La Jornada Semanal,   domingo 7 de mayo  de 2006        núm. 583

JUAN DOMINGO ARGÜELLES

LOS NIÑOS Y EL ADULTO ENFERMO DE LUJO POÉTICO

Este año se cumple medio siglo del affaire Minou Drouet, un episodio editorial que a lo largo de estas cinco décadas ha servido para preguntarnos qué entendemos por poesía, qué por genio infantil y qué por artificio publicitario en detrimento de la poesía y de la infancia.

Lo refiere espléndidamente Gabriel García Márquez en uno de sus artículos ("Cuentos de niños") incluidos en el quinto volumen de su Obra periodística: "Por 1956 la editorial Gallimard de París patrocinó una ruidosa campaña de prensa para vender el libro de versos de una niña de siete años llamada Minou Drouet, a quien se quería colocar de una vez por todas como un genio de las letras. Entre las muchas publicaciones de propaganda que se hicieron entonces hubo una encuesta entre los escritores y artistas más famosos del momento, los cuales se prestaron al juego editorial con frases más o menos convencionales. Pero Jean Cocteau le puso término al asunto con una sola frase mortal: ‘Tous les enfants sont des poets, sauf Minou Drouet’. Dicho en buen cristiano: ‘Todos los niños son poetas, menos Minou Drouet.’"

A decir de García Márquez, la mayor parte de los niños posee una enorme fantasía y un cúmulo de creatividad literaria, una natural poesía y una consustancial magia que los adultos echan a perder. Cuando los niños se esfuerzan por quedar bien con los adultos (generalmente, sus padres y sus maestros) toda esa magia natural acaba por destruirse. Por eso tenía tanta razón Cocteau.

Hoy sería bueno saber qué se hizo de Minou Drouet: a qué se dedica, dónde quedó su celebrada precocidad poética. Muy lejos de la infancia (debe ser casi una sexagenaria), Minou Drouet seguramente vive con esa enorme frustración de no saberse poeta y de no haber sido jamás poeta, como bien lo dijo Cocteau, que fue el único que no quiso engañarla.

En cierta ocasión, durante una entrevista que le realizara Ernesto González Bermejo, Julio Cortázar también se refirió a este asunto: "Minou Drouet —dijo—, aquel monstruito que había escrito un libro de poemas a los ocho años, un poco prefabricado por la madre, y que toda Francia admiraba." Y añadía Cortázar, coincidiendo con García Márquez, que si a los niños los dejasen solos con sus juegos, sin forzarlos, harían maravillas, pero que la intervención tramposa de los adultos, con el fin de ayudarlos a crear artificios y a madurar antes de tiempo, lo único que consigue es envanecerlos para luego frustrarlos. Durante algún tiempo se habló del prodigio llamado Minou Drouet; de la gran niña poeta que asombró al mundo, como si estuviera dentro de una jaula para que la admirasen.

En El valor de educar, Fernando Savater, al escribir sobre esta misma anécdota que terminó siendo tragicómica, reprueba "los frutos artificiosamente maduros de precocidad de los que tanto agradan a quienes desean exhibir las destrezas de los niños como si fueran fenómenos de circo".

Cuando ha pasado ya medio siglo de esta ridícula y a la vez triste historia es bueno reflexionar sobre las mentiras y los daños que, por amor propio, los adultos obsequian a los niños respecto de sus méritos y vocaciones.

En sus Mitologías, Roland Barthes sentenció sin concesiones: "Después de todo esto, queda el caso de la niñita misma. Y que la sociedad no se lamente hipócritamente: ella, la sociedad, es la que devora a Minou Drouet; la niña resulta víctima de ella y sólo de ella. Víctima propiciatoria sacrificada para que el mundo sea claro, para que la poesía, el genio y la infancia, en una palabra el desorden, sean domesticados sin demasiado gasto y para que la auténtica rebelión, cuando aparezca, encuentre el sitio que le corresponde en los diarios, ya ocupado. Minou Drouet es la niña-mártir del adulto enfermo de lujo poético, la secuestrada o la raptada de un orden conformista que reduce la libertad al prodigio. Es la chiquilla que la mendiga pone delante de ella cuando, atrás, el jergón está lleno de monedas. Una tímida lágrima por Minou Drouet, un débil estremecimiento por la poesía y henos aquí desembarazados de la literatura."

Minou Drouet, concluyó el escritor francés, paga los platos rotos por los otros: "acceder al lujo de la Poesía no cuesta mucho más que una niñita".