Usted está aquí: martes 25 de abril de 2006 Opinión El infierno de Chernobyl (1986-2006)

José María Pérez Gay / II y última

El infierno de Chernobyl (1986-2006)

"¿Cómo reaccionamos en el primer momento? Le temíamos al viento, a la lluvia, al césped verde y fresco -escribió Yuri Andrujovitsch-, a la luz y al agua que bebíamos." En los primeros días de mayo de 1986 los habitantes de Ucrania vivieron la inmediata presencia de una muerte silenciosa -que no escuchaban ni veían. "Se expandió por todas partes, en los jardines y en las flores, en el agua y en el aire, se anidó en nuestras las casas y en nuestros cuerpos, que de pronto emitieron el fulgor de su ruina."

Luego cundió el pánico: cientos de miles abandonaron los territorios contaminados por la radiactividad, huían desesperados del lugar del desastre, sobre todo de la ciudad de Kiev. Los rumores empezaron a circular a la semana siguiente: una tercera explosión más violenta tendría lugar en menos de 10 días, devastaría Kiev y entonces el occidente sería el último refugio. Los rumores no eran del todo gratuitos. "La gente huía al occidente -por alguna razón, escribe Yuri Andrujovitsch, siempre se huye rumbo al occidente-; sin embargo, la existencia de la cortina de hierro limitaba el Occidente a Ucrania occidental: nadie podía abandonar la Unión Soviética."

A mediados de mayo comenzó el éxodo, las estaciones de trenes se abarrotaron, las mujeres con sus hijos en brazos golpeaban las puertas clausuradas de la Estación Central y la histeria colectiva se propagaba implacable como otra epidemia -recuerda Andrujovitsch. "No asistimos al fin del mundo -afirmó Ivan Malkovitsch, otro escritor ucraniano-, pero fuimos testigos del fin del imperio soviético." Chernobyl fue, sin duda, el factor decisivo de la decadencia y desaparición de la Unión Soviética.

Lo imperdonable: el silencio de Ministerio del Interior; la evacuación, una semana después, de cientos de niños del barrio de Krechchatik, una zona de alta radiactividad en Kiev; la orden de mantener en secreto los diagnósticos oncológicos y las mutaciones anatómicas; la diaria mentira de la propaganda; "el triunfo de la razón comunista sobre las fuerzas de la naturaleza"; la censura, el cinismo y el oportunismo de burócratas; el reparto de alimentos no contaminados para la nomenclatura, el diario regateo de Moscú.

"Todo esto emergió en diciembre de 1991, cuando despareció la Unión Soviética, como la radiación de un reactor gigante, y borró -escribe Malkovitsch- para siempre al imperio. La Unión Soviética había perdido Ucrania, el imperio se condenaba a sí mismo."

En septiembre de 2005, la Agencia Internacional de Energía Atómica y la Organización Mundial de la Salud publicaron un informe sobre el accidente que reducía de modo drástico el número de muertes y se concentraba en Bielorrusia, Rusia y Ucrania; mencionaba sólo 59 muertes, 4 mil más previstas y 99 por ciento de los cánceres de tiroides en los niños aliviados. El informe suscitó una violenta reacción de los científicos ucranianos, rusos y bielorrusos -los estadunidenses y europeos se sumaron después-; todos discreparon de sus análisis y cifras.

"El informe sólo reúne cifras falsas", afirmó Volodimir Usatenko, consejero de la comisión del Parlamento de Ucrania encargada de la seguridad nuclear. En el otro informe de Chernobyl, un ensayo de de la Comisión Europea, se muestra la verdadera dimensión de la catástrofe. La ex Yugoslavia, Finlandia, Suecia, Bulgaria, Noruega, Rumania, Alemania, Austria y Polonia recibieron cada uno más de 10 becquerelios (bq) de cesio-137. Unos 3 mil 900 kilómetros cuadrados de Europa quedaron contaminados -en una cantidad superior a 4 mil bq/m2-. Además, 2.3 por ciento del territorio europeo recibió dosis de radiactividad más elevada. Austria fue el país más expuesto, según el otro informe; Finlandia y Suecia recibieron 5 por ciento de la radiactividad. Los países que tuvieron los peores daños fueron Alemania (44 por ciento de sus tierras contaminadas) y Reino Unido (con 34 por ciento).

