La Jornada Semanal,   domingo 5 de marzo  de 2006        núm. 574

MENTIRAS TRANSPARENTES
Felipe Garrido


CLASES DE PIANO

El abuelo Augusto siempre fue maestro. Por muchos años, de primaria, en algún pueblo del norte —calles rectas, anchas, largas; tolvaneras; montañas desnudas; una luna cruel las hace parecer de plata. Luego tuvo una escuela, con su mujer. Luego se quedó viudo. Luego perdió la escuela y se dedicó a perseguir sus fantasmas. Era andarín. Podía pasar la tarde caminando una sola calle, hasta donde acabara, en algún ejido de las afueras, y en seguida la vuelta, ya anocheciendo. Le gustaban las hembras, el coñac, cantar en francés y tocar el piano. En la mano izquierda le faltaban los dedos anular y cordial; un accidente de caza, decía. En sus últimos días daba clases de piano y de francés. Si había bebido podían ser de pianó y las cobraba al doble. Aún hay por ahí quienes aprendieron con él a tocar. Uno los reconoce a golpe de vista. Alzan las manos y antes de atacar las teclas doblan con energía los dedos que les sobran en la mano izquierda.