Usted está aquí: jueves 2 de febrero de 2006 Política Frene a los hijos de doña Marta: costureras a Calderón

Escucha críticas por precios del gas y bajos salarios

Frene a los hijos de doña Marta: costureras a Calderón

Lucharé contra la corrupción, caiga quien caiga, ofrece

CLAUDIA HERRERA BELTRAN

A la mitad de su recorrido por la maquiladora de ropa Vel form, el candidato presidencial panista, Felipe Calderón, fue cercado por tres costureras. Una de ellas le soltó a bocajarro: "¡Póngale freno a la corrupción; ora sí que se investigue a los hijos de la señora Marta Sahagún. Ya es justo. Por eso el partido está como está, por gente tan corrupta como ellos!"

El reclamo de Osvelia Tapia fue el primero de muchos que el abanderado blanquiazul escuchó en su estancia -de apenas 45 minutos- en esta empresa donde las obreras ganan 420 pesos semanales por trabajar a destajo y donde a las que menos producen les colocan en su máquina de coser una banderita roja de ''alerta de despido''.

Al principio, Calderón mantuvo una sonrisa nerviosa y balbuceó algunas frases, quizás esperando que todo aquello concluyera con una despedida de beso, como había sido la tónica de sus otros acercamientos, pero las quejas siguieron. Por los altos precios del gas, por los minisalarios, por la falta de empleo... Y sólo cuando otra mujer se quejó de los escasos resultados en las investigaciones del patrimonio del ex gobernador mexiquense Arturo Montiel, el michoacano espetó: "Que devuelvan todo lo que se llevan. Eso me queda claro". Y luego apuró el paso.

Su primera visita para conocer "la realidad que viven todos los días" las obreras textiles -como definió su incursión- no fue fácil. A diferencia de los actos de la contienda interna y de sus primeras giras de campaña, aquí no había más panistas que los de la comitiva. El michocano llegó a esta empresa de la colonia Granjas México, ubicada en medio de un barrio de edificios de interés social y cuyo dueño es el empresario Sony Zetune, poco antes de las 8 de la mañana, cuando todavía algunas empleadas corrían apresuradas para marcar su tarjeta en el reloj checador.

Escoltado por la dirigente sindical, Carmen Dueñas, y el director de la empresa, el invitado caminó en medio de las máquinas de coser que las trabajadoras pedaleaban a toda velocidad para cumplir durante nueve horas su cuota de sostenes cosidos.

La lideresa sindical se acercaba a las mujeres vestidas de bata azul y les pedía que interrumpieran un momento su trabajo. "Mis reinas, el candidato las saluda", expresaba mientras Calderón les tendía la mano, les daba un beso en la mejilla y hacía preguntas como: "¿Qué tal la chamba? ¿A qué hora salen?" De no ser por algunas quejas que escuchó por "lo caro que está el transporte" y los escasos apoyos a las "madres solteras", el recorrido parecía darse sin sobresaltos, hasta que Calderón se topó con tres mujeres; una de ellas era Osvelia Tapia.

Cuando la obrera tuvo enfrente al abanderado panista subió el tono de voz y exclamó: "Ya estamos hartos de tanta corrupción aquí en el país. Nosotras que somos trabajadoras con un sueldo mínimo ya no podemos. A cada mes el gas sube y qué vamos a hacer... ¿Ustedes creen que nosotros los de abajo no nos damos cuenta? Somos la mayoría la gente trabajadora, licenciado".

Calderón le preguntó a otra mujer dónde vivía. "¿Yo?, en Ecatepec". Pero la señora Tapia insistió: "El salario mínimo está debajo del de Bolivia. ¿Cómo puede ser justo? ¿O no es cierto, licenciado?''

"El salario es muy bajo, pero ciertamente es mucho más bajo allá", contestó Felipe Calderón a la indignada mujer, que luego diría a la prensa que querían escuchar a los otros aspirantes presidenciales y que, como ellas, había otras hartas con el "tráfico de influencias de los hijos de Sahagún, mientras nosotros estamos muriéndonos de hambre".

A partir de ese momento se desató la bulla. Por donde caminaba el candidato se encontraba con las mismas protestas: el precio del gas, los bajos sueldos, los gastos de 25 o 30 pesos al día para pagar los peseros, los hijos que no encuentran empleo y emigran a Estados Unidos. Hasta la lideresa sindical se sumó y dijo que el Infonavit ya no le presta a los trabajadores de salario mínimo.

Calderón ya no alcanzó a recorrer todo el lugar y mejor se detuvo cerca del altar a la Virgen de Guadalupe. "Por favor paren sus máquinas para que puedan escuchar", repetía la lideresa sindical para atraer a las 700 mujeres que al ver cómo se alejaba el candidato ya estaban accionando sus máquinas. A estas mujeres, muchas de ellas madres solteras, el michoacano les dijo que le "duele" la discriminación de la que son víctimas, pero luego a cada una de las observaciones que las obreras hicieron les respondió con las recetas panistas: reformas estructurales, inversión, competitividad, que los fondos del IMSS en vez de destinarse al pago de pensiones de los trabajadores se canalicen a la compra de medicamentos.

Y a las "amigas" que expresaron su enojo por los altos costos del gas, les advirtió que sólo se abaratarán cuando el gobierno deje producir a quien ofrezca precios más bajos, porque ahora el gas que consumen en "la estufa de su casa" se trae de Arabia Saudita o de Texas. Pero no crean -aclaró- que propongo la privatización.

En respuesta a los incisivos planteamientos de las obreras, se declaró dispuesto a luchar contra la corrupción "sea quien sea y caiga quien caiga", pero no mencionó a los hijos de Marta Sahagún. Sólo cuando la prensa lo cuestionó a su salida de la empresa respondió que no habría componendas ni en los casos de los Bribiesca, ni en los de Roberto Madrazo, René Bejarano ni Gustavo Ponce, y hasta mencionó a Nico, el colaborador de Andrés Manuel López Obrador, y expresó que por ahora no ha recibido donativos de los Bribiesca.

En su declaración a los medios aprovechó para responder a las críticas del escritor Carlos Monsiváis sobre que Calderón pretende sacar la píldora del día siguiente del cuadro básico. Expuso: "No es tema de ignorancia, es de percepción y valores", y planteó que esta decisión ha generado polémica y división entre los mexicanos.

Pero a final de cuentas, expresó, este tema no depende del Presidente ni de Monsiváis, sino de lo que determinen el consejo de salud y la ciencia médica sobre si la pastilla del día siguiente es abortiva, punto en el que han insistido los panistas. Todo ello lo expresó el político michoacano después de aclarar a las mujeres que no promete repartir dinero como Santaclós, ni arreglar todo con una "varita mágica".

Al final, las costureras sólo obtuvieron la promesa de Calderón de que regresará una vez que gane la Presidencia, "porque fue la primera empresa" que visitó, y les obsequiará a todas playeras alusivas a su campaña.

 
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