Usted está aquí: viernes 28 de abril de 2006 Estados Vive en Seyé la mujer de mayor edad en Yucatán; tiene 110 años

Cristina Velázquez Aké es ya considerada matriarca y fundadora de esa población

Vive en Seyé la mujer de mayor edad en Yucatán; tiene 110 años

LUIS A. BOFFIL GOMEZ CORRESPONSAL

Seyd, Yuc., 27 de abril. Cristina Velázquez Aké, humilde anciana de la población de San Bernardino, perteneciente al municipio de Seyé, es la mujer con mayor edad de Yucatán, y probablemente de México.

El pasado 8 de diciembre cumplió 110 años de edad, y lo hizo en plenitud de facultades, salvo que camina poco y padece una incipiente sordera, pero eso no importa. Vive feliz rodeada de sus tres hijos y decenas de nietos, bisnietos, tataranietos y, casi increíble, choznos, hijos de sus tataranietos.

Doña Cristina nació el 8 de diciembre de 1895 en San Bernardino. Y no miente. Hace algunos años, personal del Registro Civil de su comunidad campesina ratificó su fecha de nacimiento. Poco antes existía la confusión de que había nacido en 1900 y que para tales efectos ahora habría cumplido 106 años, pero no. La propia dama yucateca se encargó de confirmar su verdadera fecha. ¡Y cómo no! Ella fue la primera habitante de San Bernardino cuando, incluso, el pueblo no tenía tal nombre.

¿Cuál es el secreto de la longevidad de Cristina? Nada complicado. Llevar una vida sana, comer adecuadamente, tomar "dos que tres cervecitas" y platicar, platicar mucho, durante horas y días.

Rodeada de su familia, la "abuelita de Seyé" cuenta que nunca tuvo un radio, "jamás lo he escuchado -dice-, tampoco televisor y menos teléfono.

"No tuve dinero para comprar esos aparatos modernos, cuando me casé con Sigfrido (su marido, ya fallecido) trabajamos en la milpa para comer; nunca tuvimos lujos, vivimos pobres, pero no pedimos nada a nadie", señala. Recuerda que su esposo falleció hace 18 años, "como a los 90 años", y se casó entre 1912 o 1913.

Su memoria evoca épocas pasadas, algunas buenas y otras malas. No se queja. "He sido feliz", asegura. Los años más duros, según ella, fueron con la persecución religiosa (la guerra cristera). "Mi papá, mi mamá y nosotros (habla de sus seis hermanos) nos escondimos donde pudimos; como siempre hemos sido muy creyentes, por allá, los soldados quisieron fusilarnos. Mi papá hasta se enterró en el patio para que no lo descubrieran", recuerda.

Hasta la fecha es ferviente católica. Doña Cristina reza todos los días, se encomienda a Dios para que, al morir, "pueda rendirle buenas cuentas".

-¿Le teme a la muerte? -se le pregunta.

-No, hijo, ya estoy muy vieja para tenerle miedo a la huesuda -responde y en seguida se pone a reír.

Su rutina diaria es caminar un poco, tomar chocolate y galletas; una vez a la semana, "algunos vasos de cerveza", sentarse a tomar el aire y platicar con las personas que a diario acuden a visitarla.

-¿Cuál es su comida favorita?

-El frijol con puerco, con muchas tortillas, jitomate y chile habanero.

Narra que apenas cursó hasta el tercero de primaria, porque en su casa eran muy pobres y era necesario trabajar para comer. Pero, dice, se esforzó para que a sus ocho hijos no les faltara, aunque fuera, la comida. "Trabajé la milpa, vendí dulces y maíz; ganaba mis centavos y pude darles algo de educación a mis hijos", acota.

Ahora nada más le sobreviven tres hijos, Rufina, María y José; las dos mujeres tienen más de 70 años, pero su más preciado tesoro son: 15 nietos, ocho bisnietos, cuatro tataranietos y tres choznos.

Por todo ello, cada 8 de diciembre la pequeña población de San Bernardino se llena de alegría. Los habitantes casi veneran a la "matriarca" de Seyé y la festejan. Abundan los regalos, la comida y los rezos en su honor.

 
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