Usted está aquí: martes 25 de abril de 2006 Sociedad y Justicia Ejidatarios de San Ignacio, BCS, a salvo de la especulación con las tierras

Ante el declive de las actividades firmaron un acuerdo de servidumbre ecológica

Ejidatarios de San Ignacio, BCS, a salvo de la especulación con las tierras

ANGELICA ENCISO L./II Y ULTIMA ENVIADA

Ampliar la imagen Concluyó la temporada de avistamiento de ballenas y con ello una fuente de ingresos para los habitantes de la comunidad de San Ignacio, Baja California. Al año la zona recibe a unos 3 mil turistas que buscan participar en actividades ecoturísticas Foto: José Antonio López

San Ignacio, BCS. Ha terminado la temporada de avistamiento de la ballena gris y los integrantes del ejido Luis Echeverría que participan en la empresa Kuyima se preparan para el escaso periodo de pesca. La actividad ecoturística, que les permite albergar unos 3 mil visitantes al año en el campamento de cabañas de madera que tiene como fondo el paisaje azul de la laguna más prístina de la reserva, está por concluir.

Durante la temporada, de diciembre a marzo, llegaron a esta laguna unas 300 ballenas, mientras alrededor de mil 900 se observaron durante febrero en Ojo de Liebre y una cantidad similar en Bahía Magdalena. Los cetáceos llegan a estas lagunas para procrear y en abril emprenden el viaje de 10 mil kilómetros a las frías aguas de Alaska, donde pasarán el verano.

San Ignacio es la laguna menos visitada por los turistas para observar a la ballena gris -especie que estuvo en riesgo de extinción- y el cuerpo de agua más conservado de la reserva de la biosfera El Vizcaíno. En las dos lagunas los ejidatarios establecieron un centro de visitantes para realizar actividades ecoturísticas, las cuales permiten a los visitantes mexicanos y extranjeros acercarse a las ballenas y, con suerte, tocarlas.

El avistamiento de ballenas es la actividad alterna que realizan los dueños de estas tierras, donde el viento helado que proviene del océano Pacífico hace soportable el calor, que cae a plomo en la región. La lluvia es muy esporádica. Gran parte del territorio está conformado por planicies salinas o desérticas, pero aún así hay productores de hortalizas y alfalfa, además de ganaderos.

En medio de la península de Baja California, en el límite entre los dos estados, se encuentra Guerrero Negro, donde la principal fuente de empleo es la Empresa Exportadora de Sal, la cual había contemplado en la década pasada la ampliación de sus operaciones al norte de la laguna de San Ignacio, sitio con amplias zonas de salitrales que proyectaba aprovechar. Tras la inconformidad de organizaciones ambientalistas y de ejidatarios, el proyecto quedó descartado.

En Guerrero Negro aún hay zonas bajas permeables, fáciles de aprovechar. "Desarrollar nuevos vasos será más costoso, y lo que hacemos es optimizar los procesos para incrementar la capacidad, porque la demanda sigue creciendo y será hasta donde podamos llegar. Hay zonas que no tienen más vocación que ser productoras de sal", considera Juan Antonio Flores, director de operaciones de la empresa.

La planta se ostenta como zona de conservación de aves, donde la población de éstas ha crecido, ya que de 47 especies reportadas hace décadas ahora hay 132, 97 de las cuales se encuentran en áreas salinas. Entre las especies están el águila calva, el gallito marino, la garza roja y el halcón mexicano.

Primero la conservación

Para llegar a este lugar hay que hacer un recorrido de cinco horas en carretera desde Loreto, o de tres desde Guerrero Negro, donde están los aeropuertos más cercanos. De difícil acceso, la zona de la laguna tiene como fondo, a la distancia, además de la arena del desierto, pequeñas viviendas de madera con antenas de televisión de paga, y plantas desaladoras, donde la gente obtiene agua y se utiliza energía eólica. Las escuelas están cercadas con malla ciclónica para delimitar el área de estudio, y el centro de salud permanece cerrado.

Los 43 ejidatarios se han organizado para sacar del área toneladas de basura, que se encuentra en las partes no habitadas, y buscan que el gobierno retire decenas de autos chatarra que están diseminados entre la orilla de la laguna y los campamentos donde viven las familias de los pescadores.

Aquí las únicas actividades productivas son la pesca, el ecoturismo -que el ejido Luis Echeverría maneja mediante la empresa Kuyima-, una planta empacadora de ostión y la ganadería.

Sin embargo, esas actividades son difíciles de realizar. La zona desértica impide el desarrollo de la ganadería. "No podemos tener ganado extensivo y no queremos cambiar la cultura del ranchero; la mayor parte del tiempo es seco, y entonces el ganado se pierde", señala Raúl López, presidente del ejido.

Paulatinamente la pesca se ha limitado. Los pescadores han visto desaparecer las especies marinas. "Hace 15 años pescábamos tiburón y abulón aquí enseguida. Ahora hay que navegar por lo menos una hora para pescar cualquier cosa, porque especies como ésas ya desaparecieron de estas aguas", señala José de Jesús Varela, director de Kuyima.

"Cada vez es más difícil obtener ingresos por la pesca y los precios a que vendemos nuestra producción son muy bajos", afirma Alejandro Ramírez, tesorero de la empresa. "Hay que salir más lejos a capturar y utilizar motores más grandes, pero eso requiere inversiones que muchos no pueden hacer."

Explica que la temporada de pesca de lenguado empieza en abril, en la cual participan alrededor de 100 hombres del área; después se captura langosta, pero hay periodos en los que no hay nada. El kilogramo de lenguado se los pagan a 20 pesos, por lo que tienen que obtener unos 200 kilos para cubrir sus gastos. Hay otras especies, como el verdillo, por las que obtienen sólo tres pesos. "El pescador ya no tiene futuro", concluye.

Frente a esa situación, en octubre del año pasado los ejidatarios firmaron una servidumbre ecológica para 48 mil de las 70 mil hectáreas de que son dueños. Con ello se comprometieron a conservar y manejar a perpetuidad el lugar de manera sustentable. Las organizaciones ambientalistas Wildcoast y Natural Resources Defense Council crearon un fideicomiso con 675 mil dólares y los intereses, que suman 25 mil, se los entregarán cada año para que desarrollen proyectos en el ejido.

Los propietarios dividieron el territorio para realizar diferentes actividades: desde la explotación de yacimientos de yeso, ganadería controlada de chivos con producción propia de alimento, invernaderos y ecoturismo. Así, todos podrán poner en marcha "sus proyectos de vida" y no esperarán a que llegue el gobierno a ofrecerles programas sexenales, señala Raúl López.

Para esta comunidad ya no existe riesgo por la especulación del suelo que prolifera en el estado, ya que sus tierras, aunque las vendan, deberán destinarse exclusivamente a la conservación. Lo que preocupa es que los ejidos que están alrededor de la laguna vendan sus tierras, y por eso esperan que el trabajo que efectúan sea ejemplo para ellos.

Un eventual riesgo que podrían enfrentar es que la empresa Exportadora de Sal retome sus intenciones de explotar el norte de la laguna, donde al comienzo de este sexenio obtuvo la renovación de la concesión de los terrenos federales.

 
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