La Jornada Semanal,   domingo 2 de abril  de 2006        núm. 578
 

A veces es mejor no pedir:
la novela inconclusa de Truman Capote

Raúl Olvera Mijares

I was eleven, then I was sixteen.
Though no honors came my way,
Those were the lovely years.

En 1984, olvidado el mundo que tanto había amado y luego aborrecido, muere Truman Capote. Dos años más tarde sale a la luz su último libro, Answerwd Prayers, una novela que, en forma de fragmentos, había aparecido ya en publicaciones periódicas. El epígrafe que da título a la obra y que, por cierto, está tomado de Santa Teresa, reza así: "More tears are shed over answered prayers than unanswered ones." ("Más lágrimas se derraman por oraciones respondidas que por no escuchadas." La traducción inglesa simplifica el estilo y le confiere a la sentencia un carácter poco menos que lapidario.

Compuesta de tres relatos enlazados aunque independientes —Capote nunca fue ajeno a las modas, incluso las editoriales— la novela permanece inconclusa y aun así muestra la portentosa síntesis, el manejo de distintos registros del lenguaje y la maestría en el tratamiento que había adquirido su autor.

Víctima del ostracismo más efectivo, el de sus coterráneos dueños de los medios de comunicación, Truman tuvo que enfrentar en vida una muerte acaso más atroz que la física. La anécdota, oscilando entre las estridencias de un submundo y el escarnio de grandes personalidades, es un valor agregado, aunque no el principal, de la novela.

El esbozo casi policial de la trama, retrasado morosamente hasta la mitad del libro, deja entrever con bastante claridad el desarrollo ulterior que nunca habría de alcanzar, hasta parecer que ha sido a propósito: dejar así la obra, de hecho confiriéndole ese carácter de opera aperta.

El dibujo decidido de los personajes, su crecimiento paulatino, las tramas y las subtramas que amenazan dispersarse ad infinitum pero que luego vuelven inesperadamente a una línea principal, apoyada magistralmente por la anécdota —la tan achacada chismografía del autor—, todos estos elementos hacen del libro lo mismo una obra auténtica rebosante de vida que un auténtico bestseller. Sólo la influencia de los poderosos, aun desde la ultratumba, mantiene acallada la sombra de una de las folles más célebres en la historia de la humanidad. Novela de iniciación, novela policial, pornográfica o simplemente amarillista, Answered Prayers es una obra plurivalente que admite, de hecho, varias lecturas.

P.B. Jones, quien ha crecido en un orfanato, se encuentra un buen día en la carretera, donde lo recoge un masajista de Miami, Ned, quien habrá de enseñarle el "oficio". En los meses que está con él, Jones aprende algunas técnicas para ganarse la vida, otras ya las conocía de cuando era interno y se prostituía por una barra de chocolate.

Desde la escuela Jones había comenzado con sus primeras tentativas de escritura, que continúa mientras se encuentra al lado de su hábil mentor. Habiendo reunido algunos ahorros —es redundante decir cómo— el joven talento decide probar suerte en Nueva York. Ahí conoce a uno de los monstruos sagrados de la edición. Algunos de sus escritos comienzan a aparecer en revistas; desde luego, sólo a cambio de innumerables humillaciones tanto intelectuales como de otra índole.

De este consentido de las musas de la sociedad neoyorquina, cuyos exclusivos apartamentos pisaban personalidades como Dietrich, la Garbo, la Monroe, Aaron Copland, Martha Graham, Andy Warhol, entre otros, Jones pasa a las garras de Lang, una ancianita agente literaria que movía los ánimos de los grandes mecenas en Norteamérica: Guggenheim, Ford, National Institute of the Arts and Letters.

Finalmente se sale con la suya. Jones publica su primer libro de relatos pero, para sorpresa tanto de él como de su protectora, las críticas en quarterlies académicos y otras publicaciones especializadas no le son favorables: de hecho un silencio anonadante es toda la reacción que suscitan —o más bien que no suscitan— sus tan apasionadas como fidedignas historias.

