La Jornada Semanal,   domingo 26 de marzo  de 2006        núm. 577
 

Rodolfo Alonso

Trovadores: lenguaje y nación

En 1863 Rosalía de Castro vio publicado su libro Cantares Gallegos. Era la primera vez, después de muchos siglos, que la vieja lengua que había oído hablar desde niña a sus paisanos cobraba nuevamente forma literaria. Quizás, ni ella misma tenía entonces clara conciencia de que a partir de ese libro suyo iba a comenzar el Resurgimiento, no sólo de la literatura, sino también de la identidad social y cultural del pueblo gallego. Y tampoco podía imaginar que, mucho tiempo después, la fecha del 17 de mayo, con que aparece allí datada su dedicatoria a Fernán Caballero, iba a ser erigida anualmente como Día de las Letras Gallegas.

Un día que hoy puede ser de alegría y de celebración pero que, mientras duró el sometimiento y la censura, fue con toda justicia una jornada de protesta y de lucha. Porque, aunque sin duda lo intentaron, gracias a ese mismo pueblo gallego que la mantuvo viva durante largos siglos, no pudieron destruir a aquella que Manuel Curros Enríquez llegaría a bautizar, tan gráficamente, "Cristo de las lenguas". (Algo que ya había previsto, en 1952, desde Buenos Aires, el poeta argentino Francisco Luis Bernárdez: "Ni el imperialismo castellano del siglo xv, ni todo cuanto intentóse luego, a través de siglos, para eliminar el habla de Galicia, pudieron desarraigarla. Proscripta de la literatura durante centurias resurgió tan honda y vibrante como en las primitivas cantigas.")

Hizo muy bien, entonces, la Real Academia Gallega en dedicar el Día de las Letras de 1998 a recordar uno de los momentos de más alto esplendor del idioma de Galicia: el inagotable encanto de Martín Codax, Mendiño y Xoan de Cangas, esclarecidos trovadores de la ría de Vigo. Porque si con mucho criterio, a partir de la bienvenida recuperación de la democracia y de la autonomía, después de la muerte del dictador, se viene poniendo allí merecidamente el acento en los hombres y las mujeres que, desde el Resurgimiento, y a través de muy difíciles etapas históricas, defendieron con sus obras literarias la presencia de una identidad cultural gallega, acaso había llegado ya el tiempo de recordar a los antiguos, a los que pusieron los cimientos y plantaron las raíces del árbol inmenso.

Pero, siendo también que esa identidad, por la inmigración y por el exilio, está esparcida por el mundo, no podemos dejar de verla en una perspectiva más rica, más múltiple y variada. Invitado, no hace mucho, precisamente a un seminario sobre la inmigración gallega en América Latina, que se llevó a cabo en la brasileñísima y mágica ciudad de Bahía (que su Jorge Amado bien llamó "la Roma negra"), no dejó de sorprenderme la activa participación de muchos jóvenes universitarios del Brasil entero, aunque no todos tuviesen sangre gallega en sus venas. Para ellos, las raíces comunes de su literatura se encontraban en los llamados trovadores galaico-portugueses.

Lo que no deja de ser tan comprensible como asombroso. En los tiempos en que la península no había delimitado geopolíticamente sus identidades nacionales, la lengua viva fluctuaba por encima de las futuras fronteras. Y quien lo reconoce es un historiador de Portugal, José Mattoso: "No deja de ser curioso verificar que el primer movimiento cultural de cierta amplitud y efectivamente identificable con el país es el de los trovadores gallego-portugueses." Pero eso no es todo. Otra investigadora lusitana, como Esther de Lemos, añade que "la primitiva poesía en gallego-portugués no pertenece exclusivamente a nuestra literatura nacional, no es aún estrictamente literatura portuguesa". ¿Y por qué? Porque, según ella: "En Galicia... parece haber florecido, ya mucho antes de la fundación de la nacionalidad portuguesa, una poesía de inspiración tradicional, folklórica, cultivada sobre todo por los juglares." Y, para el caso de que quedaran dudas, insiste la misma: "Los juglares gallegos habrían tenido así el mérito de recoger, aprovechar, difundir y por fin fijar para la forma escrita esa tradición oral primitiva, venida del fondo del tiempo y de la eterna alma femenina."

