La Jornada Semanal,   domingo 30 de abril  de 2006        núm. 582

Stanislaw Lem: mundos posibles y tierras extrañas

Adrián Medina Liberty

Un sueño solo puede triunfar sobre la realidad si se le da la oportunidad.
Stanislaw Lem

El pasado 27 de marzo, a los ochenta y cuatro años de edad, falleció en Lwow, Ucrania (ciudad que perteneció a Polonia hasta 1939) uno de los grandes fabuladores modernos, creador de mundos posibles, de entornos extraños y crítico mordaz de las sociedades crueles y totalitarias: Stanislaw Lem. Su agitada y versátil vida habría dado material para más de una novela ya que se desempeñó como mecánico, como soldador, traficó con armas para la resistencia polaca durante la segunda guerra mundial, estudió formalmente medicina en Cracovia pero pronto optó por la psicología sin dejar de ser un devoto de las matemáticas, la astronomía, la filosofía y la cibernética, devino en escritor, fue fundador de la Sociedad Polaca de Astronáutica y profesor de literatura en la Universidad de Cracovia. Con un itinerario tan caprichoso, cabía esperar, una vez que asumió a las letras como su destino, que su obra sería singular. Y, en efecto, así fue.

Panorámicamente, se podrían distinguir cuatro periodos en su producción que corresponden con cuatro décadas de intensa actividad. Su inicio como escritor ocurre en los años cincuenta con la publicación de Los astronautas (1951). La trama de esta novela versa sobre una nave que es enviada al planeta Venus para explorar una civilización que, irónicamente, es aniquilada accidentalmente cuando planeaba una invasión a la Tierra. Aunque la idea general posee resonancias de la ciencia ficción convencional, desde este primer trabajo ya se advierte su peculiar manera de fluctuar entre un tono de fina y feroz mordacidad y otro que resuena melancolía y desesperanza, características que habrían de habitar toda su obra y que permitirían colocarlo muy por encima de otros escritores del género. Para decirlo de manera más puntual, su estilo distintivo y la originalidad y lucidez de sus ideas le otorgarían un irrebatible sitial dentro de la literatura sin apellidos.

En 1955 aparece La nebulosa de Magallanes donde reconocemos, nuevamente, su sombría visión del futuro, pero esta vez el conflicto se expande para afectar órdenes de escala galáctica. Ese año también publica Hospital de transfiguraciones, novela donde se describen los dilemas éticos y morales del cuerpo médico de un hospital para enfermos mentales durante la segunda guerra mundial. La tentación de huir antes de la llegada de los nazis y el compromiso de permanecer para continuar atendiendo a los pacientes, genera una conflictiva disyuntiva que no ha perdido nada de su vitalidad cuando se piensa en las despiadadas invasiones a numerosos países, siendo Irak, por mencionar sólo un caso, un oscuro icono de la ambición norteamericana. Dos años después se publica Diarios de las estrellas que es una colección de historias cortas que introducen a un personaje que Lem retomaría en obras posteriores, Ijon Tichy, un aventurero sarcástico, crítico de los modos humanos e intenso filósofo tanto de las cuestiones banales como de los espectros del devenir. En esta recopilación ya es evidente en toda su magnitud la modulación satírica que nutrió el arte de Lem. Precisamente al final de la década, en 1959, publica La investigación. La ocurrencia de una serie de "resurrecciones" en un depósito de cadáveres británico desencadena una investigación que, en la medida en que se va desarrollando, hilvana agudas reflexiones sobre la naturaleza filosófica de las explicaciones científicas y pone en tela de juicio los fundamentos de la epistemología occidental mediante la descripción de una trama en apariencia policíaca. "El orden matemático del mundo —comenta uno de los protagonistas—, es nuestra oración a la pirámide del caos." La trama, sorprendente y fascinante, termina por doblegar nuestra confianza en la racionalidad.

Durante la siguiente década, Lem logra la expresión más refinada y original. Aunque en este periodo publicó Edén y El invencible, ambas dignas de lectura y reflexión, es Solaris (1961), su libro más inquietante y excepcional. El principal protagonista, un psicólogo llamado Kris Kelvin, arriba a la estación Solaris para hacer indagaciones sobre numerosos informes, alarmantes y contradictorios, que han llegado a la Tierra y, en especial, averiguar qué pasó con un miembro de la tripulación que murió. Kelvin descubrirá que los dos miembros del equipo que han sobrevivido muestran evidentes síntomas de locura y logra relacionar su raro comportamiento con extrañas presencias, referidas como simulacras o apócrifas que, obcecada e irremediablemente, se manifiestan para rasguear las fibras emocionales más intensas de los habitantes de la estación. El propio Kelvin recibirá una visita de su pasado, Harey, una mujer que amó en el pasado y que "cometió suicidio después de una disputa con él". Las insólitas presencias son, literalmente, materializaciones surgidas del relicario de vivencias y recuerdos más oscuros y profundos. El verdadero protagonista de la novela es Solaris, un ente, un mundo, un extraño océano cuyas asombrosas propiedades le permiten comunicarse por medio de la materialización de las personas que más añora —y teme— su interlocutor. Esta novela —que sin duda haría las delicias de cualquier psicoanalista— ostenta proporciones metafísicas, filosóficas y, al mismo tiempo, humanamente terrenales. ¿Cuál es el propósito de estas creaciones? "No son individuos autónomos —dice uno de los personajes—, no son copias de personas reales. Son meras proyecciones, materializaciones de nuestros cerebros, basadas en una persona dada." Esto, precisamente, es lo que las hace más perturbadoras, porque implica el enfrentamiento con uno mismo, con nuestros propios fantasmas. Lem desarrolla en Solaris su tema más conspicuo y revelador: la búsqueda en los confines del cosmos de nosotros mismos, la exploración de recónditos parajes… para encontrarse con uno mismo. "No queremos conquistar el cosmos —espeta otro personaje—, simplemente queremos extender los límites de la Tierra a los límites del universo […] Sólo estamos buscando al hombre. No tenemos necesidad de otros mundos. Lo que necesitamos son espejos." Basada en Solaris, otro artista notable, el cineasta Andrei Tarkovsky, ganó el Premio Especial de Cannes en 1972.

