Usted está aquí: martes 18 de abril de 2006 Opinión APRENDER A MORIR

APRENDER A MORIR

Hernán González G.

Qué hacemos, candidatos

CON RELACION A la columna Ver para descreer, del lunes 3 de abril, alguien preguntó por qué relacionar una deficiente legislación en materia de televisión con una reflexiva y madurada disposición a la muerte.

PORQUE REFLEXIONAR, MADURAR, profundizar, revisar y otros sinónimos de pensar, como facultad privativa del ser humano, exige en éste un proceso educativo y formativo al que se opone el grueso de los contenidos de la televisión, que en nuestro país hace medio siglo navega por las contaminadas aguas de la autorregulación, para beneficio de concesionarios, comerciantes, gobiernos revolucionarios y del cambio, y retraso mental del pueblo de México.

VIVIR CON UNA serena y alerta conciencia de nuestra condición de mortales exige, por lo menos, un proceso educativo y formativo diametralmente opuesto a las deplorables propuestas de la televisión y sus beneficiarios reales. De ahí que no obstante la frecuencia de hechos de muerte -frivolizados los más- que aparecen en la pantalla del televisor, si algo aleja de cualquier posibilidad de reflexionar sobre el fenómeno de la muerte es una televisión sin más ley que la de las utilidades.

Y ASI COMO ninguno de los candidatos -¿cinco, seis?- a la Presidencia de la República toca ni con el pétalo de un adjetivo a la desneuronizada y desneuronizante televisión, no sea que por ella pierdan la elección, tampoco ninguno de estos aguerridos ciudadanos, cuyas limitaciones oratorias son proporcionales a sus limitaciones temáticas, se atreve a definir una posición sustentada, no confesional, en torno a control natal, aborto, documento de voluntades anticipadas, eutanasia o suicidio asistido, habida cuenta de que ya se comprobó que son temas ajenos a nuestra idiosincrasia de... televidentes.

UN LECTOR COMPARTE su difícil situación: "Mi madre padece desde hace siete años síndrome de Ménière (enfermedad que afecta al oído interno y en la que la sordera se asocia con zumbidos y vértigos bruscos), agravado por un infarto cerebral que la tiene camino hacia la invalidez total, sin esperanza alguna de por lo menos atenuar su estado que se deteriora día con día y a sus casi 79 años únicamente pide a Dios la muerte".

"EL MÉDICO QUE la atiende espera que un infarto termine con el martirio en que se ha convertido la 'vida' de mi madre, y me pregunto: ¿es humano dejar que una persona termine sus días acostada en una cama esperando morir entre dolores y malestares terribles? ¿Qué puedo hacer aparte de pedir a Dios que termine con este martirio?"

"A UNA AMIGA le diagnosticaron cáncer -escribe de Bélgica otro lector- en junio de 2005. A principios de abril se puso muy grave y fue internada en un hospital católico. Los trámites legales de eutanasia y la aprobación de un comité médico se hicieron en tres días para de inmediato informarle que se haría cuando ella lo pidiera. Se pudo despedir de sus hermanas y amistades, arregló asuntos pendientes y esta mañana (anteayer) dejó de existir, sin drama, con serenidad y una compasión y una dignidad compartidas."

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