Usted está aquí: viernes 5 de mayo de 2006 Política Al alba, 3 mil policías tomaron el control en San Salvador Atenco

El operativo fue urdido la víspera por autoridades estatales y federales

Al alba, 3 mil policías tomaron el control en San Salvador Atenco

Los activistas se vieron sorprendidos y sólo hubo brotes de resistencia que fueron fácilmente sofocados

JAVIER SALINAS, RENE RAMON; GUSTAVO CASTILLO, ROBERTO GARDUÑO CORRESPONSALES Y ENVIADOS

San Salvador Atenco, Mex., 4 de mayo. Al alba, San Salvador Atenco fue ocupado por la policía. Tras percatarse que las fuerzas federales de apoyo y del Grupo de Operaciones Especiales de la Policía Federal Preventiva (PFP) se encontraban a menos de 30 metros de distancia de los bloqueos, sobre la carretera Texcoco-Lechería, el tiempo se agotó para los integrantes del Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra (FPDT).

El gobernador del estado de México, Enrique Peña Nieto, lo había adelantado la víspera: San Salvador Atenco fue cercado a través de un operativo que se elaboró en la madrugada, y comenzó a operarse de inmediato, para concluir al amanecer con el control del pueblo a manos de los efectivos federales y estatales, que en conjunto sumaron 3 mil policías.

La movilización de los agentes -pertrechados con escudos, toletes y lanzagranadas de gas lacrimógeno- disuadió y provocó el repliegue de los 400 activistas en dirección del centro de la comunidad.

El plan...

En Texcoco, el gobernador Peña Nieto, reunido con el comisionado de la Agencia de Seguridad Estatal, Wilfrido Robledo, y el secretario de Gobierno, Humberto Benítez Treviño, solicitó el apoyo del secretario de Seguridad Pública federal, Eduardo Medina Mora, quien envió una fuerza de mil 500 agentes, y al frente de ellos comisionó al jefe del Estado Mayor de la PFP, Ardelio Vargas Fosado.

Para entonces, pasada la medianoche, Wilfrido Robledo -quien orquestó en 2000 la toma de la UNAM, y al término de sus tareas al frente de la PFP fue cuestionado por la compra de equipo, aviones y helicópteros obsoletos- propuso que la Federal Preventiva actuara como vanguardia y le siguiera en la retaguardia la policía estatal.

Y es que, al anochecer del miércoles, Robledo Madrid sobrevoló San Salvador Atenco y se percató de que los integrantes del frente se concentraban en dos bloqueos instalados sobre la carretera Texcoco-Lechería, y en el centro de la comunidad, con el descuido evidente del área sur del pueblo. Propuso entonces que los policías se dividieran en cinco contingentes destinados a ingresar a la zona urbana por igual número de accesos.

El objeto de esa acción era liberar a 12 policías retenidos en el poblado y reabrir la circulación en la vía Texcoco-Lechería. El plan de Robledo fue aceptado por Enrique Peña a las 2 de la madrugada, y de inmediato se puso en operación.

''¡Ahí vienen!''

Mientras tanto, en San Salvador los integrantes del frente elaboraban bombas molotov y colocaban llantas de tráiler sobre el asfalto, para prenderles fuego en cuanto se diera el anuncio de la llegada de la policía.

Casi a esa hora ocurrió la primera falsa alarma. ''¡Ahí vienen los cabrones!'', se escuchó, y comenzaron a tañer las campanas de los templos de San Salvador Atenco y Acuexcomac; también se lanzaron cohetes, que anunciaban la llegada de la fuerza pública. El llamado convocó a unas 300 personas, la mayoría jóvenes y hombres de mediana edad. Nada parecía ocurrir

Antes de las 3 de la madrugada retornó la calma y prosiguió la tarea de elaborar y distribuir las bombas molotov en el pueblo. Pero a tres kilómetros a la redonda comenzaba ya la movilización de PFP y policía estatal.