Las anomalías cromosomáticas, precursoras de leucemias y cánceres, han sido detectadas, al igual que enfermedades del sistema endocrino, nervioso, digestivo y cardiovascular. Según el profesor Alexander Ivanovich Avramenko, jefe del Departamento de Protección de la Salud, de Kiev, "la morbilidad general ha aumentado 30 por ciento, la hipertensión se ha triplicado, la isquemia cardiaca se ha incrementado 103 por ciento, las úlceras 65.6 por ciento, la diabetes 61 por ciento y los ataques cardiacos 75 por ciento. Los patrones clínicos de muchas enfermedades están cambiando, debido a la depresión del sistema inmunológico".

Los niños son los más dañados. Las malformaciones entre los recién nacidos se han duplicado en los años recientes. Según Dillwyn Williams, profesor de histopatología de la Universidad de Cambrigde, expertos mundial en cáncer de tiroides, 40 por ciento de niños expuestos cuando tenían menos de un año desarrollarán cáncer de tiroides. Miles de personas contraerán cánceres en los próximos 30 años. En una conferencia de la OMS sobre las consecuencias de Chernobyl, realizada en 2004 en Ginebra, el experto señaló sobre la incidencia de este cáncer en Bielorrusia y Ucrania: "he hecho algunas sumas, la respuesta me aterroriza".

El río Pripiat llevó la radiactividad a su afluente, el río Dnieper (por su caudal, el tercer río europeo) y, tras el recorrido de 800 kilómetros y seis grandes embalses, desembocó en el mar Negro. El agua contaminada puede afectar a 30 millones de personas. Según el Informe Sansone, preparado por 59 científicos bajo la dirección del italiano Umberto Sansone, más de 9 millones beben agua contaminada y otros 23 millones comen alimentos irrigados con aguas radiactivas. Las balsas y pequeños embalses construidos para detener las aguas contaminadas sólo agravaron el problema, pues quedaron destruidas cuando cayeron las primeras grandes lluvias.

Los peces del lago Kojanovskoe presentan grados de radiactividad 60 veces superiores a los límites en la Unión Europea. La única decisión ha sido la total prohibición del consumo de pescado en la región. El agua contaminada es posiblemente la mayor amenaza a 20 años del accidente. La explosión nuclear depositó 380 terabecquerelios de estroncio y plutonio en la zona circundante al reactor.

Pero la maldición de Chernobyl no ha terminado. En octubre de 1991 se produjo un incendio en el reactor dos, mientras el uno y tres siguieron funcionando. La crisis económica de Ucrania dejó a la intemperie a sus ciudadanos. En noviembre de 2005, 400 kilogramos de plutonio, más de 100 toneladas de combustible nuclear y 35 toneladas de polvo radiactivo permanecían dentro del sarcófago de plomo, boro y cemento que envuelve la planta nuclear, que necesita ser reparado o sustituido. El envoltorio, diseñado para 30 años, tiene 200 metros cuadrados de grietas. Cerca de 12 mil personas trabajan en la zona contaminada y siguen recibiendo altísimas dosis de radiactividad.

Chernobyl no sólo fue una calamidad para la vida y salud de millones de personas; también significó una gran crisis económica: una de las causas más importantes de la desaparición de la URSS. Las tareas de limpieza en los tres primeros años costaron 19 mil millones de dólares -ya han superado 120 mil millones. Para 2015 -calculan en Bielorrusia- las explosiones de Chernobyl habrán costado más de 230 mil millones de dólares.

El monto total será de 358 mil millones de dólares (lo de 100 centrales nucleares), resultado del tratamiento médico, vigilancia de la descontaminación y reubicación de habitantes. El capital destinado después de la catástrofe de Chernobyl habría sido suficiente para sustituir todas las plantas nucleares del mundo por centrales de ciclo combinado de gas natural (80 por ciento de la potencia) y aerogeneradores eólicos (20 por ciento restante), y aún sobrarían 200 mil millones de dólares. "La independencia de Ucrania -escribió Yuri Andrujovitsch- tiene el amargo sabor del Apocalipsis."

 
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