La Jornada Semanal,   domingo 12 de febrero  de 2006        núm. 571

P O E S I A

VIENTOS IMPUNES

GABRIELA VALENZUELA NAVARRETE

Varios autores,
Os rumos do vento/Los rumbos del viento,
Fundão Câmara Municipal/Trilce Ediciones,
Salamanca, España, 2005.

La palabra es el viento que en los labios fenece
Alfonso Ortega Carmona

"Sopla el viento sus salmodias por todos los confines del Universo; soplan los poetas las palabras que fecundan mientras van trazando las cartografías de sus revelaciones", dice Alfredo Pérez Alencart al inicio de la antología intitulada Os rumos do vento. La centena de poetas que se reúnen en esta ocasión también son cien aires que corren por distintas geografías, pero que terminan siendo al final un mismo y único aire.

Poetas que le cantan al viento y dejan que un viento lleve sus palabras de un confín al otro del mundo. Herederos de aquellos antiguos trovadores que iban de pueblo en pueblo cantando las glorias de la naturaleza y de la belleza humana, ahora estos poetas reunidos por los aires dejan sus palabras escritas para que permanezcan por más tiempo que los cantos medievales. Dice Alfonso Ortega Carmona de la palabra: "No se pierde ni vuela como vientos fugaces: permanece cual dardo con alas y pies de huracán en la mente", por eso se recopilan aquí, para que las palabras, no los hombres -mortales al fin y al cabo- existan por siempre.

Los antologadores, lo mismo que los lectores, se convierten en Homeros en búsqueda perpetua de las playas de Ítaca, que igual se encuentran en España que en México, sin importar la nacionalidad del que les canta. Igual que Cavafis cuando aconseja al viajero pedir que el viaje a la isla añorada sea largo y lleno de aventuras y experiencias, el viento amanece muchas mañanas en las ventanas de las playas griegas o en las copas de los árboles de la sierra de Chiapas, para mostrar algo de lo mucho que los poetas en el mundo entero tienen para cantar.

Hugo Gutiérrez Vega es el único mexicano incluido en estos rumbos del viento, y sus dardos con alas tocan los cristales pacíficos de los paisajes idílicos de las Cíclades, para despertar a sus habitantes con dedos finos que se encarnan en deidades precristianas que aun ahora parecen regir las vidas de los hombres. Homero en camino, el viento llega en la noche a la isla -símbolo de la soledad y de la abolición de lo social- para introducir por contraste la presencia del mar omnipresente, callado y "tan suave/ que ni el viento logra/ inquietar sus entrañas". Aunque es un mar dañado por la mano del hombre, es en Andros en donde el poeta hace que el binomio viento-mar encuentre el equilibrio justo en una lucha de Titanes que dura ya millones de años...

La mañana en Grecia nos hace voltear al azul del mar Mediterráneo y sentir el viento fresco que hincha las velas de Ulises para transportarlo a otras geografías, a otras Ítacas, sean éstas Macedonia o África o Perú. Al contrario de los hombres en la caverna de Platón que viven contemplando las sombras, los poetas del aire despiertan sintiendo la brisa en la cara y auscultan el horizonte intentando poner sus ojos en otras orillas desconocidas para ellos, pero no para los vientos que les dan certeza a sus existencias.