La Santa Muerte comienza a desplazar a los devotos del Niño Fidencio
En Coahuila, familiares de mineros recurren a videntes a falta de resultados
"Me siento culpable de estar aquí, mientras mi esposo pasa hambre y frío", dice una mujer
Ampliar la imagen El gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, visitó este sábado a las familias que permanecen en la mina Pasta de Conchos y escuchó a las personas que salieron del socavón donde siguen los trabajos de rescate Foto: María Meléndrez Parada
Espinazo, NL. 18 de marzo. Cada vez que ocurre una catástrofe en las minas del norte de Coahuila se activa un mecanismo cultural. Más temprano que tarde alguien habla con un vidente del Niño Fidencio y el espíritu de éste desciende al subsuelo y vuelve con supuestas "noticias" de las víctimas, generalmente positivas.
A mediados de la semana anterior, junto al dormitorio donde aguardan los familiares de los mineros de Pasta de Conchos, la fotógrafa María Meléndrez oyó decir a una señora: "Me siento muy culpable de estar aquí sentadota comiendo mientras él está allá abajo pasando hambres y fríos". Cuando la enviada de este diario le preguntó a qué se refería, la mujer le contó que había ido a ver a un "fidencista" y que éste le había dado informes acerca de su esposo.
Cuando en enero de 2003 se inundó el pozo La Espuelita, en el municipio de Barroterán, matando instantáneamente a los 13 barreteros que trabajaban en sus galerías subterráneas, doña Blanca Acuña, madre de tres de ellos, recibió la visita de un pariente radicado en San Antonio, Texas, donde consultó a una "cajita" del Niño Fidencio y ésta le auguró que los muchachos iban a salir sanos y salvos, lo cual desde luego nunca sucedió.
José Fidencio Sintora Constantino nació en Guanajuato en 1898 y desde muy joven, según sus biógrafos, al descubrir sus poderes "milagrosos" se estableció en este pueblo, a 90 kilómetros de Monterrey, en el municipio de Mina, donde adquirió fama por su capacidad para realizar "operaciones" en las que, según esto, abría el cuerpo de sus pacientes con los dedos o con un vidrio para sacar los tumores o las causas de cualquier padecimiento.
Su prestigio se extendió por todo el noreste de México y el sureste de Estados Unidos en donde, todavía a la fecha, hay curanderos o médiums que se autonombran "cajitas", "fidencistas" o "materias", y se dicen capaces de entrar en contacto con el alma del legendario sanador, que murió aquí en 1938, a la edad de 40 años, sin haber cobrado jamás un centavo por sus servicios.
Uno de los pacientes más asiduos del Niño Fidencio fue el general Plutarco Elías Calles, quien según la imaginería popular lo visitaba en este pueblo, mito que desmiente don Salomón García, uno de los vecinos más antiguos de la localidad. "El general Calles mandaba a sus propios a recoger los remedios que le preparaba Fidencio", aclara.
En medio del semidesierto, Espinazo es un conjunto de manzanas que dos veces al año es visitado por los devotos del niño, en marzo y en octubre, para someterse a limpias colectivas revolcándose en los charcos de la calle principal. Asimismo, es una especie de centro experimental para los estudiantes de la carrera de sicología de la Universidad Autónoma de Nuevo León que, año con año, vienen a realizar prácticas de campo observando los ritos fidencistas.
Juanita García, que hace un lustro presenció una ceremonia de espiritismo protagonizada por una "cajita" del niño, relató que la médium hizo con su propia voz las preguntas pertinentes y después las respondió "con un timbre distinto", pero que al terminar de transmitir la información solicitada, el alma de Fidencio pronunció las siguientes palabras: "Ahora dale 150 pesos a la materia". Y en ese momento se acabó el trance.
A juzgar por los comentarios recogidos por este enviado en diversos pueblos de la región carbonífera de Coahuila, la veneración al Niño Fidencio está perdiendo arraigo ante la irrupción del culto a la Santa Muerte, cada vez más popular en el centro del país.
Sobre la carretera que va de Nueva Rosita a Sabinas, entre dos comunidades muy pequeñas -Cloete y Agujitas-, junto a una capilla en honor de la virgen de Guadalupe, recientemente apareció otra, nadie sabe cómo, llena de ramos de flores de plástico, manzanas, botellas de tequila y otros productos ingeribles, presidida por una estatua de yeso, de un metro de alto, que representa la figura de una mujer de rostro descarnado que en la mano derecha sostiene una guadaña, en la izquierda una calavera como la de Hamlet y sobre los pies una lechuza.
A ella están dedicadas, escritas sobre cartulinas, fervientes oraciones "a la Santísima Muerte", cuya protección es invocada cada vez por grupos sociales más amplios, al tiempo que crecen las advertencias sobre su carácter celoso, merced al cual si alguien le hace una manda y no le cumple ella no vacila en arrebatarle la vida.
Mientras tanto, según informes procedentes de Pasta de Conchos, en donde mañana se conmemorarán los primeros 30 días del accidente del 19 de febrero, el gobernador de Coahuila, Humberto Moreira, visitó a los familiares de los mineros que aún confían en que las cuadrillas de rescate contratadas por la empresa Minera México les devolverán los cuerpos de los suyos.
Moreira les dijo que prefería "acompañarlos en lugar de ir a la cabalgata", refiriéndose al tradicional paseo a caballo que anualmente reúne a los gobernadores de los estados vecinos con el Presidente de la República, en un gesto simbólico para "reafirmar la unidad nacional" cerca de la frontera con Estados Unidos, según la propaganda oficial disponible.
Para mañana (domingo), se tiene prevista una misa junto a la bocamina de Pasta de Conchos con los obispos de Saltillo, Raúl Vera, y Piedras Negras, Alonso Treviño, a la que, hasta donde se sabe, no asistirá el presidente Vicente Fox, quien dos semanas atrás manejó en Sinaloa la posibilidad de encabezar una ceremonia luctuosa en memoria de los mineros desaparecidos.