Decepcionado y cansado de la vieja, decide dejarla e irse con sus ahorros a conocer mundo. Tiene escasos veinte años cuando llega al viejo continente. Gastando lo menos que puede y gorreando a quien se deje, Jones logra pasarla con plena conciencia de que el norteamericano que permanezca en Europa más allá de los treinta años está acabado. En sus últimas andanzas, después de recorrer Francia, Inglaterra, Italia y otros lugares mediterráneos, termina en Tánger.

Ahí conoce a otro vividor americano, cuarentón, quien no desea seducirlo sino presentárselo a una amiga suya, una excéntrica millonaria, víctima del infortunio. Aquí los papeles se invierten —en más de un sentido— y Jones, el antes acosado, se convierte en perseguidor. La cabellera roja de Kate y sus encantos casi mágicos lo atrapan.

Tras un fallido matrimonio con un demente del Middle West americano, donde su padre trabajaba como criador de caballos, Kate se convierte en un figurín de la moda parisina y pasa largas temporadas de esquí en Saint Moritz, animada por la presencia del Sha de Irán y otras figuras de la aristocracia europea y del Medio Oriente.

En ese milieu conoce a su segundo marido, uno de los hombres más ricos de Alemania, descendiente de una familia de fabricantes de armas. Con él concibe a su pequeño y único hijo, Heine, a quien el padre mantiene recluido en un tosco y bien guardado castillo en Suiza, no lejos de Saint Moritz. La idea es que Jones ayude a Kate McCloud a recuperar al niño. ¿Cómo lo logra? ¿Qué tiene que dar a cambio?

Nunca lo sabremos, ya que los pasajes a continuación sólo preparan la narración de los eventos. Jones se encuentra de regreso en Nueva York. Está en una cena con una noble inglesa, quien tiene una reservación para un exclusivo restaurante francés, La Côte Basque, donde llega Jackie Kennedy acompañada de su hermana —el escritor y la lady acribillan a los Kennedy con sus habladurías.

No es difícil predecir el desenlace, aunque ahí el célebre autor de A sangre fría, tendría que sorprendernos. Sabemos a partir de los antecedentes ofrecidos por Capote que al final Jones, si bien conoce el amor por vez primera, acaba solo. En los ojos de Kate sorprendentemente verdes se esconde un misterio insondable: quizá ella misma fue la que enloqueció a su primer marido e hizo algo terrible para alejar al segundo. El destino que le espera a Jones no pude ser halagüeño. Quizá sea el justo precio: probar un poco de lo que tantas veces había hecho probar a los demás. Perderse para ganarse. La conversión final del pecador, para ponerse a tono con la cita de la doctora de Ávila.

"Plegarias tendidas" que hubiera sido mejor nunca formular. Desde el inicio la historia nos ofrece un happy ending. Es, aun en su forma de obra inacabada, una celebración por la vida, la sensualidad, el sarcasmo y, al final, un curioso despliegue de heroísmo y valentía, jamás ajeno a su autor, como él mismo se empeña en hacer pensar al mundo. Algunos dicen que más que la por él tan cacareada obra de inspiración proustiana, que le llevaría más de dos decenios completar. Fue más bien una nota de suicida.

Haciendo un alarde de innovación sin precedentes, aunque perfectamente esperable en él, Truman Capote nos entrega una obra desfachatada, no sólo en la anécdota sino principalmente en el estilo —aún hoy no enteramente comprendida por la crítica, sobre todo la de su propio país. El encono de los poderosos pesa todavía sobre la tenue sombra de su autor.

"If I could do anything, I would go to the middle of our planet, Earth, and seek uranium, rubies and gold. I'd look for Unspoiled Monsters, Then I'd move to the country. Florie Rotondo, age eigth." ("Si pudiera hacer algo iría al centro de nuestro planeta, la Tierra, y buscaría uranio, rubíes y oro. Buscaría monstruos no echados a perder. Luego me mudaría al campo. Florie Rotondo, de ocho años de edad." Así comienza el primero de los tres apartados que componen Answered Prayers, titulado Unspoiled Monsters, los otros dos serían Kate McCloud y La Côte Basque. En el cuartucho donde compone el libro, B.P. Jones entiende perfectamente el sentido de las palabras de la pequeña Florie, pues se considera "un monstruo aún no echado a perder". Él mismo habrá de relatarnos su vida de la única manera que conoce: con esa franqueza contraria a toda pretensión.