Y si durante 1998 festejamos también —con justicia y alborozo— el centenario del nacimiento de Federico García Lorca, no puedo dejar de recordar dos citas que Eduardo Blanco Amor incluyó, lúcidamente, ya en su prólogo a aquella primera edición, realizada en Santiago de Compostela durante 1935, de los nítidos Seis poemas galegos del gran poeta andaluz. "Non ha mucho tiempo cualesquier dezidores e trovadores de estas partes, agora fuesen castellanos, andaluzes o de la Extremadura, todas sus obras componían en lengua galaica o portuguesa", escribió en el siglo xvi nada menos que el Marqués de Santillana. Pero aún hay más. Cuatro siglos después, una autoridad tan hispánica como Menéndez y Pelayo afirmó sin dudas: "No se puede desconocer que el primitivo instrumento del lirismo peninsular, no fue la lengua castellana, ni la catalana tampoco, sino la lengua que, indiferentemente para el caso (en aquella época eran la misma) podemos llamar gallega o portuguesa."

O sea que si los gallegos de hoy quisieran superar —elaborar diríase desde un punto de vista freudiano— los ultrajes históricos del viejo poder castellano, no tienen más que acordarse de haber sido los primeros en escribir gran poesía en la península. Y, al hacerlo, como bien lo sabía sin duda el rey Alfonso x el Sabio que, sin serlo de nación, eligió en el mismo siglo xiii escribir en gallego, no pueden dejar de tener muy presentes a trovadores como los que se celebró con justicia en aquel Día de las Letras Gallegas de 1998.

De entre sus luminosas creaciones, para mi gusto las más bellas son las de Martín Codax, no sólo por ser las únicas de humanísimo carácter profano sino por el grado de esplendor alcanzado en su lenguaje. Y aquí nos aguarda todavía una última sorpresa. La belleza entera de esa poesía, que como se sabe no es sólo texto sino también música (recuperada casi intacta en el Pergamino Vindel, descubierto en 1914), revivió hace un tiempo en la voz y en los instrumentos de un calificado grupo de jóvenes universitarios brasileños. En su excelente disco compacto Cánticos de amor e louvor, más que bellamente interpretado por el conjunto de Música Antigua de la Universidad Federal Fluminense, de Niterói, y producido por el Núcleo de Estudios Gallegos de la misma casa de estudios, que dirige inteligentemente María do Amparo Tavares Maleval, podemos gozar de una insólita y tocante experiencia estética de altísimo nivel.

Y también podríamos, si quisiésemos, comprender que esa riqueza viva que es la lengua del pueblo gallego, no sólo produjo la primera gran poesía de España, sino que se encuentra asimismo en los fundamentos de la cultura portuguesa y, como consecuencia, es amada, estudiada y apreciada tanto en el inmenso Brasil como en los otros países lusófonos. Son las compensaciones que a veces producen los dolores de la historia. Ese bello idioma negado y disminuido que su pueblo supo mantener vivo a pesar de la opresión y de la injuria, no sólo llegó al exigente nivel de la poesía mayor sino que también, como los mismos gallegos, desde el inmenso esplendor de sus trovadores se esparció por el mundo para fecundarlo y hacerlo florecer.

Addenda: Algunos años después de que estas palabras llegasen a ser escritas, a comienzos de 2002, no sin emocionada alegría me encontré con unas justísimas ideas del fraterno poeta portugués José Augusto Seabra, un alto ejemplo de intelectual, que de alguna manera coincide, ilumina o al menos acompaña lo que yo intenté enunciar. Y que no quiero dejar de señalar, así sea en pequeña medida, a mis lectores de hoy. Bien dice así: "La lengua poética gallego-portuguesa no estaba, entretanto, en sus orígenes, limitada al territorio de Galicia y después de Portugal, sino que era la lengua propia de un "género" poético —el lírico— cultivado en toda el área centro-occidental de la Península Ibérica. Esta lengua iba a volverse, mas tarde, una lengua nacional —el portugués— pero continuaría siendo la lengua lírica peninsular por excelencia, como el castellano lo era para la poesía épica y la narrativa. Los juglares se trasladaban de corte en corte, trovando en gallego-portugués." Quod erat demonstrandum. Vale.