacionalsocialismo.

El paso del niño que ni sabía el significado del término racista "ario", y que no logró hablar con nadie de su hallazgo de las svásticas en el ático del palacio municipal, al estudiante que participa activamente en la interrupción del intento de poner punto final al recuerdo del nacionalsocialismo, de la destrucción de los judíos europeos y de los actos de sus ejecutores, este paso sólo fue posible gracias a Shoah.

* Stefan Gandler es doctor en Filosofía por la Universidad Goethe de Frankfurt. Miembro del Sistema Nacional de Investigadores y experto en nacionalsocialismo, racismo, filosofía contemporánea y teoría crítica.