En 1968 apareció La voz de su amo, donde se relata el fracaso del Pentágono al tratar de descifrar un mensaje proveniente del espacio, bajo la forma de un rayo de neutrinos que pulsa de manera regular. Este es otro de los temas recurrentes de Lem: la imposibilidad de comunicarse con seres de otros mundos que es, a fin de cuentas, la incomunicación entre los propios humanos. "Somos como los caracoles, cada cual adherido a su propia hoja", sentencia Peter Hogarth, el protagonista, al final del libro.

Durante la década de los setenta Lem publicó varios libros notables: Un vacío perfecto (1971), El congreso de futurología (1971), Magnitud imaginaria (1973) y La sucesión del azar (1976). En el primero, Lem conjunta una colección de reseñas de libros inexistentes donde se exuda ironía y se exhiben los callejones sin salida de la cultura contemporánea. Este excepcional libro denuncia nuestros sistemas de valores y los relativiza al mostrar nuestro sociocentrismo y nuestra excesiva tendencia a intelectualizar. En una de las "reseñas", Lem vulnera, con hilarante mordacidad, nuestra confianza en la estadística y en el concepto de probabilidad. "Nos servimos de ese concepto cuando no sabemos una cosa con certeza", nos dice en otra de sus apócrifas reseñas, una auténtica proeza de autoreversible ironía, donde Lem, el crítico de Un vacío perfecto, reseña a Lem el autor.

En Magnitud imaginaria Lem realiza un ejercicio semejante, pero en lugar de reseñas el volumen contiene prólogos, introducciones y prefacios de libros aún no escritos. Nuevamente, emergen temas con interesantes resonancias antropológicas, sociológicas y psicológicas.

Los ochenta corresponden a la última fase productiva de Lem, los libros más destacables son Un minuto humano (1986), Fiasco y Paz en la Tierra, ambos de 1987. Otra vez reaparece el tema de los intentos fallidos por comunicarse con otras civilizaciones; el tópico, quizá convencionalizado y pervertido por oleadas de escritores comerciales y mediocres, en manos de Lem nos depara atractivas sorpresas. En Fiasco la tripulación de una enorme nave del siglo xxii se esfuerza por desembarcar en Quinta, el "quinto planeta del sexto sol en la constelación de Harpy". Los grandes poderes de la Tierra se unen para apoyar económicamente a la empresa ya que todos los esfuerzos previos por entrar en contacto con vida inteligente en otros ámbitos han fracasado por entero. Quinta parece ser un objetivo político-económico viable y prometedor, y llegar ahí es parte de deleite que procura la lectura. Pero hay mucho más. La trama es, en realidad, una querella contra la miopía y el pragmatismo de los poderes políticos terrenales, y sobre cómo los códigos éticos y morales pueden ser subvertidos para justificar la opresión militar y un orden social indigno. Cuando la tripulación se encuentra cerca de sus "hermanos en inteligencia" de Quinta, descubre que éstos se han enfrascado en una guerra estelar letal. Cuando la nave terrestre es atacada de modos distintos y misteriosos, los tripulantes se ven forzados a reconocer que sus respuestas no obedecen al desarrollo tecnológico alcanzado sino a sus instintos más primordiales. Lem medita amargamente sobre las escasas oportunidades que tiene la especie humana de sobrevivir y sobre el infausto crecimiento del poderío militar que, acaso irremisiblemente, nos conduce, por la forzada dirección de políticos y empresarios inescrupulosos, hacia la autodestrucción.

En Un minuto humano Lem desarrolla, en tres historias cortas que, nuevamente, adoptan la forma de reseñas, un panorámico e incisivo análisis del papel que ha desempeñado la muerte en la sociedad moderna y desacralizada. La base de su introspección son los genocidios perpetrados por los nazis en los territorios ocupados durante la segunda guerra mundial. En Paz en la Tierra nuestro planeta se encuentra amenazado por el desmedido incremento militar de las naciones desarrolladas y Naciones Unidas decide enviar a la Luna todas los arsenales existentes, pero esto es sólo el comienzo para una trama plagada con nuestros temores, defectos, esperanzas y desalientos propios del mundo actual.

La ficción de Lem no sólo divierte sino que constituye un estupendo mediador cognitivo que nos permite reflexionar sobre el conocimiento, el azar, la sociedad y nuestros valores mediante tramas que disuelven nuestras creencias más profundas y, en apariencia, sólidas e inconmovibles. En el momento de su muerte, los libros de Lem se han traducido a treinta y cinco idiomas y se han vendido más de 27 millones de ejemplares. La narrativa de Lem nos interpela y nos conmueve relativizando nuestras formas interpretativas y nuestros sistemas clasificatorios. Uno de los personajes de Solaris señala que "sólo podemos pensar con nuestros cerebros, nadie puede salir de sí mismo para verificar el funcionamiento de los procesos internos". La obra de Lem nos ofrece recursos para dar ese paso hacia fuera y mirarnos como si fuera la primera vez.