Usted está aquí: martes 21 de marzo de 2006 Opinión Por un sueño nos bailaron...

Marco Rascón

Por un sueño nos bailaron...

Tras el triunfo del voto útil en 2000, el país avanza sobre la fuerza del voto "por lo menos peor". El viejo gradualismo de reformas a cuentagotas que nos concedía el PRI dentro del marco del régimen presidencialista ahora se desarrolla bajo la "alternancia" en el poder, en una bien diseñada "democracia sin adjetivos"en la que, más allá de los insultos espectaculares, las coincidencias son evidentes.

Ya somos como Estados Unidos, donde una vez gobiernan los republicanos y otra los demócratas, con chance de relección cada cuatro años, ejercicio de revocación de mandato que no se usa para legitimar, sino para relegir. Al igual que ellos, las elecciones aquí son un realineamiento constante a los intereses que mueven la economía en torno a la política gubernamental. Las diferencias entre demócratas y republicanos son las mismas que entre dos gotas de agua o, como diría alguien, mientras unos ladran, otros muerden. Al final los une la misma idea imperial que ha convertido sus ranchos en el mundo entero.

Si en el siglo XIX, tanto en Estados Unidos como en el México recién cercenado triunfó la República sobre el centralismo y el imperio, la doctrina Monroe de América para los americanos frente al expansionismo napoléonico, inglés y español; triunfaron los derechos civiles contra el esclavismo y el viejo colonialismo, y de las guerras civiles en ambos países surgió la geografía política de más de 100 años bajo la inspiración de Lincoln y Juárez, hoy en el siglo XXI, tras el proyecto de integración comercial y económica pactado en 1993, vivimos la crisis de las instituciones representativas del liberalismo, bajo conceptos antinacionales e imperiales que se convirtieron en el programa de los conservadores y oligarcas, bajo la fachada de partidos desgastados y una democracia que supuestamente intregra un abanico de derecha, centro e izquierda, que en el caso de México se ha tornado en un sainete entre candidatos, un Presidente incapaz de reflexionar un minuto, pero donde todos se disputan el servicio a los intereses que concentran la riqueza del país. En México consumimos al día 18 pesos per cápita del imperio de Carlos Slim, quien abiertamente integra un suprapartido llamado Pacto de Chapultepec. Gane quien gane, ellos ganarán.

El fraude electoral del que surgió la presidencia de George W. Bush, 12 años después de la usurpación salinista, marca a ambos países, pues en sus gobiernos se sentaron las bases de una economía depredadora, provocadora de la migración, bélica, expansionista y generadora de profunda degradación en todos los ámbitos de la sociedad y la naturaleza.

La política como ciencia humanista prácticamente ha desaparecido para transformarse en discurso sin contenido, insultos, indefiniciones, adulaciones desmedidas (como llamar a Fox "estadista"), cambios de siglas, encuestas, espots, torneos de ignorancia, retos pandilleros y repetición de discursos.

Bush es un político a la altura de Vicente Fox, quien ve al país desde su rancho de Guanajuato, igual que el primero ve al mundo desde Texas. Y lo que viene para México no es muy distinto: es el imperio del resentimiento sobre la razón, del autoritarismo sobre la aspiración democrática. Mientras en Francia millón y medio de personas marchan en defensa de los derechos laborales, aquí nos hacemos bolas entre charros en disputa: unos protegidos por Salinas y otros por Zedillo; lo peor y lo menos peor.

Con esa alternancia nos han llevado al baile y esto constituye una de las más grandes operaciones de contrainsurgencia, pues al mismo tiempo que se cancelaron opciones se desintegraron fuerzas sociales, mientras la izquierda con su fuerza intelectual, cultural, como organizadora de la sociedad, va a la cola de los tránsfugas del salinismo y del zedillismo, agrupados en el lopezobradorismo. Hoy 98 por ciento de quienes rodean a Andrés Manuel López Obrador votaron ayer por Salinas y Zedillo, y algunos por Fox.

De esta manera, bajo el entusiasmo de la alternancia será "la izquierda" quien cargue con el peso de las decisiones neoliberales en el próximo sexenio y mantenga abierto el camino a las vías concentradoras de riqueza.

El triunfalismo basado en el sueño de "ganar" acaba con un PRI, pero refunda otro igual, o peor, y deja a la derecha conservadora el liderazgo del antipriísmo al que ha renunciado la izquierda usurpada por los Cotas, los Monreales, los Camachos, los Núñez, los Anchondos y los Guadarramas.

Para los intereses estadunidenses, para los oligarcas locales, para los poderosos, el plan contrainsurgente quiere decir que "aceptarían un gobierno de izquierda", siempre que no tenga nada de izquierda ni compromisos reales, pues Fox ya demostró que los insultos se los lleva el viento. La eficiencia del esquema contrainsurgente reclama una posición frente al futuro, cuando el neoliberalismo caiga nuevamente sobre este país tantas veces defraudado. Soñando, nos llevaron al baile...

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