La Jornada Semanal,   domingo 2 de abril  de 2006        núm. 578
 

Gerardo Bustamante Bermúdez

Cristina Pacheco un Mar de historias

A Verónica Romero Julián: siempre

La escritora y periodista mexicana Cristina Pacheco ha sido, a lo largo de su prolífica carrera, una de las figuras claves para comprender parte de la cultura mexicana. Su importante labor en radio, prensa y televisión muestran a una mujer que va recogiendo por medio de la entrevista siempre original, los testimonios de la gente, sus preocupaciones, costumbres, luchas incansables y su eterna esperanza. La labor de Pacheco va más allá de la observación y la escritura. La entrevista siempre amena es el medio por el cual conoce a la gente anónima. La entrevista en Cristina es indudablemente un don, después viene la palabra escrita. Lo mismo puede conversar con artesanos, vendedores ambulantes que buscan la vida en los puentes peatonales, con prostitutas de la tercera edad, niños de la calle y bomberos, que con los que viven en albergues y hospitales psiquiátricos, con los libreros de viejo y los fieles que van a pedirle auxilio al Señor de los trabajos y muchos otros que comparten sus experiencias e historias. La intención en ningún caso es maniquea. Sus entrevistados también son actores, escritores, directores de cine y teatro, músicos, bailarines y muchos otros artistas del país. El objetivo es el mismo: conversar para conocer.

Del 2 de enero al 4 de septiembre de 2005, Cristina Pacheco publicó domingo a domingo bajo su sección Mar de historias, de La Jornada, veintiocho relatos que podemos considerar una "novela corta por entregas". Son las historias de vida de los habitantes de "El Avispero", un edificio antiguo de la calle de Todosantos en el centro de la Ciudad de México. Y es que la labor de Cristina como extraordinaria conversadora y portavoz de aquellos habitantes de la ciudad que, víctimas de los sismos del ’85, de la migración y la pobreza, viven ocultos con sus soledades, problemáticas y desesperanzas, es digna de reconocimiento. Cristina recoge historias, conoce a la gente y sus lugares y nos presenta, con gran destreza narrativa, estampas que son una mezcla de experiencia, sensibilidad e imaginación.

Los relatos de Cristina Pacheco publicados en 2005 en Mar de historias, son narraciones sencillas que muestran las condiciones de vida de cierto grupo de capitalinos. Generalmente estos relatos se construyen in media res, y en su mayoría son narrados por Agustina, portera del edificio desde hace más de cincuenta años, una mujer sola que por ser hija única nunca se casó y sólo pudo consagrarse al cuidado de su madre enferma. Los personajes de estas historias aparecen en varios relatos; de ahí que los podamos considerar como una novela corta pues sus peripecias se continúan en domingos posteriores. Otra característica es que la autora introduce el contexto actual en sus narraciones; por ejemplo el 2 y el 9 de enero habla del maremoto asiático donde las pérdidas humanas y materiales en aquel continente fueron incalculables. Así, estas narraciones no son ajenas al contexto de los acontecimientos que aparecen en otras secciones del periódico y que son de dominio público.

El primer día de 2005, Aladino, un payaso callejero, reniega de la malformación de su hijo recién nacido, a quien le había construido idealmente un futuro mejor pues pensaba mandarlo a estudiar a Estados Unidos para que fuera un payaso reconocido. Por su parte, los niños que no presentan discapacidades son maltratados por su familia. Es el caso de Tatiana, donde la prepotencia y el rechazo de su padrastro colocan a la madre en estado de sumisión y hacen de su hija una niña "con expresión de una mujer que conoce las inclemencias de la vida". La violencia en personajes infantiles la encontramos también en el trágico caso de Daniel, un niño que pasa todo el día encerrado, pues Consuelo, su madre, tiene que laborar todo el día en un restaurante y en un taller de costura para sobrevivir con su hijo. Influenciado por caricaturas violentas, Daniel asesina de manera imprudencial a su madre y es internado en un centro conductual desde donde explica: "Estábamos jugando a que yo era el agente Maloton y ella la fugitiva Kroa. Le disparé, pero va a despertar. En mis caricaturas Kroa siempre despierta." Varios meses después se le da continuidad a la historia: la portera visita en el centro conductual al niño, quien se encuentra muy afectado por lo ocurrido.

