La Jornada Semanal,   domingo 30 de abril  de 2006        núm. 582

MANUEL STEPHENS
FISURAS

Adriana Castaños es una de las coreógrafas más importantes de la danza contemporánea mexicana. Protagonista del llamado movimiento de danza independiente que se desarrolla a lo largo de la década de los ochenta, Castaños fue cofundadora del grupo Antares junto con Miguel Mancillas, Isabel Romero y David Barrón. Esta conjunción de personalidades dio como resultado una de las compañías que sin duda coadyuvaron de manera decisiva a redefinir la escena dancística. No obstante ser una coreógrafa fría y racional en sus planteamientos, Castaños ha logrado una obra que se inserta de manera inmediata en la memoria emocional del espectador. Su producción durante la época en que pertenece a Antares incluye obras que, como en los casos de otros coreógrafos de su generación, es de lamentar que estén virtualmente perdidas para los foros: algunos ejemplos son A Invierno por Heliópolis y Lágrimas de Coyote —espectáculos completos que, sin minimizar el lenguaje del movimiento, significaron una exploración contundente y efectiva en el manejo de la teatralidad, la construcción de imágenes y el uso de la voz en la danza, por sólo mencionar tres aspectos—, Cantatas y la ya mítica pieza corta Testigos.

En 1997 nace el colectivo Producciones La Lágrima encabezado por Castaños, en el cual la coreógrafa ha continuado su labor creativa, incorporando además actividades de promoción cultural y proyectos formativos y de actualización desde Hermosillo, Sonora, su ciudad sede. La Lágrima fue una de las dos compañías de danza que se presentaron en el más reciente Festival de México en el Centro Histórico (condición que subraya el desdén con que institucionalmente se sigue programando a la danza).

Castaños presentó Fisuras (de la serie Diagramas de flujo), de la cual ya habíamos tenido un adelanto en Ciudad de México con una pieza del mismo nombre, que se presentó en diciembre de 2004 dentro de la temporada "Mujeres coreógrafas" en el Palacio de Bellas Artes. En esa ocasión se trataba de un dueto para varones que se complacía en rozar los vértices de lo erótico sin rebasarlos y que ponía al descubierto la necesidad de contacto entre sus personajes. En esta ocasión, Castaños recupera este material y construye un cuarteto interpretado por Manuel Ballesteros, Margarita Barrera, Zahaira Santa Cruz y María Luisa Solares (en el cual se extraña la presencia de Hugo Carrera, quien intervino en el dueto mencionado).

El programa de mano hace una descripción puntual de los elementos involucrados en el proceso creativo de Fisuras: la poesía de David Huerta, la escultura y poemas de Gunther Gerzso, la música de Mignone, Händel y Chabrier interpretada por el pianista Alberto Cruz Prieto y, evidentemente, el movimiento corporal. Este listado muestra el rigor con que Castaños aborda sus referencias, mismas que son rebasadas por el resultado final. Fisuras establece un diálogo con los cuerpos, el espacio, la luz (diseñada por Jesús Maldonado) y el sonido, que sólo puede instaurarse en la propia representación dancística que emerge de la tutela de la coreógrafa. Castaños logra un espectáculo en el que prevalecen la precisión y la economía de elementos. Los bailarines, uniformados con pantalones y camisas, en un primer momento sugieren una cierta androginia que se irá fracturando al mostrar los torsos y subrayar los colores que en vestuario y cabello les pertenecen a cada uno. Este ejemplo de brillante simpleza en la utilización de recursos se multiplica a lo largo de la obra en la que los destellos de individualidad —esas ranuras por las que se asoma el deseo— se imponen a la cerebralidad matemática en la planeación del discurso. Fisuras es una obra del gesto, no de la palabra o el movimiento grandilocuente. Castaños revive el instante en que se atisba la fragilidad de sus personajes en contraste con un espacio determinado por su extrema codificación y contención. Fisuras es una obra en la que impera la sobriedad, pero en la que sobresalen la intimidad, la soledad y las debilidades y extrañezas frente al otro. Desde una perspectiva sosegada y madura, Fisuras recuerda lo que Castaños alguna vez externó —y trato de ser lo más leal a sus palabras—, que la pregunta fundamental con el cuerpo es "¿me quieres?": la primigenia búsqueda del amor.

Adriana Castaños está en un momento de madurez excepcional del que habrá que esperar impacientemente nuevos frutos.