La orden de apostarse en la periferia de la comunidad se giró a las 5:30 de la madrugada. Con sigilo, los federales ingresaron al área por los extremos de la carretera, cerca del panteón de Chiconcuac, Acuexcomac y Tocuila. Comenzaron a cerrar el cerco, estrategia que les funcionó a grado tal que la mayoría de sus oponentes fueron sorprendidos.

A las 6 de la mañana, en el paraje La Pastoría, donde se ubica el puente de la carretera Texcoco-Lechería, se registró el primer enfrentamiento. Medio centenar de atenquenses fueron replegados con facilidad por los policías, que desde ese momento utilizaron una carga incesante de granadas lacrimógenas para dispersar a los pobladores.

Del lado contrario, en Acuexcomac, la fuerza federal -que iba a la vanguardia- no tuvo resistencia; el centenar de personas que bloqueaban el paso huyeron y sin ningún contratiempo fue liberada la vía.

Mientras los federales avanzaban contra el último retén, algunos se acercaron a la larga fila de tráileres que permanecían varados en el sentido contrario, y en algunos casos rompiendo cristales obligaron a los conductores a despejar el camino: ''¡Vamos, rápido, limpien la carretera!'', fue la orden a los adormilados choferes.

El avance de la fuerza policiaca federal se complicó en la bocacalle de la avenida Fresno, donde unos 200 jóvenes trataron de impedir el paso, pero fueron replegados en menos de 10 minutos con una notable nube de gas lacrimógeno.

La entrada rumbo al centro del poblado, donde se ubican el auditorio ejidal y el palacio municipal, se acompañó de estruendos producidos por petardos, cohetones y lanzagranadas. A las 7 de la mañana aparecieron en la retaguardia los agentes de la policía local. Con el desdoblamiento de los contingentes de la fuerza pública (para ese momento unos 3 mil), el paso por las calles que desembocan en la plaza se abrió sin mucha dificultad. Del lado sur del pueblo surgió la escasa resistencia de los atenquenses.

Antes de doblar la esquina que da a la alcaldía, un pequeño grupo de habitantes resistió a pedradas. Los policías se las devolvían, pero en mayor número. Dos agentes de la federal fueron heridos y en respuesta sus compañeros arremetieron contra sus oponentes.

A las 7:30 de la mañana comenzó la detención de los últimos hombres y mujeres que resistieron. La calle Florida se convirtió en un corredor de violencia inaudita. Los dos agentes policiacos lesionados -uno sangrando de la cabeza y el otro con la rodilla destrozada- fueron atendidos ahí mismo. Ahí fue vejado Jorge Salinas Cardón, quien gritaba: ''¡Soy de Teléfonos de México!''. Pues sí, le respondió un policía estatal, ''pero eres el cabrón que ayer se divertía aventándonos piedras y bombas''.

Mientras Salinas sangraba de la cabeza los policías lo insultaban y el hombre se azotaba sobre el pavimento. Luego, suplicante les decía: ''No es verdad, soy inocente''. Todo fue inútil...

''¡Baje la cabeza, cabrona!''

Luego de la entrada de la policía, y los destrozos que hicieron los uniformados en el auditorio, comenzaron las capturas; las aprehensiones incluían una toletiza y arrastrarlos en vilo hasta las camionetas, donde les obligaban a bajar la cabeza; si no obedecían les encajaban las rodillas en cualquier parte del cuerpo o les pisaban la cabeza con las botas de casquillo. "¡Baje la cabeza, cabrona!'', le exigieron a una mujer indígena.

A las 7:45, las policías federal y estatal ya controlaban todo el pueblo. Los agentes locales tomaron posesión de los principales accesos a San Salvador, y las fuerzas especiales de la PFP catearon decenas de viviendas en busca de los policías que se encontraban retenidos y de los líderes del frente.

San Salvador Atenco fue ayer un pueblo fantasma. Hasta el mediodía, nadie salió de su casa; alrededor de las 16:30, las fuerzas federales y estatales se retiraron. Un grupo de peritos de la procuraduría mexiquense realizó una inspección ocular del auditorio, casa ejidal y palacio municipal. Finalmente, la noche llegó a San Salvador Atenco.

 
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