Un personaje que vivió también durante la infancia en un hospicio es Sixto, quien le confía a la portera que en este lugar era abusado sexualmente por otro compañero. En otro relato, este mismo hombre informa que su hermano Joaquín no fue aceptado en el hospicio y que nunca lo volvió a ver. Frente a la falta de oportunidades laborales en México, tema en el que abundantemente insiste la autora, Sixto viaja a Estados Unidos, vuelve fracasado años después y ya sin fe. A su regreso se encuentra con que la calle de San Dositelo ahora se llama Todosantos, y que la iglesia del Señor de las Maravillas sigue recibiendo a muchos jóvenes que piensan cruzar la frontera, pues como dice el personaje: "sólo la iglesia y la miseria no han cambiado en Todosantos". A pesar de que la situación de Sixto no se modificó al cruzar la frontera, Karen, Rafa y Marcos —jóvenes desempleados— tienen pensado ir a Estados Unidos, pues la inminente demolición del edificio donde pagan rentas congeladas les impediría pagar una renta en otro lugar.

El personaje de Karen también aparece en varios relatos. Su historia es recordada por el lector aunque no aparezca semanalmente. Esta joven es una muchacha solitaria que ejerce la prostitución para sobrevivir. La muerte de su gemela Jaqueline, su única familia, la ha postrado en el dolor. La vida de esa joven y la de otros personajes de la misma edad deja ver que la etapa infantil prácticamente no existe, pues a temprana edad tienen que salir a trabajar y si no encuentran trabajo se convierten en delincuentes. Es el caso de Tatacho, quien se ha convertido en narcotraficante y ahora tiene riquezas y se ha vuelto un ser egoísta y vanidoso. Entre un "antes" y un "ahora", quienes fueron niños, en la actualidad viven de manera adversa: Rodolfo —llamado cosa loca— ha perdido el juicio y Carmela es humillada por su esposo que asegura que la joven no llegó virgen al matrimonio. Por su parte, el desempleo en el que se encuentra Fabián desde hace meses, obliga a Carmela a soportar el acoso por parte del dueño de la fábrica en donde trabaja.

La preocupación por las personas de la tercera edad que viven solas y en condiciones económicas precarias aparece de manera constante en los relatos de Mar de historias y su publicación también coincide con los vergonzantes asesinatos reales a personas de la tercera edad a manos de quien fuera la anónima Mataviejitas. En "Pan de ayer" por ejemplo, la portera conversa con José, un hombre mayor y viudo que desde hace varios años establece una relación clandestina con Rosita, una prostituta también sola que ha envejecido con él. Amalia es otro ejemplo de pobreza y soledad. Desde hace mucho tiempo su enfermedad le ha enseñado a ver el mundo a través de la ventana. Amalia es una anciana que guarda en su memoria acontecimientos tormentosos de la infancia y se ha convertido en un ser misántropo que sólo se hace acompañar de lo que cree es la aparición de su madre muerta. También don Carlos Gutiérrez, frente a la soledad y a la depresión por el rechazo amoroso de doña Bona, se suicida arrojándose a las vías del Metro. En las historias "Nunca sabrán" y "Canción desesperada", título que alude a los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Pablo Neruda, la portera del edificio afirma que Gutiérrez se suicidó llevando bajo el brazo el poemario La vida que se va, de Juan Bosco Malo.

Con "El último viaje", publicado el 4 de septiembre de 2005, Pacheco pone fin a su sección Mar de historias que durante veinticinco años apareció sin interrupción cada domingo. Con este relato cierra también el ciclo de los habitantes de "El Avispero". Afortunadamente Cristina sigue publicando ahora Eje Central; continúa presentándonos la forma de vida de aquellos mexicanos de la ciudad que se nos revelan a través de la sensibilidad de una mujer perspicaz para captar la lucha incansable de la gente, sus deseos, experiencias, sufrimientos y recuerdos. En estas historias, Cristina hace un recorrido por los distintos sentimientos, experiencias, dolores y fracasos de personajes melancólicos que tienen una historia particular de vida y que al final ven que la esperanza por que no demuelan el antiguo edificio de "El Avispero" se desmorona, dejándolos en la desprotección extrema. El lugar que "a través de los siglos fue palacete, claustro, beaterio, hospital, escuela para niñas, salón de baile, manicomio, hospicio, lupanar y vecindad", se ha convertido en un espacio devorado por el fuego. La bibliografía de Cristina Pacheco es amplia, sus libros de relatos y entrevistas son parte de su destacada labor como escritora. Sin embargo, los relatos publicados cada domingo en La Jornada merecen mención aparte, pues dialogan perfectamente con su faceta de entrevistadora y conocedora de gentes y espacios poco explorados tan humanamente por los profesionales de las letras y la comunicación.