Usted está aquí: miércoles 22 de marzo de 2006 Opinión Jacaranda

Javier Flores

Jacaranda

Ampliar la imagen Arboles de jacaranda en la ciudad de México

Durante marzo y abril, en la ciudad de México y otras regiones del país ocurre algo que cambia totalmente el paisaje cotidiano: el ciclo floral de la jacaranda, árbol maravilloso en cualquier época del año, de tronco fuerte y copas elevadas. Sus ramas emergen muy lejos de la raíz y a lo largo de sus múltiples proyecciones dan lugar a conjuntos integrados por hojas formadas por millones de entidades pequeñas, que proyectan una sombra que invita a abandonarse, solos o en compañía, a su cobijo. Frondosa y sensual es la jacaranda.

Anunciando la primavera, nos brinda una visión prodigiosa: sus flores. Cuando el viajero llega en avión, el color forma parte del paisaje de la ciudad. No podría haber mejor bienvenida. Desde lo alto de un edificio puede verse la ciudad adornada con su colorido, e inclusive una alfombra floral que cubre algunas calles. ¿De qué color es la flor? Azul, dicen algunos botánicos; lila-azul, agregan los más puntillosos; ¡traigan el Pantone!, claman los técnicos. Todos se equivocan, pues es único: es color jacaranda.

Sus flores son juguetonas, caen sobre el cristal del parabrisas y nos acompañan en un tramo del trayecto. O inadvertidamente en su pelo, cuando camina, acompañándola en sus pensamientos y sus sueños. Explosión de belleza es la jacaranda.

Inevitablemente tiene un nombre científico: Jacaranda mimosifolia (D. Don), pertenece a la familia Bignoniaceae, de la cual se desprenden varios tipos, algunos muy interesantes, por ejemplo, la jacaranda procera, originaria de Brasil y Guinea, a la que los nativos atribuyen propiedades curativas, curiosamente ligadas a la sexualidad, como el tratamiento de algunas manifestaciones tardías de la sífilis, y de acuerdo con algunos autores antiguos, como Watkins, útil para enfrentar ciertos trastornos mentales como la epilepsia en personas (mujeres y hombres) adictas a la masturbación. Tal vez por eso, aunque no estoy seguro, surgió el término "jacarandosa(o)", que está ligado a la evidente sensualidad de la planta.

Otras variedades, como la jacaranda caucana, han mostrado en estudios científicos más recientes, como los de Ogura y sus colaboradores, utilidad potencial en el tratamiento de algunos tipos de cáncer. Por su parte, la Jacaranda filicifolia muestra actividad inhibitoria de algunas enzimas como la lipoxigenasa, cuyos productos, de acuerdo con diversos autores, Hallahan entre otros, desempeñan un papel central en algunas enfermedades inflamatorias, el cáncer e indirectamente el sida. La Jacaranda mimosifolia, que ahora engalana la ciudad de México y otras regiones del país, ha sido estudiada desde los años 50 por sus efectos antibacterianos. En otras palabras, las jacarandas han estimulado la investigación científica. Pero, en mi opinión, lo más impresionante es su belleza.

Conocí hace muchos años a una muchacha (como diría mi amigo Javier Molina). Se llamaba Jacaranda. Llamarse así es una gran responsabilidad. Yo estaba en la preparatoria y ella hacía honor a su nombre. Tenía una belleza extraña, comenzaba la primavera y llevaba un vestido ligero. Hablé con ella apenas unos minutos y se alejó caminando de una forma que me dejó pasmado, como cuando el viento provoca una lluvia de flores. Ahora sé (creo) que todo fue una alucinación. Pero lo que sí es seguro es que la belleza salvará al mundo.

 
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