Usted está aquí: domingo 19 de marzo de 2006 Sociedad y Justicia Thirst muestra la sed de justicia ante el intento de mercantilizar el agua: Olivera

La estremecedora cinta de Snitow y Kaufman es un llamado a la conciencia

Thirst muestra la sed de justicia ante el intento de mercantilizar el agua: Olivera

ARTURO GARCIA HERNANDEZ

Ampliar la imagen Música y danza en Espejo de Agua, parte de las actividades paralelas al FMA Foto: Yazmín Ortega

Cuando el destino nos alcance. Así se titula una película realizada hace más de 30 años (Richard Fleischer, 1973) que profetizaba un planeta apocalíptico, contaminado, decrépito, donde escaseaban el agua y la comida, bienes a los que sólo los ricos podían acceder.

Las situaciones hipotéticas que planteaba la cinta transcurren en 2022. Sin embargo, la realidad vuelve a superar a la ficción: en estos primeros años del siglo XXI el futuro ya nos alcanzó o está a punto de hacerlo. Es lo que se advierte en el estremecedor e indignante documental Thirst (Sed, 2004), de Alan Snitow y Deborah Kaufman, cuyo estreno se llevó a cabo la noche del viernes en el Museo de la Ciudad de México, dentro de las actividades paralelas al cuarto Festival Internacional del Agua.

Thirst pone al descubierto la estrategia de privatización del agua que están llevando a cabo grandes coporaciones empresariales en todo el mundo, y pone especial atención en tres casos específicos e ilustrativos: Estados Unidos, Bolivia e India.Al mismo tiempo, el filme registra las luchas de resistencia emprendidas por los habitantes de dichas comunidades.

En el fondo subyace una disyuntiva: ¿es el agua un derecho de la gente o un bien con el que pueden lucrar las grandes corporaciones?

De acuerdo con Kaufman y Snitow, una de las lecciones que pueden desprenderse del documental -y ese es uno de los aspectos esperanzadores del trabajo- es que sólo la organización y la movilización de las sociedades o comunidades podrá poner freno a la tendencia mundial para privatizar el agua.

Camino legal: arduo y prolongado

También queda claro que el camino legal de la lucha, aunque necesario, es arduo y prolongado, pero está también la parte de la inevitable desobediencia civil para desalentar a políticos y empresarios en sus afanes privatizadores.

Al final de la proyección, los realizadores, acompañados por la reconocida especialista canadiense Maude Barlow y por Oscar Olivera, uno de los líderes del movimiento que impidió la privatización del agua en Cochabamba (Bolivia), respondieron preguntas e intercambiaron puntos de vista con el público.

Barlow, premio Nobel alternativo y protagonista del documental, hizo una de las advertencias más perturbadoras: de continuar con el desperdicio y uso irracional del líquido, "para 2020 o 2025, dos terceras partes del mundo no tendrán agua".

Por ello "no es sorprendente que las grandes corporaciones hayan descubierto lo que han dado en llamar el oro azul; quieren tomar posesión de las reservas de agua en todo el mundo".

Al mismo tiempo -resaltó-"se está dando una organización de grupos, de base, de comunidades regionales, nacionales e internacionales, para recuperar el agua que se les está robando o se les quiere robar".

La especialista, autora de varios libros en la materia, dijo que estaba en México expresamente para manifestarse en contra del Foro Mundial del Agua que se realiza en estos días, "ya que únicamente está hablando en favor de las grandes corporaciones".

(En un artículo escrito en colaboración con Tony Clarke, Maude Barlow señala que en Chiapas, la empresa Coca Cola -una de las compañías patrocinadoras del Foro Mundial del Agua- "intenta asegurarse el control de las reservas más importantes de agua de ese país".)

Oscar Olivera dijo, por su parte, que Thirst ilustra los procesos de insubordinación y de recuperación "no sólo del agua en Cochabamba, sino de la dignidad, la palabra y la voz de la gente".

Añadió: "El título de la película no sólo comprende la sed de agua, sino ante todo la sed de justicia que en este momento los pueblos del mundo están reclamando frente a un modelo económico que prácticamente pretende convertir todo en una mercancía".

La guerra empezó en 1999

La "guerra del agua", como se le denominó, empezó en septiembre de 1999, cuando el entonces presidente boliviano Hugo Bánzer Suárez y las autoridades de Cochabamba concesionaron el servicio municipal de agua potable a una empresa trasnacional, Aguas del Tunari, un de las más grandes del mundo, subsidiaria de la estadunidense Bechtel.

En abril de 2000 el movimiento, que costó la muerte de seis personas, triunfó. Ese mismo año Olivera fue galardonado con el premio Leterier Moffit y en 2001 con el premio medioambiental Goldman, dotado con 125 mil dólares que donó a la fundación Abril, ONG destinada a impulsar la investigación, capacitación, educación y habilidades técnicas encaminadas a promover la democracia económica.

Durante su intervención al final de la proyección del documental, Oscar Olivera reiteró que "solamente el esfuerzo colectivo de la gente hace posible que tengamos esas victorias, pero también esas victorias se convierten en nuevos desafíos".

Alan Snitow y Deborah Kaufman también han realizado conjuntamente otros documentales: Silicon Valley secrets, sobre los trabajadores temporales que laboran en empresas fabricantes de computadoras, y Black and jews, sobre la multirracialidad en el judaísmo.

Una próxima exhibición de Thirst se llevará a cabo el próximo lunes a las 21 horas en la Sala 4 Arcady Boytler de la Cineteca Nacional.

 
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